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Editorial Julio 2013

La importancia de la creación de Forum Infancias de Trenque Lauquen.


Este mes de junio pasado estuvo marcado por el interés puesto en conformar Forum Infancias en Trenque Lauquen. a punto de partida de la realización del Simposio sobre patologización y medicalización de la infancia de este año 2013 y los encuentros con personas del forum que hicieron posible que nos animáramos. La Dra Gabriela Dueñas inmediatamente nos propuso estar en contacto y así nos fuimos metiendo con esto.
Las experiencias personales en la clínica van sobrando como para interesarse en este tema, desde hace mucho tiempo entendemos que patologización y medicalización vienen de la mano, que los diagnósticos cada vez más automatizados y escritos fuertemente con tinta indeleble inmediatamente nos llevan al tema de la medicación con criterios alejados de una clínica fundamentada. A esta altura del siglo el recorrido entre un niño que cursa una infancia complicada por distintas cuestiones de vida (familiares, sociales, etc) y un psiquiatra que le dice a la madre "¿qué esperas para medicarlo, que sea un psicópata y salga a matar gente? ¿no ves que tiene un trastorno negativista desafiante?" se hace muy corto. También lo es el caminito desde un chico con "problemas de conducta" y la sugerencia a los padres sobre llevarlo al neurólogo, estando en las primeras entrevistas con el psicoanalista, sugerencia que realiza alguna estructura educativa intermedia, y que no podemos ignorar en su mensaje de medicalización.
Obviamente en boca de profesionales no podemos decir que este discurso se desliza. Existe un ejercicio de la medicalización y una negativa a escuchar. En el contexto de la educación, maestros, supervisores, directivos, trabajan en medio de una institución que cada vez más se encuentra cruzada por los rápidos etiquetamientos DSM: es un TGD, un TND, etc. y exigen un rápido diagnóstico. Estos etiquetamientos empaquetan al chico que nunca más tendrá la posibilidad de decir algo que no sea escuchado como "soy x.xx" y el sello postal de este viaje sin retorno será la receta. Realmente cuesta mucho desandar algo de estos rápidos caminos hacia la locura, existen chicos que en un estallido de angustia pegan a su docente y automáticamente son expulsados por el sistema hacia la escuela especial (descuidando la figura de esa escuela que en este sentido es la receptora de los caídos del sistema) y medicados.
El código DSM*
Los tiempos que transcurren nos permiten ver cómo se termina de instalar una ley de salud mental que lleva la esencia de la desmanicomialización y la supera. Y nos permiten ver los cambios a nivel de la segregación y la instalación de refinados senderos que llevan hacia pequeños manicomios informales que interaccionan con repartija de "pasta" legal para infantes. Como debe ser y
siempre lo fue, en el más absoluto de los silencios, acallando la palabra de estos sujetos, pequeños pero sujetos, que tienen mucho que decir. Estos cambios son la reacción a la propuesta de desmanicomialización y el desplazamiento del poder médico científico en el que hacen pie los laboratorios que producen psicofármacos. (La ley de salud mental propone: Debe promoverse que los tratamientos psicofarmacológicos se realicen en el marco de abordajes interdisciplinarios)

La repetición de traumatismos de infancia (accidentes viales, visión reiterada del coito de los padres, puestas de límites-escarmiento, etc.) puede tener como respuesta del adulto una codificación DSM, un certificado de discapacidad y una pastillita en el bolsillo. Lo que le sumará a su traumatismo el permanente tener que decir "YO NO ESTOY LOCO"  con el enojo que esto NECESITA conllevar, enojo acompañado de la devolución de la violencia recibida, que también será escuchado como re-certificación del código DSM.
El código DSM pasará a ser un código de barras en la farmacia, estampado fuertemente en la subjetividad, y pasará a ser parte predominante del trabajo en sesión. La subjetividad corre riesgo de pasar a sumergirse en un estado defensivo: al mejor estilo película de terror el sujeto-niño puede pasar a un estado de violencia producto de la violencia ejercida sobre él, gritando por todos los ámbitos frases que podemos resumir en ese "Yo no estoy loco" en medio de estados de crisis con desarrollos de episodios violentos.

Forum TL y la red Federal
El primer paso para nosotros ya estaba dado en la clínica, cuando trabajamos para recuperar la palabra de un niño que entra en estos circuitos de borramiento subjetivo. Y en las aulas de aquellos docentes que se atreven a poner la oreja al intercambio, considerando el pleno derecho de un niño a su subjetividad. Dejando producir las diferencias que constituyen la otredad.
 Los otros pasos vienen de la mano de formar un grupo interdisciplinario que consolide comunitariamente ese suceder de consultorio, en diferentes ámbitos con el desarrollo de acciones de difusión de la temática y la producción interdisciplinaria. Estos pasos vienen de la mano con la posibilidad que Forum Trenque Lauquen nos brindará al participar en la Red Federal Forum Infancias que está conformándose. También con la aparición y presentación en sociedad a través de los medios de comunicación locales.

*manual diagnóstico y estadístico de las enfermedades mentales

Patologización y medicalización

Aprovechando el tema ya instalado en esta revista sobre el IV Simposio sobre Patologización y Medicalización de la Infancia que se llevó a cabo en la Ciudad de Buenos Aires, les contamos que el Forum Infancias también existe en Trenque Lauquen. Por estos días está  empezando a funcionar y su objetivo es
trabajar  contra la patologización y medicalización de la infancia, poniendo en claro los criterios con los que trabajamos los profesionales de la salud mental y educación para pensar lo que le pasa a nuestros niños cuando, por ejemplo, son inquietos o presentan otros padecimientos.
Estos criterios son muy importantes y se encuentran ligados a diferentes prácticas. Una de ellas, se basaba, hasta ahora casi hegemónicamente, en el manual DSM IV (que tuvo sus orígenes en el ejército de EEUU) y la clasificación CIE 10. Este manual es estadístico, formulado con estadísticas que no se originan precisamente en la Argentina o Latinoamérica. Esta práctica reunía a la psiquiatría oficial de EEUU y muchos otros países y había impuesto sus criterios globalmente. Actualmente ese sector oficial se partió y el National Institute of Mental Health (NIMH) de EEUU se abrió del DSM IV argumentando que éste había fracasado en la búsqueda del basamento biológico de las enfermedades. Hay que aclarar que si todas las enfermedades tuvieran un basamento biológico sería posible buscar la pastilla que las cura, intentarlo al menos, o dar paliativos, medicar. Otra de las prácticas es la clínica que busca diferentes causas (ambientales, sociales, familiares, individuales) y trabaja interdisciplinariamente en tratamientos psicoterapéuticos. Considerar todas esas causas posibles está lejos de los argumentos de un manual estadístico, que construye sus trastornos en base a cuanta gente cumple con ciertos requisitos. Y si el requisito aplica se diagnostica y se medica, sin hacer uso de la clínica, sin escuchar al sujeto que está ahí en juego.
En la última versión del manual DSM, el DSM V, se ampliaron tanto los criterios que 1 de cada 5 niños de EEUU clasifica para algún trastorno; y esto llamó a reflexión y sumó particiones a la hegemonía del DSM V poniendo de relevancia críticas insalvables.
Hay que decir las cosas claras hasta el final: si cada vez más gente entra en los criterios que determinan si se tiene un trastorno del DSM V, cada vez más gente es medicada. Si cada vez más niños son diagnosticados con trastornos, cada vez más niños son medicados sin criterios clínicos y con criterios de estadísticas que no responden a la población de nuestro país. Lo incongruente es que esto reproduce un circuito que demanda desde diferentes círculos la medicación de niños que, por ejemplo, por ser inquietos terminan recibiendo Medicación. Actualmente en los circuitos educativos, sin proponerlo, se presiona para que se resuelva la situación  de chicos desatentos o inquietos de forma perentoria, chicos que  pueden resultar medicados sin criterio clínico y no recibirán tratamiento psicoterapéutico adecuado. Otra incongruencia es que hasta ahora no hay ningún hallazgo que verifique lo que hace años se da por sentado: “los trastornos como el ADD y ADHD tienen basamento genético” y sin embargo desde su “descubrimiento” se medica contando con ese preconcepto como uno de sus argumentos. En realidad, según su creador, ya fallecido, es un invento, un trastorno armado, para evitar la culpa de los padres y aumentar el consumo de medicación.
Los niños desatentos y muy activos tienen una historia de vida que incluye familias en las que pasan cosas, frecuentemente contextos sociales que influyen y transitan historias subjetivas con acontecimientos, a veces traumáticos, que se encuentran en la base de sus padecimientos. Por supuesto que en la escuela esto es un problema y su contención es un problema, pero si a cada niño que tiene problemas de atención se lo medica estamos patologizando y medicalizando. Es imprescindible que quede claro: medicar, con criterios clínicos y en base a diagnósticos clínicos (no estadísticos) es un recurso terapéutico. Medicalizar es hacer pasible de ser medicada cualquier dificultad que nada tiene que ver con una patología (trastorno al decir del DSM). Lo terrible es que se doble esa apuesta y pretendamos que los criterios de las patologías se amplíen de tal forma que cualquier niño con alguna dificultad individual o académica considerable sea diagnosticado con una patología mental para que pueda ser medicado, eso es patologizar. Por cada criterio que se flexibiliza para hacer posible ese diagnóstico se amplía la ganancia sobre los psicofármacos en millones de dólares.
Forum Infancias Trenque Lauquen pertenece a una Red Federal de Forum Infancias que se forma de distintos fórum en ciudades como Rosario, Bahía Blanca, Buenos Aires, etc. Los Forums son equipos interdisciplinarios, en Trenque estamos tratando de conformarlo con Psiquiatra, psicólogos y psicopedagogos y esperamos que otros profesionales como pediatras y otros del ámbito de lo social se sumen.

