Editorial
Estos meses estuvieron atravesados por profundos cambios en nuestros ámbitos. Sociedad y salud mental se vieron transformados por la reglamentación de la nueva Ley de Salud Mental argentina.
La sociedad tiene la oportunidad de vivenciar sus propias transformaciones viendo cómo las utopías de otros años comienzan a deslizarse desde el horizonte hacia nosotros dejándonos definitivamente instalados en esta época de plena vigencia de los derechos humanos.
Años atrás, cuando la ley de desmanicomialización era instrumentada en Río Negro, en medio de la carencia de dispositivos que la tornaran una realidad de plena vigencia, nos parecía que esa palabra era un delirio de dificultad; desde su difícil pronunciación hasta el conjunto de hechos representados en ella. Hoy la nueva ley de salud mental toma la desmanicomialización como parte de su esencia pero abarca mucho más: la plena vigencia de los derechos de las personas comprendidas en ella, el emplazamiento del eje en el equipo de salud desplazando la predominancia de la medicina, la garantía de atención sin discriminación ni clasificación discapacitante, el control de la medicación y la eliminación de métodos que violan los derechos de las personas entre otras cosas descollan en esta beneficiosa ley que deberemos ir metabolizando, criticando y poniendo en plena vigencia.
La clínica con niños se ve claramente beneficiada. La lucha contra la patologización y medicalización de la infancia tendrá una herramienta de base que brinde marco fuerte, intenso al desarrollo de sus principios: plantear como tendencia la evaluación de la medicación interdisciplinariamente, dejar claros los derechos de los pacientes frente a la discriminación clasificante que excluye en más de un sentido a los niños, garantizar la pertenencia de su historia clínica y su acceso a ella, por ejemplo son pilares firmes sobre los que pelear las garantías de la clínica.