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Editorial de Octubre 2013 por Luisina Costa Gaglioti

Hoy en día el estatuto de la infancia difiere completamente al de otras épocas. Durante muchos años el bienestar, la prosperidad, los ideales estuvieron depositados en la figura ideal del padre. Luego de diferentes procesos históricos, culturales y sociológicos esta figura decayó.  Además las configuraciones familiares actuales son diferentes, la familia nuclear tradicional ya no es el único modo de organización familiar. Actualmente los padres, madres, hijos y hermanos se dispersan en diversas figuras promoviendo, así, una actividad atencional diferente a la del pasado.    
Estos cambios se dieron en función de lo teletecnomediático exigiendo atención veloz y abierta a la simultaneidad y vertiginosidad, demarcando virtualmente la cercanía y lejanía. 
La fuerza de la orden mediática exige estar conectados, atender simultáneamente multiplicidad de mensajes. Esto puede fragmentar la disposición atencional pero también ampliarla.
La exigencia de estar informados dificulta conocer y pensar. El exceso junto a la no significación de información impiden la actividad atencional pero tener al alcance variada información en tiempo real da la posibilidad de ser un emisor en lugar de un receptor, abre el campo atencional.

Los contextos de la actualidad presentan aspectos negativos pero también abren muchas posibilidades saludables. Para que estas puedan desarrollarse es necesario reconocer que las modalidades atencionales se han ido modificando.  
Algunos de los factores posibilitadores son el mayor acceso a la información extraescolar, el aumento de la visibilidad de los conflictos, etc. Dentro de los aspectos negativos nos encontramos con la inestabilidad laboral, la hiperactividad social, la escasa visibilidad de futuro, la deslegitimación de la función enseñante de la escuela y de los adultos en general.
Existe una oposición entre los modos atencionales que consideramos aun “normales” y aquellos que también dan la posibilidad de aprender. El alumno que llega a las instituciones no es el alumno que profesores y maestros esperan recibir. Esto produce el enojo en los docentes y la “desatención e hiperactividad” en lo alumnos.
La escuela espera un alumno con la atención focalizada y continua pero llega un sujeto con atención dispersa y discontinua.
Es importante que los actores escolares y los profesionales extraescolares ofrezcan un ambiente facilitador para que las diferentes modalidades atencionales puedan desplegarse y dejen de ser consideradas patológicas.

Concluyendo, las modalidades atencionales se están transformando posibilitando así, nuevos modos diagnósticos y nuevos recursos para el enseñante, recursos que se utilizarán para ampliar el espacio atencional. La vida en la actualidad requiere cada vez más de modalidades atencionales cercanas a la dispersión creativa.                

"MALESTARES EN LA ESCUELA" por Ana Villani

MALESTARES EN LA ESCUELA. LA PATOLOGIZACIÓN Y MEDICALIZACIÓN DE LOS ESCOLARES COMO ATAJO

                                                                                                            “Se sustituyó el supuesto ‘no aprende porque es inamduro                                                                                                                        o por falta de inteligencia’ por ‘no aprende porque es                                                                                                                                           desatento y/o hiperactivo” (Dueñas, 2013)