El objetivo es claro, lograr hacer prevalecer el vínculo familiar, el vínculo terapéutico, el vínculo social que sostiene, escuchar a quien tiene mucho que decir y ubicar la terapia medicamentosa en los lugares adecuados.

Adelanto exclusivo Dr. Ramiro Pérez Martín


El presente artículo será presentado en el Congreso Mundial de Salud Mental de la Federación Mundial de Salud Mental (WFMH), que organiza la Asociación Argentina de Salud Mental (AASM) por primera vez en Buenos Aires, el próximo agosto. 

“Contra la fijación, contra la regresión mortal, el psiquiatra pone la ciencia al servicio del más
pequeño movimiento, del más sutil progreso. Nunca desespera, no pierde la esperanza de una vida afirmativa, y en la situación de mayor derrumbe trata de pensar y activar un lugar, una falla, un pliegue donde la posibilidad de subjetivación sea todavía legible. […] Finalmente, recordará que es el portador del axioma de la igualdad, entre locos y no locos, y que este axioma no es suyo, sino de toda la humanidad. Contra la tentación de ser un maestro o un cura, observará la más rigurosa reserva.”.
Ética y psiquiatría, Alain Badiou (1996).

¿Hay lugar hoy para una práctica psiquiátrica “subjetivante”?

¿Qué sería una psiquiatría subjetiva o subjetivante? En principio, tomo una definición que da Berrios de psiquiatría, ya que me orienta hacia la complejidad de la práctica de esta especialidad, sobretodo por el planteo que hace como una ciencia híbrida (natural y humana). Lo que otorga a la especialidad una crisis, quizá permanente -con la cual haya que convivir siempre-, y una compleja tensión epistemológica que quizá sólo se intersecta o idealmente se resuelve en la práctica, en las intervenciones en sí mismas, si se pretende evitar cualquier reduccionismo extremo. Complejidad ésta que conceptualiza el filósofo contemporáneo Edgar Morin en “Introducción al pensamiento complejo” a partir del modo de abordaje que la física cuántica hace sobre la termodinámica y que Diego Zerba toma en “Fenómenos psicóticos en niños” y aclara “como un conjunto de probabilidades que se encuentra azarosamente con la improbabilidad, imponiéndole el desorden de la entropía a su capacidad de ser predecible. Un encuentro ajeno a la determinación, para el cual no hay vacunas.” Complejidad y desorden que no caben en los DSM, ya que estos nos traen otra tensión, que no es ya epistemológica. Esta es una tensión de la perspectiva clínica, que por un lado es de la salud pública, la gestión y planificación en salud y que debe ser universal –o al menos para grandes grupos poblacionales-, y por el otro, es la perspectiva de la práctica clínica asistencial, del uno a uno, de cada paciente, del sujeto único e irrepetible.
En cuanto a lo subjetivo o subjetivante como intervención, las distintas disciplinas muestran que esto es posible, siempre que se piense de este modo la práctica que realiza o su objeto de estudio. Badiou nos guía –o me guía- hacia esta modalidad de práctica psiquiátrica. Esto puede ser más notorio en otras de las disciplinas que rodean al médico en la salud mental, pero la medicina es quizá por distintos motivos la que naturalmente tiene más cercanía con lo biológico y, empujada por esto, aún le cuesta sacarse de encima una pesada herencia de tradición hegemónica, de verdad científica absoluta y de poder -en ocasiones excesivo y perverso, como todo poder usado de ese modo- que torna muy compleja la práctica psiquiátrica actual -más allá de la complejidad epistemológica- y que, supuestamente, la alejan del sujeto. Quizá porque donde predomina lo biológico, sobresale un objeto de la naturaleza como objeto de estudio, y no un objeto de estudio híbrido como propone Berrios, donde lo natural es necesario pero no suficiente.
A partir de esto es que me vengo preguntando algunas cosas desde hace un tiempo que se relacionan con la formación: ¿si fuera psicofarmacólogo sería un mejor psiquiatra? ¿qué diferencia hay entre una especialidad y la otra? Mi respuesta es “no necesariamente”; una es una especialidad teórica y la otra es una práctica clínica. Entonces, ¿cómo acercarlas? ¿cómo hacer de una indicación médica (indicar psicofármacos en un consultorio externo, indicar una internación, una contención física, incluso extender un certificado de discapacidad) una intervención clínica que sea además subjetiva/subjetivante? ¿cómo hacer para transformar al paciente, niño-adolescente, en responsable de tomar una medicación? ¿cómo hacer de un certificado de discapacidad una ampliación de derechos para habilitar tratamientos intensivos que no estigmatice al paciente ni lo pervierta para el beneficio de otros? ¿Cómo trabajar estas cosas con los padres de niños o adolescentes? Van aquí algunas ideas que vengo elaborando, ya que la formación y bibliografía que tenemos para responder a estas preguntas lamentablemente es muy escasa. Quizá porque no abunde en estas épocas, quizá porque deba construirla cada psiquiatra a lo largo de su formación; esa es otra pregunta.
Para ir orientándome, voy a citar a F. Colina, psiquiatra y psicopatólogo español contemporáneo, que en su libro “Melancolía y Paranoia”, ubica a estos dos como ejes de la psicopatología. Colina dice que ambos –melancolía y paranoia- se cruzan en el punto exacto de la culpa, aunque precisando más, ubica esta intersección, este lugar de bisagra de la psicopatología en el punto donde estos ejes se cruzan con el par culpa-inocencia, que se manifestaría de distintos modos según en qué punto de cada eje se esté parado. La interesantísima y refrescante propuesta de Colina, deja entrever su amplia lectura y aporta no sólo el par culpa-inocencia como bisagra de la psicopatología -que resulta muy útil al momento de pensar cada caso-, sino también un objetivo general de la terapéutica, al escribir: “puesto que no podemos desprendernos de su esclavitud (la del síntoma), lo mejor, como objetivo de todo tratamiento y de toda cura interior, es sentirnos responsables de su tiranía, y no atribuir su causa (o bien su culpa) a los demás o a las determinaciones físicas”. Agrega Colina, “la culpa es vertical, vive de certezas y no sale de uno mismo, la responsabilidad es horizontal, dialógica y necesita forjarse de continuo (…) Es cierto que la culpa es la condición de la responsabilidad, pero debe desaparecer para que ésta encuentre espacio y lugar. Si no lo hace, la ahoga. La culpa debe comparecer para retirarse ante la responsabilidad naciente. Esa es su misión más singular. (…) Ser responsable, por abundar en las diferencias, es ser dueño de la acción.”
La adherencia es el principal problema de la práctica del psiquiatra, y esto no se dice en voz muy alta, sea porque el psiquiatra no lo cuenta o bien porque ni se entera. Distintos estudios rondan en un 50% de adherencia, lo que representa un rotundo fracaso de los psiquiatras a la hora de efectivamente intervenir con “su” herramienta por excelencia. Es decir, quizá estamos indicando lo correcto pero la realidad es que sólo la mitad sigue nuestra propuesta o indicación. ¿Cómo hacer para mejorar esta paupérrima respuesta y triste realidad? Ser efectivo en la intervención psicofarmacológica es algo que todos los psiquiatras pretendemos y que a todos se nos exige. Quizá haya varios motivos por los que alguien, un niño por ejemplo, puede no querer recibir medicación: quizá está ubicado en el lugar del culpable y se niega a ese lugar, a la vez porque como dice Colina a expensas de Freud, “nadie abandona su síntoma de buena gana”. Entonces entre la resistencia a abandonar el síntoma y la lucha contra el lugar del culpable (generalmente al momento de mostrar síntomas denominados externalizadores, que suelen molestar a la familia-sociedad) encontramos algunos de los posibles motivos para no querer tomar una medicación. Pero seguramente cada paciente tenga el suyo.
Ahora, ¿qué hace el psiquiatra para que el paciente acepte la propuesta de su ayuda? ¿Cómo puede hacer el psiquiatra para transformarse de monstruo abominable en guardián del sujeto? ¿Podría así el psiquiatra comenzar a transformar el concepto que se viene tejiendo históricamente -no con pocas razones- sobre él mismo y su especialidad? Pienso que este fracaso tiene que ver con que hoy en día no prevalece una “psiquiatría subjetiva o subjetivante” y peor aún, por una práctica poco científica -en el mejor sentido de la palabra-, una práctica que no se pregunta, no se critica, poco curiosa, que “avanza” toscamente, a ciegas. Pienso que si no es por esta vía, la vía de la psiquiatría subjetiva, la que nos propone y guía Badiou, nada queda. Es decir, solo quedaría el tosco y gris reduccionismo de híbridos y complejos problemas, como dicen Morin y Berrios.
Quisiera esbozar ahora algunas respuestas posibles a estas preguntas que planteé. El objetivo principal sería el de intentar, durante el proceso que lleva a la decisión de medicar, responsabilizar al paciente por esa indicación médica, hacerlo partícipe activo; dueño de esa acción, en palabras de Colina. A la vez, pienso que con eso se sería más efectivo en el tratamiento, se podría mejorar la adherencia. Para plantear este modo de usar psicofármacos, imaginé tres grandes columnas que me ayudan a pensarlo: lo efectivo, lo tolerable, lo aceptable.
Lo efectivo: sería lo que los médicos siempre y desde siempre pretendemos de la medicación; algo que en principio sea efectivo (in vitro, luego en estudios clínicos), sea vía mecanismo de acción molecular o bien sea vía placebo.
Lo tolerable: desde hace un tiempo los psiquiatras nos empezamos a cuestionar los efectos adversos que sufrían nuestros pacientes por las medicaciones que les indicábamos, lo que en ocasiones hacía que el paciente abandonara la medicación -y hasta al psiquiatra-. Lo que no se sabe es si los psiquiatras llegamos a esto más por preocuparnos que un paciente este mejor pero con efectos adversos molestos para la vida cotidiana o por la herida narcisística que supone que un paciente o padre/madre no cumpla con nuestras indicaciones. Esta columna representaría la molestia que el paciente estaría dispuesto a soportar, cuando ocurrieren efectos adversos, a cambio de “pelear” contra su síntoma blanco.
Lo aceptable: esta columna representaría tanto el grado de entusiasmo o disposición de energía del paciente en luchar contra su síntoma blanco, como el trabajo artesanal del psiquiatra en entusiasmarlo para ello. E implica, por parte del paciente, la aceptación de que el síntoma blanco y, en el mejor de los casos, también el motivo de consulta, le conciernen. En niños y adolescentes, pienso que sería deseable que esto se acompañara de una pregunta que también intente responsabilizar a los padres, para sacarlos de su frecuente posición de inocentes, sin tampoco culparlos por el hijo que tienen. Es decir, intentando así que el peso de la culpa, de un lado, debida a la liviandad de la inocencia, por el otro, se vean equilibradas en la responsabilidad.
Digamos, si nos vamos corriendo de la primera columna a la última, va apareciendo paulatinamente con mayor intensidad el sujeto y toma menor intensidad la molécula. Y viceversa.
Las dos primeras columnas (sobretodo la primera) se estudia más en los libros y revistas de psicofarmacología y de psiquiatría clínica y se suelen supervisar bien con psiquiatras de línea americana. Es decir, corresponde más a la investigación cuantitativa y a la vertiente epistemológica naturalista, si seguimos la definición de Berrios.
La tercera columna, que según mi hipótesis puede ser la que haga que la intervención sea incluso más efectiva, se va construyendo a partir del estudio de autores de corte humanista: filosofía, los psicoanálisis y quizá otras, y se supervisan mejor con profesionales de estas líneas teóricas. Lamentablemente son escasos o casi nulos los supervisores psiquiatras de niños con una mirada subjetiva. En adolescentes no es sencillo conseguirlos, pero existen algunos más. La opción que me ha quedado la mayoría de las veces, la que fue posible, fue “aprender dos idiomas”: es decir, supervisar al paciente con un psicoanalista y luego con un psiquiatra americano para, finalmente, ir pensando los efectos de cada idioma en el otro e intentar integrarlos en la práctica.
Lo que me parece que esto pone en evidencia es que lo que caracteriza a la psiquiatría, si se acepta su hibridez sin pretender reducirla, es la constante y dinámica puesta en tensión de marcos epistemológicos que no pueden más que tensarse -y con suerte integrarse- en la practica misma, en el mismísimo acto de la intervención. A su vez, “lo aceptable” es la otra cara de la moneda de la adherencia, y creo ambas (la adherencia o lo aceptado, visto desde el médico; lo aceptable o lo adherible, visto desde el paciente) representan la bisagra de la práctica psiquiátrica, el punto donde se intersecta lo híbrido de su epistemología.
Llego hasta acá, pero hay otros temas que el problema de la adherencia/lo aceptable pone sobre la mesa: el problema de la dosis, el de los tiempos para tomar decisiones (consultorio, guardia, sistemas de salud), el problema de las intervenciones “violentas” (contención física, internación; ¿todo forzamiento físico es violencia?) y algunas cuestiones específicas que se pueden pensar de lo que ocurre en la práctica infanto-juvenil.
Bibliografía
-Berrios Germán, Hacia una nueva epistemología de la psiquiatría, Editorial Polemos, 2011.
-Zerba Diego, Fenómenos psicóticos en niños, Editorial Letra Viva, 2012.
-Colina Fernando, Melancolía y Paranoia, Editorial Síntesis, 2009.

Dr. Ramiro Pérez Martín
Hospital Infanto Juvenil “C. Tobar García”, APdeBA, APSA.
Elaboración: marzo 2013.
Presentación: Congreso Mundial de Salud Mental 2013, de la Word Federation of Mental Health; “Interdisciplina e inclusión social como ejes de intervención”; agosto 2013, Buenos Aires, Argentina.

Derechos del niño

ARTICULO 1° — OBJETO. Esta ley tiene por objeto la protección integral de los derechos de
las niñas, niños y adolescentes que se encuentren en el territorio de la República Argentina,
para garantizar el ejercicio y disfrute pleno, efectivo y permanente de aquellos reconocido
s
en el ordenamiento jurídico nacional y en los tratados internacionales en los que la Nación
sea parte.
Los derechos aquí reconocidos están asegurados por su máxima exigibilidad y sustentados
en el principio del interés superior del niño.
La omisión en la observancia de los deberes que por la presente corresponden a los órganos
gubernamentales del Estado habilita a todo ciudadano a interponer las acciones
administrativas y judiciales a fin de restaurar el ejercicio y goce de tales derechos, a través
de medidas expeditas y eficaces.
ARTICULO 2° — APLICACION OBLIGATORIA. La Convención sobre los Derechos del Niño es
de aplicación obligatoria en las condiciones de su vigencia, en todo acto, decisión o medida
administrativa, judicial o de cualquier naturaleza que se adopte respecto de las personas
hasta los dieciocho años de edad. Las niñas, niños o adolescentes tienen derecho a ser oídos
y atendidos cualquiera sea la forma en que se manifiesten, en todos los ámbitos.
Los derechos y las garantías de los sujetos de esta ley son de orden público, irrenunciables,
interdependientes, indivisibles e intransigibles.
ARTICULO 3° — INTERES SUPERIOR. A los efectos de la presente ley se entiende por
interés superior de la niña, niño y adolescente la máxima satisfacción, integral y simultánea
de los derechos y garantías reconocidos en esta ley.

Debiéndose respetar:
a) Su condición de sujeto de derecho; b) El derecho de las niñas, niños y adolescentes a ser oídos y que su opinión sea tenida en
cuenta;
c) El respeto al pleno desarrollo personal de sus derechos en su medio familiar, social y
cultural;
d) Su edad, grado de madurez, capacidad de discernimiento y demás condiciones
personales;
e) El equilibrio entre los derechos y garantías de las niñas, niños y adolescentes y las
exigencias del bien común;
f) Su centro de vida. Se entiende por centro de vida el lugar donde las niñas, niños y
adolescentes hubiesen transcurrido en condiciones legítimas la mayor parte de su existencia.
Este principio rige en materia de patria potestad, pautas a las que se ajustarán el ejercicio de
la misma, filiación, restitución del niño, la niña o el adolescente, adopción, emancipación y
toda circunstancia vinculada a las anteriores cualquiera sea el ámbito donde deba
desempeñarse.