La mirada docente 
 Este libro, llega a mis manos pocos meses antes terminar un nuevo ciclo lectivo. El título, llama la atención (nada más y nada menos): “Niños en peligro” y añade: “La escuela no es un hospital” Es curiosa la aclaración, pero no causal. Ni la
escuela es un hospital ni los docentes somos médicos, enfermeros o neurólogos. Sin embargo, algo vinculado al discurso de la Medicina o, específicamente, de la Psicología o Psquiatría se cuela dentro de las aulas. “Ese chico parece loco”. “Tu alumna tiene cara de autista”. “La madre de la nena de Segundo no está bien de la cabeza. Me di cuenta en la reunión” “El padre que tiene a los dos hijos en Cuarto está enfermo” Frases como estas, suelen escucharse a diario dentro de escuelas que parecen haber quedado entrampadas en palabras que no le son propias. El ADD/ADD-H es un claro caso testigo de medicalización de las infancias (Dueñas, 2013) Entiendo, que dadas las condiciones socio-históricas que lo sustentan, viene a operar como una especie de alarma, de denuncia por aquello que tradicionalmente se le demanda a los niños y niñas en edad escolar: que presten atención y que se queden quietitos en sus banco áulicos. La vida misma es dinamismo y el aparato psíquico, también. Sin embargo, en el momento vital donde este comienza a estructurarse, el sistema escolar le demanda que permanezca estático en una tensión atencional descontextualizada de las realidades infantiles actuales. Muchos docentes, reproducen este mensaje con insistente empeño. Opera, aún, el paradigma de siglos pasados: esa imagen del maestro sobre una tarima y los escolares sentados en pupitres alineados escuchando atentamente la voz, muchas veces monocorde, de quien tenía absolutamente todo el saber. El maestro pedía y los alumnos daban. Esa imagen, más o menos delineada, persiste y, frente al peligro de que se extinga para siempre, se la convoca al presente desde maneras sutiles a otras bien explícitas. 

¿Al aula o al consultorio?

 Luego del recreo, la clase se inicia. Es probable que el docente repita hasta en cansancio: “silencio, sentate, portate bien, ¿cuántas veces te dije que prestes atención?, no me estás entendiendo: quedate quieto, chicas dejen de charlar”…y tantas otras expresiones que ponen de manifiesto esa necesidad de orden. Cierto es que sin un mínimo de organización, es casi imposible comenzar a impartir la “lección del día”. Pero no menos cierto resulta, que los recursos más utilizados son, justamente, órdenes verbales que demandan un mismo accionar: “la atenta quietud”. Contrariamente al deseo docente, el grupo “no para de moverse”, de interpelar, de cuestionar con actos. De alterar la planificación diaria, de desestructurar la clase y de contracturar al maestro/a. Pero sucede, que en todo grupo siempre aparecen “los destacados”: los que más se mueven, los que menos hacen, los que más se resisten a obeceder consignas. Los deficitarios. Son esos niños que permanentemente exploran los espacios, corren dentro del aula, atienden a la demanda del docente por períodos de tiempo muy breves. Muchos colegas, comienzan entonces (en ocasiones sugeridos por otros externos al grupo escolar de ese año) a manejar algunas variables, mayoritariamente vinculadas al orden de la patologización. Así (…) “el origen de la tendencia de los docentes a derivar a los alumnos a la consulta neurológica con el objeto de resolver con recursos médicos problemas típicamente escolares, como las dificultades para prestar atención en clase” (Dueñas, 2013) aparecería como un “atajo” frente a la posibilidades de comenzar un camino procesual junto al niño y su familia para abordar qué es lo que le está sucediendo. En definitiva, para descubrir hacia dónde dirige la atención ese escolar, en el momento preciso en que las actividades áulicas parecen no convocarlo.