Trenque Lauquen

Trenque Lauquen, ciudad del Oeste Bonaerense

Según cuenta la historia en el museo histórico regional, esta tierras eran habitadas por mapuches liderados por el Cacique Pincen, quien fuera respetado por su propio enemigo Conrado Villegas, contra quién combatío con enorme valentía. Este respeto derivó en una amistad y confianza tal que a pesar de la vistoria de Villegas el cacique continuó liderando a su gente hasta que las exigencias del gobierno de Buenos Aires hicieron que Villegas encarcelara al lider mapuche y lo enviara a la isla Martín García. Cuando esto sucedió, el cacique Pincen encargó a villegas que cuidara de su familia.
Actualmente viven 42.800 personas en 17.969 familias. Posee una actividad agrícola destacada y se encuentra emplazada en los cruces de las rutas Nacional 5 (camino a Sta Rosa, La Pampa y a la Patagonia) y provincial 33 (interportuaria entre Rosario y Bahía Blanca)
Se destaca por la belleza de su urbanización, con calles bulevares con Ramblas centrales, la conservacion de casas y edificios publicos y privados y las modernas instalaciones de su Centro  Cívico y su Terminal de ómnibus, con infraestructuras pensadas para la comodidad funcional y el crecimiento de la ciudad, en base a un diseño accesible.
La ciudad es centro de referencia regional por su infraestructura, economía y por su movimiento social y comunitario. Es sede de los tribunales provinciales, sede regional del Colegio de abogados y del Colegio de Psicólogos de la Provincia de Buenos Aires entre otros.
El partido de Trenque Lauquen también destaca en la actividad pesquera con dos lagunas importantes para la práctica de ese deporte.

Consenso sobre ADD

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Consenso de expertos del área de la salud sobre el llamado "Trastorno por Déficit de Atención con o sin Hiperactividad"

 Los abajo firmantes, profesionales de reconocida trayectoria en el campo de la psicología, la psiquiatría, la neurología, la pediatría, la psicopedagogía y la psicomotricidad, queremos hacer llegar al Ministerio de Salud, por consenso, la siguiente solicitud: Asistimos en nuestra época a una multiplicidad de "diagnósticos" psicopatológicos y de terapéuticas que simplifican las determinaciones de los trastornos infantiles y regresan a una
concepción reduccionista de las problemáticas psicopatológicas y de su  tratamiento. Esta concepción utiliza de modo singularmente inadecuado los notables avances en el terreno de las neurociencias para derivar de allí, ilegítimamente, un biologismo extremo que no da valor alguno a la complejidad de los procesos subjetivos del ser humano. Procediendo de manera sumaria,
esquemática y carente de verdadero rigor científico se hacen diagnósticos y hasta se postulan nuevos cuadros a partir de observaciones y de agrupaciones arbitrarias de rasgos, a menudo basadas en nociones antiguas y confusas. Es el caso del llamado síndrome de “Déficit de atención con y sin hiperactividad” (ADD/ADHD). (Lasa Zulueta, 2001; Cáceres, L., 2000; Misés, R, 2004;
Golse, B, Armstrong, Th, 2000; Morin, E., 1994; Fourneret, P., 2004).
Este diagnóstico se realiza generalmente en base a cuestionarios administrados a padres y/o maestros y el tratamiento que se suele indicar es: medicación y modificación conductual.
El resultado es que los niños son medicados desde edades muy tempranas, con una medicación que no cura (se les administra de acuerdo a la situación, por ejemplo, para ir a la escuela) y que en muchos casos disimula sintomatología grave la cual hace eclosión a posteriori o encubre deterioros que se profundizan a lo largo de
la vida. En otros casos, ejerce una pseudo regulación de la conducta dejando a su vez librado al niño a posteriores impulsiones adolescentes en razón de que no ejerce modificaciones de fondo sobre las motivaciones que podrían regularlas, dado que t anto la medicación como la "modificación conductual" tienden a acallar los síntomas, sin preguntarse qué es lo que los determina ni en qué contexto se dan. Y así, pueden intentar frenar las manifestaciones del niño sin cambiar nada del entorno y sin bucear en el psiquismo del niño, en sus angustias y temores. (Bleichmar S, 1998; Gaillard, 2004; Levin, E, 2004; Lasa Zulueta, 2001)
Es decir, lo primero que se hace es diagnosticarlo de un modo invalidante, con un "déficit" de por vida, luego se lo medica y se intenta modificar su conducta.
Así, se rotula, reduciendo la complejidad de la vida psíquica infantil a un paradigma simplificador. En lugar de un psiquismo en estructuración, en crecimiento continuo, en el que el conflicto es fundante y en el que todo efecto es complejo, se supone, exclusivamente, un "déficit" neurológico. (Berger, M, 2005; Janin, B, 2004; Rodulfo, R, 1992; Breeding J, 1996)
Nos hemos encontrado con niños en los que se diagnostica ADD (o ADHD) cuando presentan cuadros psicóticos, otros que están en proceso de duelo o han sufrido cambios sucesivos (adopciones, migraciones, etc.) o es habitual también este diagnóstico en niños que han sido víctimas de episodios de violencia, abuso
sexual incluido. (Bleichmar, S., 1998; Touati, B, 2003; Janin, B, 2004)
A la vez, los medios de comunicación hablan del tema casi como si se tratara de una suerte de epidemia, divulgando sus características y los modos de detección y tratamiento. Se banaliza así tanto el modo de diagnosticar como el recurso de la medicación. En el límite, cualquier niño, por el mero hecho de ser niño y
por tanto inquieto, explorador y movedizo, se vuelve sospechoso de padecer un déficit de atención, aún cuando muchísimos de esos niños exhiben una perfecta capacidad de concentración cuando se trata de algo que les interesa poderosamente. (Armstrong, 2000) Sabemos que los problemas de aprendizaje suelen ser motivos de consulta muy frecuentes y que complican la vida del niño en tanto lo muestran como fracasado allí donde se expone a la mirada social. El "no atiende en clase", aparece como una queja reiterada de los adultos, que engloban con esa frase gran parte de las dificultades escolares.
Hay escuelas primarias en las que una cantidad alarmante de alumnos están medicados por ADD sin que se formulen preguntas acerca de las dificultades que presentan los adultos de la escuela para contener, transmitir, educar y acerca del tipo de estimulación a la que están sujetos esos niños dentro y fuera de la
escuela. Es decir, se supone que el niño es único actor en el proceso de aprender. (Frizzera, O, Heuser, C, 2004; Untoiglich, G, 2004; Kremenchuzky J, 2004)
Pensamos que los niños que no pueden sostener la atención en relación a los contenidos escolares, que no permanecen sentados en clase o que están abstraídos, como "en otro planeta", expresan a través de estas conductas diferentes conflictivas. (Bergés, J, 1990; Janin, B, 2004)
En una época en que los adultos están en crisis, este tipo de tratamiento pasa por alto la incidencia del contexto, a pesar de las investigaciones que demuestran la importancia del ámbito en el que el niño se desenvuelve. (Armstrong Th, 2000; Duché, D, 1996; Berger, M., 2005; Jensen et al, 1997; Harrison, Ch, 2002)
En tanto el ser humano es efecto de una historia y un entorno, imposible de ser pensado en forma aislada, tenemos que pensar también en qué situaciones, en qué momento y con quiénes se da este funcionamiento. La familia, fundamentalmente, pero también la escuela, son instituciones que inciden en esa constitución.
Instituciones marcadas a su vez por la sociedad a la que pertenecen. (Armstrong Th, 2000; Winnicott D, 1971; Massie, H.y Rosenthal, J, 1986; Shore, A N, 1994; Bick, E, 1968; Rojas, M.C., 2004; Bleichmar S, 1986). ¿Los niños desatentos e hiperactivos dan cuenta de algo de lo que ocurre en nuestros días? Padres
desbordados, padres deprimidos, docentes que quedan superados por las exigencias, un medio en el que la palabra ha ido perdiendo valor y normas que suelen ser confusas, ¿incidirán en la dificultad para atender en
clase? (Duché, D, 1996; Fernández, A, 2000; Golse, B., 2003; Fourneret, P, 2004; Jensen, PS, 1997)
Tampoco se ha tomado en cuenta la gran contradicción que se genera entre los estímulos de tiempos breves y rápidos a los que los niños se van habituando desde temprano con la televisión y la computadora, donde los mensajes suelen durar unos pocos segundos, con predominio de lo visual y los tiempos más largos de la
enseñanza escolar centrada en la lectura y la escritura a los que el niño no está para nada habituado. (Golse, B, 2001; Jensen, PS, 1997; Armstrong Th, 2000; Diller L, 2001)