 Los que menos prestan atención

 Los alumnos que menos prestan atención, forman parte de repetidas conversaciones entre docentes. Casi exclusivamente, se destaca en ellos ese aspecto y se les reclama con insistencia. No sólo que no prestan atención, sino que se advierte un “no querer hacerlo”. De a poco, esto aumenta: ya no sólo que no está atento/a, sino que además, no copia, escribe esporádicamente, deambula por el aula molestando a sus compañeros. El resto de los docentes opina igual. Un “legajo verbal” comienza a escribirse en torno a ese niño. Que desde ya: “contagia” a muchos del grupo, perjudicándolos. En ocasiones, son las familias las que solicitan que se tomen medidas para que este niño deje de perturbar a sus hijos. Está claro: es una molestia, es un generador de desórdenes. Se lo mira como quien está permanentemente llamando la atención que no presta. Se escucha: “yo ya no sé qué hacer con él”, “no puedo estar sentada toda la clase al lado para que copie” Estrategias diversas poco efectivas: que vaya a Dirección, a Sala de Maestros o que acerque el cuaderno de comunicaciones para que quede registrado que o realizó producción alguna en su cuaderno o carpeta. Se va entretejiendo, en la subjetividad del docente, la idea de que “hay que hacer algo con este chico”. Y ese accionar mayoritariamente está dado desde el afuera. “El pedido viene determinado por la falta de atención y la hiperactividad. La cuestión del aprendizaje queda postergada y a veces no es siquiera nombrada por los derivadores o consultante, e incluso tampoco por el psicólogo, el psicopedagogo o el médico tratante” (Dueñas, 2013) El niño paulatinamente “pierde” su nombre y pasa a recibir apodos nuevos, señalamientos alienantes: “el ADD”, “el hiperactivo”, “el que no hace nada” Nuevas infancias, renovadas docencias Eugenia Bianchi afirma que “sin embargo, la escuela no es un dispositivo homogéneo, caben en su seno multiplicidad de proyectos educativos, muchos de los cuales ofrecen importantes resistencias a los procesos de medicalización, o se articulan con ellos de modo complejo” (Bianchi, 2013) ¿Cuál podría llegar a ser la salida creativa de los docentes para no quedar entrampados en los discursos patologizadores y medicalizadores que circulan por los pasillos institucionales? Ante todo, repensar y redefinir la conciencia del rol en el tiempo histórico que nos toca vivir. Es evidente que nuestra tarea se ha transformado sustancialmente en los últimos años. Muchas veces, observamos con “gafas antiguas” realidades actuales dinámicas, veloces y cambiantes. Comenzar a pensar sobre estas cuestiones históricas de cambios devenidos es un muy buen punto de partida. Lograr reconocer que no tenemos todo el saber (abandonando la imagen del docente “conocelotodo”) y que probablemente, tengamos que reaprender cómo es la modalidad actual de comunicación de los niños; qué nos están relatando en cada acto, en cada dibujo, en cada silencio. Sumarse a redes de comunicación entre profesionales de educación y salud, construir foros colectivos, espacios de intercambio donde compartir experiencias, investigaciones y propuestas para el aula. Existen y pueden ser creados. Observar la propia mirada, escuchar las voces colegas y de otros profesionales. Evaluar cuáles son nuestros discursos. Quizás, en el intercambio con otros, logremos sorprendernos de acciones creativas positivas o de pensamientos que son necesarios rever. Como sostiene Paulette Maudire: “La calidad de escucha de un adulto y la atencionalidad de su atención y de su reacción consolidan, o restablecen si es necesario, la confianza del niño en sí mismo y en la vida” (Maudire, 1988) Creo que nos toca abandonar el escritorio, desempolvar viejos paradigmas instalados “en las paredes de las escuelas” y caminar el aula prestando atención a aquellos niños que nos la están convocando desde el entramado de una singularidad propia.

 Ana Laura Villani. 
 Docente de Nivel Primario

 Bibliografía Dueñas, G (2013).

“Niños en peligro. La escuela no es un hospital”. Buenos Aires: Noveduc Bianchi, E (2013). “Problemas e intervenciones en las aulas. La patologización de la infancia (III)”. Buenos Aires: Noveduc Maudire, P (1988). “Los exilios de la infancia”. Barcelona: Paidotribo

Palabras Maestras Juan Vasen

Publicado en el diario "La Capital" de Rosario

“No se si habrás visto el mapa de una mente. A veces los médicos dibujan mapas de otras partes de ti,(…) pero no es tan fácil trazar el mapa de  la mente de un niño. Que no sólo es confusa, sino que gira sin cesar.”
J.M.Barrie.  Peter Pan.