Por todo esto es totalmente inadecuado desde el punto de vista de la salud pública unificar en un diagnóstico a todos los niños desatentos y/o inquietos sin una investigación clínica pormenorizada.
Así, en las escuelas hay niños desatentos que se quedan quietos y desconectados, otros que se mueven permanentemente, algunos que juegan en clase, otros que reaccionan inmediatamente a cada estímulo sin darse tiempo a pensar... Un niño que no atiende, que se mueve desordenadamente, generalmente atiende de otro modo y a otras cuestiones diferentes a lo esperable. Y no puede ser englobado en una entidad nosográfica única. (Janin, B, 2000a, 2002, Berger, M, 2005; Flavigny, Ch, 2004; Duché, D, 2001; Tustin, 1981; Bleichmar, S, 1998).
No desconocemos la importancia de los trastornos neurológicos, de los desarrollos actuales en neurología y del recurso de la medicación como privilegiado en ciertas patologías. Pero consideramos que en este caso se
atribuye a un déficit neurológico no comprobable problemas muy diferentes. (Benasayag, L, 2002; Tallis, 2004; Rodulfo, M, 2005; Solter A, 1998)
Hay consenso en la comunidad científica que lo que se denomina ADD/ADHD refleja situaciones complejas, ligadas a diferentes patologías. Sin embargo, esto suele no ser tomado en cuenta. (Lasa Zulueta, 2002; Benasayag, L, 2002; Cáceres, L, 2000; Valentin, E, 1996; Daumerie, N, 2004; Gibello, B, 2004; Warren, 1997,
Gaillard, 2004) Pensamos entonces que se agrupan con ese nombre múltiples expresiones del sufrimiento infantil que merecen ser consideradas en su singularidad y tratadas teniendo en cuenta su multideterminación.
Es decir, la diferencia se da entre pensar que: a) una manifestación implica un cuadro psicopatológico y una causa orgánica y que de ahí se deriva un tratamiento o que: b) una manifestación puede ser efecto de múltiples y complejas causas y que hay que descubrir cuáles son y por consiguiente, cuál es el tratamiento
más adecuado.
También, hay oposición entre la idea de que el diagnóstico puede ser hecho por padres y/o maestros, a partir de cuestionarios (como si fueran observadores no implicados) y el sostener que todo observador está comprometido en lo que observa, forma parte de la observación y que los padres y los maestros están
absolutamente implicados en la problemática del niño, por lo que no pueden ser nunca "objetivos". (Ya a comienzos del siglo XX el físico Heisenberg planteó que el observador forma parte del sistema). A la vez el cuestionario utilizado habitualmente está cargado de términos vagos e imprecisos (por ejemplo, lo que es “inquieto” para alguien puede no serlo para otro). Esto último lleva a pensar que es imposible realizar un diagnóstico de un modo rápido y sin tener en cuenta la producción del niño en las entrevistas. (Cramond, 1995; Duché, 1996; Calmels, D, 2003; Tallis, J, 2004; Farré Riba, 2000).
Desde nuestra perspectiva, nos encontramos con un niño que sufre, que presenta dificultades, que esas dificultades obstaculizan el aprendizaje y que debemos investigar lo que le ocurre para poder ayudarlo.
Es importante también destacar que muchas veces lo que se considera no es tanto este sufrimiento sino la perturbación que la conducta del niño causa en el medio ambiente, por lo cual la medicación funciona como un intento de aplacar a un niño que se "porta mal". (Levin, 2003; Keirsey, 1998)
Aún cuando los medios científicos hablan de las contraindicaciones de las diferentes medicaciones que se utilizan en estos casos, (Carey, W, 1998, 1999, 2000, 2001; Diller, L, 2003) llama la atención la insistencia con la que los medios propagandizan el consumo de medicación como indicación terapéutica privilegiada frente a la aparición de estas manifestaciones. (Clarín, 2004; La Nación, 2004; Safer, D, 1996)
Todas las drogas que se utilizan en el tratamiento de los niños que presentan dificultades para concentrarse o que se mueven más de lo que el medio tolera, tienen contraindicaciones y efectos secundarios importantes, como el incremento de la sintomatología en el caso de los niños psicóticos, así como consecuencias tales como retardo del crecimiento. (Benasayag, L, 2002; Goodman y Gilman's, 1995; Baughman, 2001; Carey, 2001; Efron et al, 1998; Vademécum Vallory 1999)
En diferentes trabajos, con respecto al metilfenidato, se plantea que:
- No se puede administrar a niños menores de seis años.
- Se desaconseja en caso de niños con tics (Síndrome de Gilles de la Tourette).
- Es riesgoso en caso de niños psicóticos, porque incrementa la sintomatología.
- Deriva con el tiempo en retardo del crecimiento.
- Puede provocar insomnio y anorexia.
- Puede bajar el umbral convulsivo en pacientes con historia de convulsiones o con EEG anormal sin ataques.
(Goodman and Gilman's, 1995; Breggin, P, 1998, 1999, 2001; Vademécum Vallory, 1999, Cramer et al, 2002;
Schachter et al, 2001)
Con respecto a las anfetaminas en general, éstas han sido prohibidas en algunos países (como en Canadá), además de ser conocida la potencialidad adictiva de las mismas. (CADRMP, 2005)
Con respecto a la atomoxetina, se ha llegado a la conclusión de que produce (en forma estadísticamente
significativa):
- aumento de la frecuencia cardíaca
- pérdida de peso, pudiendo derivar en retardo del crecimiento
- síndromes gripales
- efectos sobre la presión arterial
- vómitos y disminución del apetito
- no existe seguimiento a largo plazo. (Baughman, 2005; P R Vademécum, 2005)
También nos preguntamos, ¿la medicación dada para producir efectos de modo inmediato (efectos que se dan en forma mágica, sin elaboración por parte del sujeto), como necesaria durante largo tiempo, no desencadena adicción psíquica al ubicar una pastilla como modificadora de actitudes vitales, como
generadora de un "buen desempeño"?. (Tallis, 2004; Keirsey, 1998).
Frente al avance de la difusión de este "síndrome" y la posibilidad de inclusión de la medicación en el PMO (Programa Médico Obligatorio), teniendo en cuenta todo lo anteriormente expresado, los abajo firmantes, proponemos:
- Que la evaluación de cada niño sea realizada por profesionales expertos en la temática y que se le otorgue la posibilidad de ser tratado de acuerdo a las dificultades específicas que presenta.
- Que la medicación sea el recurso último (y no el primero) y que sea consensuada por diferentes profesionales.
- Que se tome en cuenta el contexto del niño en la evaluación. La familia, pero también el grupo social al que el niño pertenece y la sociedad en su conjunto, pueden facilitar o favorecer funcionamientos disruptivos, dificultades para concentrarse o un despliegue motriz sin metas.
- Que se acote en los medios la difusión masiva de la existencia del trastorno por déficit atencional (cuando es un trastorno sobre el que no hay acuerdo entre los profesionales) y, sobre todo, el consumo de la medicación como solución mágica frente a las dificultades escolares.
Participaron en distintas etapas y niveles en la elaboración de este documento los
siguientes profesionales: Beatriz Janin, Silvia Bleichmar, Ricardo Rodulfo, Marisa Rodulfo, León Benasayag, Jaime Tallis, Juan Carlos Volnovich, Mónica Oliver, José R. Kremenchusky, Mario Brotsky, Héctor Vázquez, Marilú Pelento, Sara Slapak, Isidoro Gurman, Estela Gurman, María Cristina Rojas, Sïlvia Pugliese, Gisela Untoiglich, Miguel Tollo, Jorge Garaventa, Isabel Lucioni,
Mabel Rodriguez Ponte, Rosa Silver, Elsa Kahansky, Gabriel Donzino, Juan Vasen.
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La infancia y la adolescencia ya no son las mismas, Silvia Bleichmar

La Infancia y la Adolescencia ya no son las mismas *.
Qué se conserva hoy de la infancia que conocimos
Por Silvia Bleichmar
El tema que me propusieron y que yo de alguna manera elegí de acuerdo a lo conversado previamente, tiene que ver con una pregunta: ¿qué se conserva hoy de la infancia que conocimos? Voy a aclarar por qué

Yo siempre insisto en que la esperanza de un país se mide por la propuesta que tiene para la infancia. Es a través de lo que se propone a los niños donde se ve claramente la perspectiva de futuro que un país tiene.