La primera intervención subjetivante respecto de la infancia actual debería plantearse en el campo del pensamiento. Debemos re-pensar la niñez y sus problemáticas para hacer frente a la objetivación empobrecedora que progresivamente se adueña del campo del sufrimiento infantil  colonizándolo con nuevas “palabras maestras” y nuevas etiquetas.
Esta objetivación tiene su musa inspiradora en el  DSM. Seguir su embeleso supuestamente a-teórico y neutro nos permite adquirir la convincente certeza de que es en el cerebro donde radican las estructuras subyacentes a los síntomas del los chicos y en los genes donde se localizan las causas. Y con toda coherencia entonces podríamos concluir que es en los fármacos y las modificaciones de hábitos conductuales donde afincan las esperanzas de resolución
Con gran afinidad con el nítido predominio de lo visual en nuestra actual cultura de la imagen y el rendimiento es justamente la clasificación de conductas visibles la que brinda entidad y carta de ciudadanía psiquiátrica a  muchos de los “nuevos” “cuadros” con que se categoriza la sintomatología de la infancia. 
Una clasificación encabezada por el mal llamado ADD o ADHD, por los mal entendidos Trastornos Generalizados del Desarrollo, por los descontextualizados Trastornos Oposicionistas y por ese afanoso y frágil constructo que es el Trastorno Bipolar Infantil.
Estamos ante un caso de clasificación “chatarra”. Que, como esa comida, trae consecuencias en el organismo y la vida de los niños.
En nuestras sociedades, fuertemente influenciadas por paradigmas tecnocráticos, se afirma la tendencia de reducir las prácticas sociales complejas como criar, educar, diagnosticar y curar a procedimientos técnicos.
         Y la técnica es “encantadora”. Miles de padres, docentes y profesionales creen que están contribuyendo, a través de ella al control sobre fenómenos de nuestra “naturaleza”. El pensamiento de la época deriva entonces a considerar que las múltiples determinaciones de lo humano queden reducidas  a los determinantes de su biología. Con lo que las nuevas formas históricas de la subjetividad (los chicos de hoy por ejemplo) son recogidas por la nosografía de un modo que las aplana.  Se los piensa como cerebros, no como niños.
Aún en tiempos de clasificaciones tecnocráticas que transforman los diferentes padeceres en entidades pasibles de medicación sigue habiendo otras cosas que clasificar de modo mucho más útil. Y no son justamente las personas sino “en todo caso, las tendencias que presionan sobre ellas o les abren espacios  para el advenir de una experiencia propia.”(1)

Formas de inexistencia
Todo es menos de lo que es.
Todo es más.


Daniel Pennac responde de manera muy nítida a una pregunta en relación a su funcionamiento como alumno:
- “Ud dice que algunos malos alumnos necesitan que algo o alguien los saque de la realidad escolar para no desarrollar "la pasión del fracaso". ¿Qué o quién lo ayudó a usted?

-En mi caso, cuatro profesores y mi primer amor. Todos ellos me dieron la sensación de existir, me permitieron creer que podía tener una existencia fuera de la identidad escolar. Esos profesores se dirigían a mí, por alguna razón vieron en mí algo que parecía interesarles. Y eso me salvó. No se preocupaban tanto por el desempeño escolar, y la paradoja es que gracias a eso mismo mi desempeño escolar mejoró mucho”. (2)

Y Melvin el protagonista de Una Forma de Vida lo expresa de este modo: -“No se preocupe, no la tomo por una psicóloga. No son psicólogos lo que falta aquí. He probado con varios. Les hablas durante tres cuartos de hora en el mas profundo de los silencios y luego te recetan Prozac. Me niego a tragarme eso. No tengo nada contra los psicólogos. Sólo que los del ejército norteamericano no me convencen. Lo que espero de usted es otra cosa.
-Deseo existir para usted. ¿Es pretencioso? No lo sé. Si lo es lo siento. Es lo más auténtico que puedo decirle.; deseo existir para usted,” (3)

 Los hombres, tanto más los niños, “estamos hechos de la misma sustancia con que se trenzan los sueños.” (4)  Pero, como  reflexiona Steiner: “En el horizonte está la perspectiva de que los descubrimientos bioquímicos y neurológicos demuestren que los procesos imaginativos y cognitivos de la psique humana tienen una fuente en última instancia material. Que hasta la conjetura metafísica o el hallazgo poético más grandioso son (tan sólo) formas complejas de química molecular.” (5) Ser pensado como un conjunto de neurotransmisores es una forma de inexistencia.
Parafraseando a Celan puede ser que “todo (parezca) ser menos de lo que es.” O tan sólo lo que, como ente objetalizado, es. Como psicoanalistas sabemos que, más allá de las apariencias y los moldes instituídos, “todo, siempre, es más.” Y eso es lo que nos hace existir.


Bibliografia
        
1-Rodulfo,R: Padres e hijos hoy. Op Cit
2-Pennac, D: Mal de Escuela. Mondadori Barcelona 2008
3-Nothomb A:  Una Forma de vida . Bs As. Anagrama 2012
4-Shakespeare W: La Tempestad. Aguilar Madrid 1980

5-Steiner,G: La poesía del Pensamiento Bs As Siruela 2012
CONSEJO PROVINCIAL COLEGIO DE PSICÓLOGOS DE LA PROVINCIA DE SANTA FE COLEGIO DE PSICOPEDAGOGOS DE LA PROVINCIA DE SANTA FE 1º CIRCUNSCRIPCIÓN Santa Fe,
Viernes 2 de agosto de 2013.

Por la presente le solicitamos la adhesión y difusión del siguiente documento: Los escándalos del DSM

 La última bomba acaba de estallar días antes de que se lance al mercado el nuevo manual diagnóstico DSM V de la Asociación Americana de Psiquiatría, cuya elaboración estuvo plagada de polémicas. El National Institute of Mental Heath de E.E.U.U. abandona la clasificación DSM. El NIMH (Instituto Nacional de Salud Mental) la agencia de investigación biomédica dependiente del gobierno de E.E.U.U. y considerada la mayor proveedora de fondos de investigación en Salud Mental de todo el mundo, ha anunciado que dejará de hacer uso de la clasificación del MANUAL DIAGNOSTICO Y ESTADISTICO DE LOS TRASTORNOS MENTALES por considerarlo carente de validez científica. No se sometió a control externo, introduce el cambio de la concepción categorial a la dimensional, lo que hace que no haya fronteras definidas entre lo normal y lo patológico, reduciendo además el número de indicadores para la evaluación. Esto aumenta el riesgo de sobrediagnosis patologizando la vida. El manual sigue ampliando la lista de trastornos hechos a la medida de la industria farmacéutica. Ya en 1980 se habían añadido 112 nuevos trastornos mentales a la 3º edición del DSM, en la 3º edición revisada (1987) y en la cuarta (1994) aparecieron otros 58 trastornos más. El “trastorno de ansiedad social” llamado primero “fobia social”• fue uno de los siete nuevos trastornos de ansiedad creados en 1980. Para la década de1 90 los expertos lo llamaban “el trastorno del decenio” e insistieron que hasta uno de cada cinco estadounidenses lo padecía. Isaac Marks (renombrado experto en miedos y pánicos, radicado en Londres, fue quien en el decenio de 1960 reconoció la ansiedad social) opuso gran resistencia a su inclusión en el DSM III como categoría particular de enfermedad por la lista de comportamientos comunes asociados con ese desasosiego. En 1987 se le añade la aversión a hablar en público lo que lo hace aún más elástico para incluir prácticamente a todo el mundo. Para 2008 en E.E.U.U. casi la mitad de los habitantes se reputan clínicamente enfermos de algún cuadro mental y casi la cuarta parte de la población 67,5 millones ha tomado antidepresivos. Se prescribían ya entonces 200 millones de recetas anuales para tratar la depresión y la ansiedad. Los diagnósticos correspondientes al trastorno bipolar aumentaron en 4.000 % y la sobremedicación es imposible sin sobrediagnóstico. Uno de los responsables de la llegada del trastorno bipolar a E.E.U.U. es el psiquiatra Joseph Biederman, que lleva años haciendo estudios y conferencias sobre el tema y que recibió 1,6 millones de dólares entre el año 2000 y el 2007, procedentes de las farmacéuticas que fabricaron los medicamentos para dicho trastorno, al parecer para dedicarlos a seguir investigando la enfermedad. Hasta los años noventa era una afección desconocida en los niños. Ahora ya es uno de los diagnósticos más frecuentes en psiquiatría infantil, las visitas se han multiplicado por 40 en menos de 10 años, siendo muchos de los “enfermos” niños de dos y tres años. La escandalosa relación de la “creación” de estas nuevas enfermedades con el negocio de la psiquiatría fue revelada por el