En el marco de la deconstrucción de la subjetividad y de los sujetos sociales, tal como lo estamos viendo en esta etapa histórica es inevitable que los niños sean arrasados por las mismas condiciones.[1] Hay un hecho que abarca al conjunto de la sociedad y muy particularmente en la Argentina y tal vez, en parte, en Estados Unidos también, que tiene que ver con la patologización de la sociedad civil. La patologización de la sociedad civil, en este momento, es tal vez uno de los riesgos más graves que estamos enfrentando; si alguien se queda sin trabajo, se lo considera un depresivo, si un niño no puede aguantar ocho o diez horas de clase más tareas extraescolares, más clases el fin de semana, se lo considera un hiperkinético. O cambió la genética de esta ciudad, o algo está funcionando mal, en la medida en que hay una definición, hay como una propuesta en la cual el genotipo que se propone para el porteño, es un genotipo hiperkinético, a partir de que los niños ya no pueden permanecer sentados la cantidad de horas que se les propone.

Entonces, esto como para ir abriendo una cuestión que yo considero de alto riesgo y que podríamos llamarlo el fin de la infancia. El fin de la infancia en tanto moratoria de producción y de creación de sujetos capaces de pensar bajo ciertos rubros de creatividad. El terror de los padres porque los niños caigan de la cadena productiva obliga permanentemente a que los niños estén compulsados a trabajar desde chiquitos. No solamente abriendo y cerrando coches, sino también en las múltiples tareas que les son propuestas.

Cuando yo era pequeña, uno estudiaba para ganarse el premio Nóbel, como decían la mamá y el papá. Era un país de inmigrantes y de migrantes internos, con lo cual lo que se esperaba era que los hijos vivieran mejor que los padres, y se esperaba, además, que cumplieran no solamente sueños económicos, sino sueños de realizaciones narcisísticas. Actualmente los niños estudian para no vivir peor que sus abuelos. Yo tengo pacientes que dicen cosas extraordinarias, tales como: “Y bueno, si no estudio y puedo ser tachero... ¿cuánto gana un taxista? ¿Ochocientos pesos?”... Y hacen cálculos respecto de lo que les ocurriría si no estudiaran. Con lo cual hay algo que es la caída de los ideales respecto del conocimiento y lo nuevo es una concepción del conocimiento como pura mercancía en la cual los sujetos están preparándose para poder ser subastados en el mercado de intercambio.

Este es uno de los aspectos que tienen que ver con el fin de la infancia y que trae como consecuencia, también desde otro ángulo, la patologización.

El segundo tema al cual quiero referirme es a los cambios en los modos con los cuales esto influye en la transmisión de conocimientos y en la forma en la cual se posicionan los niños ante los adultos que transmiten conocimientos. Es indudable que hay dos estallidos severos, importantes, no digo que sean de riesgo, sino importantes en cuanto a los modelos tradicionales. Uno tiene que ver con las formas de procreación, vale decir con el estallido de la familia tradicional y otro tiene que ver con el estallido de los modos de circulación de conocimientos. Hay una serie de falsos enfrentamientos, en mi opinión bastante pobremente planteados, respecto, por ejemplo, a la escuela enfrentada a los medios de comunicación. Como si la televisión pusiera en riesgo el que los niños estudien. Cuando yo tengo pacientes adolescentes que se sacan 4 en la botánica de Linneo y me pueden explicar perfectamente un programa entero de Animal Planet o de Discovery Channel, donde saben mucha más biología y ciencias naturales que lo que el colegio pretende enseñarles. El nuevo movimiento en los medios de comunicación ha producido, también, un estallido en los modos de los procesos tradicionales de simbolización, que a los adultos nos son difíciles de seguir. Por ejemplo, no sé si todos los presentes conocen las diferencias entre Pókemon y Digimon. Y no es un chiste, es algo muy serio: los Pókemon existen los Digimon son virtuales. Los Digimon son creados dentro del espacio virtual como otro espacio virtual. Con lo cual los niños -y yo tengo un montón de nietos con los que puedo experimentar además de los pacientes- me dicen: “Pero, abuela, es muy fácil; los Digimon no existen, los Pókemon sí existen”. Entonces, se ha producido un desdoblamiento de los espacios virtuales que implican nuevas formas de simbolización. Sabemos que la lógica combinatoria de Piaget es una adquisición histórica de la cultura. No es una lógica fundacional, como la lógica binaria. Estamos frente a modos de simbolización que no han sido conceptualizados todavía y que no estamos en condiciones aún de instrumentar y darle la potencialidad que tienen.

Entonces, el segundo elemento que ha variado es el modo de emplazamiento de la familia y de la escuela frente a los conocimientos, porque éstas han dejado de ser los centros de transmisión de conocimientos para ser los lugares de procesamiento de la información que los niños poseen. Esto a todos los niveles. Con lo cual el maestro tiene que recuperar la vieja posición de maestro, no de alguien que imparte instrucción sino de alguien que procesa la formación del espíritu.

Claro, en la medida en que esto no lo transformemos, se genera una situación muy compleja, porque para los niños pobres indudablemente los maestros son compañeros de miseria. Con lo cual, qué les van a dar bolilla si no les pueden enseñar a vivir mejor. Y para los niños ricos, los maestros son empleados de los padres. Con lo cual, qué les van a dar bolilla al maestro si lo que aprendió no les sirvió para ser jefes o pares de los padres. Ustedes se dan cuenta que estamos en una situación muy complicada para rearmar los sistemas de transferencia.

Pero, además, es indudable que los niños están totalmente parasitados por las angustias catastróficas de los padres respecto al futuro. Y no sólo de los padres; de todo el sistema respecto al porvenir, porque no tienen una propuesta. Y este es uno de los derechos que nosotros tenemos que restituir a la infancia; el derecho a..., como decía una paciente mía: “Silvia, yo no quiero proyectos, quiero sueños”. Porque en realidad es imposible estructurar proyectos si no es sobre el trasfondo de los sueños. Es imposible estudiar si uno no piensa que algún día va a ejercer una profesión. Y es imposible poder formar una pareja si uno no piensa que algún día va a poder criar bien a los hijos. De manera que la relación proyecto–sueño es un derecho que los niños tienen, derecho a que restituyamos en el eje de la sociedad. Esto del lado de la cuestión del conocimiento, la escolaridad y los nuevos estallidos.
dije “infancia” y no “niñez”; en realidad no lo medité previamente, pero me doy cuenta ahora que estoy frente a ustedes, que la diferencia es que la niñez es un estadío cronológico mientras que la infancia es una categoría constitutiva. La niñez tiene que ver con una etapa definida por el desarrollo mientras que la infancia tiene que ver con los momentos constitutivos estructurales de la subjetividad infantil. Por eso la apelación al concepto de infancia que tradicionalmente se usaba para los que no hablan y, aunque en el psicoanálisis ha sido muy usado para el niño antes de que tenga lenguaje, creo que la categoría de los que no hablan en el caso de la infancia se marca por este nuevo paradigma, por esta nueva propuesta, del niño como sujeto. En la medida en que los niños, aunque hablaran han estado privados de palabra por muchos años. De manera que la idea de qué es lo que cambia o qué se conserva de la infancia que conocimos, se abre en una doble dimensión. Por un lado, en qué marco se constituyen hoy las condiciones de producción subjetiva de la infancia. Por otra parte, de qué manera hay un desfasaje entre las condiciones históricas que han derribado de alguna manera una serie de derechos de los niños, de derechos logrados durante muchos años en nuestro país y en el mundo -y ahora me voy a referir a algunos- y de qué manera, por otra parte, hay un deseo de reposicionarlos. Hay una paradoja en esto, en tanto los derechos que estamos planteando constituir no son nuevos sino que son derechos que se han ido perdiendo a lo largo del tiempo. Por eso hablo de qué se conserva hoy de la infancia que conocimos.
Otro tema que tiene que ver con esta cuestión está muy ligado a un tema que Eva Giberti ha trabajado mucho con Los hijos de la fertilización asistida [2] , respecto a que las nuevas tecnologías abren no sólo un campo de producción simbólica, sino un campo de producción reproductiva. La humanidad ha tardado cientos de años, digamos milenios, en poder tener relaciones sexuales sin procrear y ahora está, en este siglo, preocupadísima por procrear sin tener relaciones sexuales. Esto es absolutamente extraordinario y se refleja muy claramente en el pensamiento infantil. Yo soy psicoanalista y he sufrido varios golpes en estos años. Por ejemplo, el día que le interpreté a una niña eso que los psicoanalistas llamamos escena primaria, vale decir la relación entre los padres como situación de exclusión y como escena de engendramiento. Y me contestó: “No, si mi ya mamá no puede tener hijos”. Otro fue, por ejemplo, una niña a la que le pregunté por qué pensaba que los hombres tenían pene. Y me contestó lo siguiente -no me contestó “porque a las mujeres se lo cortaron”, como pensaba Freud. Me contestó: “porque el espermatozoide es largo y finito y necesita un canal adecuado para ser evacuado”. Siete años tenía. Con lo cual yo tuve una sensación extraordinaria, porque era una teoría sexual infantil, no era una teoría científica. Y lo que sí se conserva es el enigma.