estudio realizado por la psicóloga estadounidense Lisa Cosgrove que reveló que de los 170 miembros del grupo de trabajo del DSM, es decir los que hacen el manual de psiquiatría de referencia mundial, 95 (el 56%) tenía una o más relaciones financieras con las empresas de la industria farmacéutica. Es alarmante cómo han logrado psicopatologizar a la infancia, en el último DSM se incluyen hasta “Las rabietas” si son más de tres a la semana durante un año. El gobierno estadounidense dice en base a estos parámetros que uno de cada cinco niños tiene un trastorno de la salud mental manejando el siguiente cuadro: TDAH - 7 % de los niños han sido diagnosticados. (Trastorno de déficit de atención con o sin hiperactividad) TRASTORNOS DE CONDUCTA - 3,5 % niños TRASTORNOS DE ANSIEDAD - 3% niños DEPRESIÓN - 2% niños AUTISMO - 1% niños SINDROME DE TOURETTE – 2 de c/ 1000 niños El TDAH es diagnosticado a través de cuestionarios plagados de términos que dependen del criterio de quien lo llena como poco, demasiado, a menudo estas preguntas son contestadas habitualmente por los padres o maestros. León Eisenberg, el psiquiatra que “descubrió” el TDAH, dijo siete meses antes de morir que el TDAH es un ejemplo de enfermedad ficticia. El logro de Eisenberg y sus colaboradores fue conseguir que la gente creyera que el TDAH tiene causas genéticas, que es una enfermedad con la que se nace. Él mismo dijo junto con que era una enfermedad inventada, que la idea de que un niño tenga TDAH desde el nacimiento estaba sobrevalorada, añadiendo que lo que debería hacer un psiquiatra infantil es tratar de determinar las razones psicosociales que puedan producir problemas de conducta. Añadió que esto lleva un tiempo, un trabajo, y que prescribir una pastilla es mucho más rápido. En 1993 se vendieron en las farmacias alemanas 34 kg de metilfenidato (medicación que se usa para el TDAH). En el año 2011 1760 Kg. A los padres les alivia la culpa el pensar que sus hijos nacieron así y que tienen la solución al alcance de la mano. Estas concepciones también son las que permitieron que se aprobara en Santa Fe recientemente una ley de autismo, manejando el diputado Lagos, a quien se debe el proyecto, cifras que hablan de 32.000 niños con autismo en la provincia!! El T.G.D. o espectro autista (como figura en el DSM V que amplía aún más su cobertura) se diagnostica como el TDAH con cuestionarios ( el M-CHAT para T.E.A. y T.G.D) que habitualmente responden los padres y/o docentes, según lo que les parece poco, demasiado, habitualmente. Es decir en ambos casos esto determina parte del diagnóstico, en donde no son los expertos los que diagnostican. En este caso, es un instrumento que sólo es de utilidad para evaluar situaciones poblacionales a grosso modo, ya que además no permite hacer ningún diagnóstico diferencial respecto a una situación circunstancial que hace que un niño se aísle, a una problemática más grave y permanente en un niño. En cambio se está usando para determinar ya en un niño de 18 meses, que tiene una enfermedad incurable, que sólo puede ser tratada sintomáticamente, lo cual marcará seriamente su vida de ahí en más. Es por todo esto que consideramos imprescindible pronunciarnos en contra del uso del DSM como posición ética a ser asumida por todas las instituciones que tienen a su cargo las decisiones políticas respecto a la Salud Mental de la población.
Firman:
Psic. Mónica Niel Psic. Jorge Portaneri Psp. María Alejandra Vassallo Presidente Vicepresidente Presidente Concejo Provincial Concejo Provincial Colegio de Psicopedagogos Colegio de Psicólogos Colegio de Psicólogos de la Provincia de Santa Fe de la Provincia de Santa Fe de la Provincia de Santa Fe 1º Circunscripción