Un niño de ocho años me explicó hace poco todo lo que hace a las relaciones sexuales; cómo se producen, qué le pasa al hombre, a la mujer, todo. Y cuando terminó le pregunté: “¿Y vos sabés que así se hacen los chicos?”. Y me contestó: “¡No me digas! Eso nunca me lo imaginé”. Es absolutamente extraordinario cómo se reflejan en los nuevos enigmas de la infancia los nuevos modos de circulación de las grandes transformaciones científicas en el interior de las formas de la reproducción.

Yo he trabajado en estos años para diferenciar dos conceptos: uno que tiene que ver con la producción de subjetividad y otro que tiene que ver con la constitución psíquica. Porque no es cierto que todo ha variado. Yo les estoy hablando de que los niños siguen haciendo teorías sobre los enigmas. Y aunque les expliquen las cosas, siguen metabolizando y transformándolas en función de fantasías que los habitan. La diferencia estaría dada por lo siguiente: la producción de subjetividad es el modo por el cual la sociedad define las leyes o reglas con las cuales un sujeto tiene que incluirse en la vida social. Cuando yo era chica iba a la escuela del Estado, y la maestra revisaba si teníamos pañuelo. Y cuando estaba en segundo grado, como era un país que no sólo se planteaba comer sino cambiar la estructura social de sus inmigrantes, en mi escuela que era una escuela culta de provincia, de las escuelas normales mixtas de origen sarmientino, de las maestras que trajo Sarmiento de Boston, a mí me hicieron llevar comida y nos enseñaron a usar los cubiertos. La alimentación escolar hoy es un índice del nivel de regresión del país en su conjunto, más allá de que sea necesario ejercerlo y sepamos que hay una enorme cantidad de niños que requieren proteínas para aprender y calorías para poder estar sentados cuando hace frío. Pero de todas maneras ahí estamos viendo que hay una propuesta de construcción de la subjetividad que en mi época tenía aspectos verdaderos y aspectos mentirosos tales como que “el ahorro era la base de la fortuna”. Hace unos días encontré mi vieja libreta de ahorro con $ 2.50 de aquella época... Nunca retirados porque la devaluación los hizo impotables... Bueno, esto es producción de subjetividad. Producción de subjetividad en Atenas, en Esparta... los modos en los cuáles cada sociedad ha ido definiendo cómo deben ser los sujetos sociales. Una de las cosas que más conmociona, en estos momentos, es ver en los niños que la legalidad, digamos, está determinada por el castigo y no por la culpa. Vale decir, hay una transformación; no es “no lo hago porque eso es malo o feo y no sería bueno si lo hiciera” sino, “no lo hago porque me pueden agarrar”. Y esto está en el discurso parental, no es un problema de los niños. Yo voy a recordar una anécdota terrible, que me ocurrió en México, cuando vivía allá en los años duros de la dictadura. En el estado de Tabasco, un niño de la comunidad, campesino, en tránsito, fue atrapado por un robo y entonces el jefe de policía, una persona realmente encantadora, -y lo digo en serio, un hombre precisamente puesto ahí para modificar las formas conocidas de la violencia policial y la represión- llamó a la madre, que era indígena y le dijo que su niño había robado. Entonces la madre agarró lo que se llama una reata, una cuerda gruesa que usaba como cinturón, y empezó a pegarle al chico: “¿Qué te crees, que eres presidente municipal para robar?, ¿qué te crees, que eres gobernador para robar?”. El policía le dijo: “Señora, lléveselo”. Y otro niño que le ofreció dinero a la profesora de inglés para que le dé por aprobado un examen en el que él había fallado, y cuando ella, indignada, llamó al padre para informarle de lo sucedido, este señor le dice: “Claro, y le ofreció poco, ¿no?”.

Entonces, estamos frente a modos de circulación, de caída de los sistemas de enunciados valorativos que, así como antes era una vergüenza tener piojos y robar, ahora los niños tienen piojos y roban. Y se habla poco del robo en las escuelas. Los niños roban, por eso en todas las escuelas llevan los útiles con su nombre. Y no roban en las escuelas de pobres, roban en las escuelas de ricos o de clase media. Lo cual demuestra que hay una distancia, en este momento, entre la voracidad que se genera en el conjunto de la sociedad frente a la enorme cantidad de bienes que circulan y las posibilidades que cada sujeto tiene de obtenerlos. Y quisiera plantear algo asociado a eso: la miseria no engendra delincuencia, lo que engendra delincuencia es la descomposición social. Y lo que nosotros estamos viendo -y hay estudios realizados sobre, por ejemplo, poblaciones periféricas de urbes obreras empobrecidas, en relación a sectores de desocupación-, a lo que estamos asistiendo, es a procesos de descomposición social que no están determinados mecánicamente por la pobreza. Y que afectan el conjunto de la sociedad. Con lo cual esto tiene que ver con la producción de subjetividad, y no es para siempre. Lo digo en términos alentadores; la producción de subjetividad no es para siempre. Es más, yo les diría que las formas espontáneas de reconstrucción solidaria de la sociedad argentina, los modos en que se producen en estos momentos formas espontáneas de recomposición solidaria son sistemas educativos básicos para los niños. Creo que esto también es algo que hay que tener en cuenta porque sino entramos en posiciones catastróficas.

Diferencia, entonces, entre producción de subjetividad y constitución psíquica. La constitución psíquica tiene que ver con ciertos universales. Las leyes de producción de la inteligencia no varían. Los modos de la simbolización varían en sus contenidos, pero, más o menos, se mantienen en sus formas, aún cuando aparecen nuevas formas de simbolización. Y formas realmente muy interesantes e inéditas de producción de simbolización, que vamos a tener que capturar para darles una posibilidad en los próximos años.

Los modelos tradicionales han caducado o se han vuelto obsoletos en un porcentaje altísimo, digamos, de las formas tradicionales en las cuales funcionan las familias en nuestra sociedad. No me corresponde a mi decirlo, pero hay una enorme cantidad de familias en nuestra ciudad con jefas de familias mujeres, hay un incremento de la desocupación masculina con mujeres que salen a trabajar; hay una enorme cantidad de variaciones con las nuevas formas de fertilización asistida y ya se están consagrando los primeros acuerdos para cambio de atribución de sexo y posibilidades de adopción para personas solas e inclusive en víspera de posibilidad de adopción homosexual. Y alguna vez habrá nueva legislación del matrimonio para personas del mismo sexo. Hay un gran debate respecto de la adopción homosexual lo cual es una tontería porque a esta altura los homosexuales, incluso, pueden engendrar: con los nuevos medios de fertilización asistida en Estados Unidos hay una enorme cantidad de parejas lesbianas que no tienen por qué adoptar porque hacen fertilización asistida y tienen hijos dentro de la pareja. Y se turnan para tenerlo. O de hombres que consiguen una amiga con la cual hacer una implantación de semen, para poder tener niños. Entonces, dejémonos de discutir cuestiones secundarias cuando lo que se está planteando acá es qué vamos a considerar nosotros como elemento que sí se sostiene en la constitución del psiquismo respecto a la relación adulto–niño. Es indudable que el viejo cuento del Edipo, del niño que amaba a la mamá y odiaba al papá, ya tiene poco lugar: hay pocos niños con mamá y papá. Ahora los niños tienen que asesinar al padre, al padrastro, al vecino... Quiero decir que si Edipo hubiera sido porteño hubiera tenido que salir al cruce de cuatro esquinas para liquidar todo lo que se le oponía para el encuentro con la mamá.

Pero es cierto, y esto es lo que se sostiene en la constitución de la subjetividad, que no hay ninguna razón para que los seres humanos tengan hijos más que su deseo de trascendencia y de amor. Los que hayan visto “Inteligencia Artificial”, el último film de Spielberg, por ejemplo, habrán entendido que la razón por la que aquella mujer, la protagonista, quiere un niño, es para ser amada y que ese niño quiere ser amado por una madre. Yo hago una broma, a veces, y digo que los seres humanos tienen hijos para no morir de amor propio. Porque en realidad no hay ninguna otra razón, al menos en el horizonte de nuestra cultura; se acabó “la prole para trabajar la tierra”. Ahora una boca más es otra boca más para alimentar y no dos brazos más para trabajar. De manera que no hay ninguna razón para tener hijos más que el deseo de trascender y el narcisismo trasvasante; el deseo de brindar el amor de uno mismo a otro. Y esto se sostiene y se va a sostener más allá de las nuevas formas de fertilización asistida. Se va a sostener salvo que se hagan embriones humanos para transplante de órganos. Pero ahí ya no estaremos hablando de condiciones para la humanización. Ahí estaremos hablando de cuerpos humanos y no de crías humanas.

Cuando nos tocó presentar el libro de Eva Giberti que mencioné, yo decía: “que nadie se haga la idea fantasiosa de que se van a producir seres artificiales para la guerra”, porque la verdad es que con el ejército de desocupados que tenemos más las nuevas tecnologías, quién querría procrear un bebé de probeta, que es carísimo, para mandarlos a morir en cualquier lugar del mundo. Hoy les sería absolutamente antieconómico, mucho más barato les saldría mandar a los desocupados a morir en cualquier lugar del mundo. De manera que no nos pongamos apocalípticos con la idea de que se van a producir seres humanos de probeta para la guerra. Se van a producir seres humanos de distintas maneras y estos seres humanos serán amados por quienes los han encargado. Quiero decir que lo que se mantiene es esta relación adulto–niño con una asimetría de poder y de saber sobre el niño. Y que esta asimetría de poder y de saber sobre el niño implica que sea fundamental que la sociedad encuentre modos de legislación de la relación adulto–niño, en la medida en que lo que sí se conserva del viejo concepto de Edipo que los psicoanalistas alguna vez acuñamos, es que hay una circulación erótica entre el adulto y el niño que tiene que ser pautada por la sociedad en la medida en que el niño está en una situación de desventaja respecto a conocimientos y posibilidades de dominio, y que el adulto está en una posición de poder respecto al cuerpo del niño. Con lo cual hay que redefinir el Edipo. Hoy en psicoanálisis, el famoso complejo de Edipo tiene que ser reformulado en términos de la interdicción que toda cultura ejerce respecto de la apropiación del cuerpo del niño como lugar de goce del adulto. Y esto va también con la legislación del tema “Lolitas”. No puede seguir existiendo una sociedad en la cual se dice que “la nena quiso...” Como dicen las mamás: “Y, bueno... la nena quería”. ¿Ella quería pasearse en bombacha y corpiño por la 9 de Julio para ganar $ 50...? Esto es un escándalo. Los niños no pueden definir los límites por los cuales el adulto se apropia de su cuerpo. Y hay un movimiento mundial muy grave que intenta bajar la edad de consentimiento para la sexualidad. Es más, hay sectas paidófilas en este momento trabajando en Italia, en varios países, intentando bajar la edad de consenso. Y la edad de consenso tiene que ser regulada no por el deseo. La sociedad no puede definir sus regulaciones por los deseos de los seres humanos sino precisamente sobre el deseo de los seres humanos. Nosotros tenemos una experiencia muy triste en este país respecto de la historia de los niños apropiados en la dictadura, donde se pretendía legislar de acuerdo a lo que los niños sentían. No se puede legislar de acuerdo a lo que los seres humanos sienten. Se tiene que legislar respecto a las acciones de los seres humanos y luego hacerse cargo de los sufrimientos que se producen.
Cuestiones que siguen variando también en la subjetividad infantil en los modos en los cuales circulan los enigmas. Yo señalé que la diferencia anatómica ya no tiene las respuestas que tuvo en el Siglo XIX e inclusive en el XX avanzado. Pero los niños siguen teorizando sobre la diferencia sexual anatómica.

Y también han variado los modos de la angustia. Yo no recibo prácticamente en este momento, más que en porcentajes mínimos, niños varones que tengan angustia de castración. Pero si recibo niños que tienen angustia de pasivización y de penetración. Hay una enorme angustia violatoria en los niños de este país, en realidad en todo el mundo, en Estados Unidos, que empapa al conjunto de Occidente, al menos en la parte del continente que nos ha tocado. Quienes hayan visto Ciudad de Ángeles [3] podrán recordar cómo hay un niño que puede morir porque le dijeron que “no debe hablar con los adultos porque son peligrosos”. Y una de las cuestiones que se redefine hoy es la cuestión abuso. Cuando se discute la nueva ley del menor, una de las problemáticas que se toma en cuenta es que las penalizaciones tienen que ser mayores para aquellos que tienen responsabilidades específicas con los niños. Para los miembros de las fuerzas armadas, maestros, padres, padrastros, sacerdotes... Todos aquellos que tienen poder de convicción sobre el niño que hace al niño más inerme frente a sus funciones y que, además, produce una caída de las condiciones de confianza en la infancia en el sostén que el adulto debe brindarle. La vieja idea que entre un niño de 12 años y uno de 6 se han bajado lo pantalones en el baño, en juegos sexuales, es ridícula. Los juegos sexuales se dan en simetría. No se dan en asimetría. Hay niños en este momento tratando de sodomizar a otros más pequeños, en los baños. Con lo cual hay una tarea muy compleja que es cómo regular estas situaciones de desborde sin transformar las escuelas nuevamente en un panóptico. Sin producir terror en la sociedad civil y sin incrementar más formas de fractura de los lazos sociales. La única manera de hacerlo es restituirles a los niños la palabra. Lo único que puede posibilitar esto es que los niños tengan condiciones para enunciar respecto a los hechos que padecen. Es indudable que esto ha cambiado enormemente en la Argentina. Hace unos años no se escuchaba a los niños cuando denunciaban situaciones de abuso. Y hoy se los escucha y hay un alto índice de alerta, respecto a eso. En general, se les empiezan a creer cada vez más y se empiezan a tomar medidas, más allá de lo dificultoso que es siempre la cuestión probatoria. No es mi tema, pero yo he estado trabajando, junto con otros colegas, en situaciones en las que hay que definir, para trabajar, no sólo sobre el discurso, sino sobre las formas indiciarias que aparecen. Vale decir, en situaciones traumáticas los modos en los cuales la realidad se nos hace evidente es a través de indicios y no solamente a través de fantasías; los niños pueden fantasear mucho pero los detalles que aparecen en los dibujos o en los relatos no son fantasiosos, no son imaginarios. Fracturan el orden del fantasma y dan cuenta de un elemento real no digerido. De manera que el trabajo con nuevos modelos para producir posibilidades diagnósticas de situaciones traumáticas severas que atraviesan los niños forma parte de nuestra responsabilidad.
Una o dos cuestiones más para ir cerrando mi intervención y abrir la posibilidad de debate.

Estas nuevas formas que se van produciendo, indudablemente establecen una interceptación en los modos en los cuales se van constituyendo los procesos de pensamiento. Los niños no solamente están trabajando un exceso de horas en este momento, sino que están bombardeados por una cantidad de excitación que no pueden metabolizar a partir de los medios que poseen. Quiero decir que hay un acceso desmesurado relacionado por supuesto con los modos de la comercialización; los canales que, en horario de no protección al menor, durante el día, dan los avances de lo que va a ser visto a la noche, en horario de protección al menor. O, por ejemplo, todo lo que tiene que ver con los “Reality Show”, que los niños miran esperando el momento en que pase algo. El tema de los reality show es muy impresionante; ustedes vieron que en los canales de aire en este momento prácticamente son todos reality show. Se acabaron los programas con argumento.

Es tal la cantidad de información que los niños están hoy obligados a incorporar que queda muy poco tiempo para procesarla. Con lo cual la falta de procesamiento disminuye toda posibilidad metabólica y en la medida en que no hay posibilidad metabólica, lo secundario y lo principal pasan a ser del mismo orden. ¿Por qué? Porque nadie sabe cuáles son los conocimientos que van a sobrevivir en cinco años. Es tal la velocidad de caducidad de los conocimientos que nadie se atreve a erradicar algunos y a dejar otros. Entonces se les da simultáneamente una enorme cantidad de conocimientos a los niños, por supuesto, más los que ellos perciben por otras vías; ustedes vieron que hay toda una jerga en este momento entre los púberes y los adolescentes que está totalmente atravesada por los modelos informáticos.

El tema es el siguiente: cómo hacemos para crear, sin hacer un discurso moralista y vacío, el contexto de procesamiento de estas condiciones. Porque indudablemente en la medida en que los sistemas psíquicos entran en cortocircuito a partir del exceso de estimulación que recibe, más el deterioro de las pautaciones valorativas respecto de la función del conocimiento, más las formas en que se superponen permanentemente modelos interhumanos de adquisición de conocimientos y modelos mecánicos de adquisición de conocimientos (y cuando digo “mecánicos” me refiero a que un chico puede perfectamente autoabastecerse de conocimientos con la computadora, sin necesidad de un adulto que lo ayude a procesarlos). Con lo cual, en la medida en que no hay un adulto que lo ayude a procesar la información, hay una enorme cantidad de conocimiento que ingresa adecuadamente y otra que ingresa fantaseado. Siempre el autodidactismo ha producido estos engendros extraños que hacen que las teorías circulen sin posibilidad de intercambio con el otro. En última instancia el control del delirio está dado por el intercambio intersubjetivo. No hay manera de controlar la validez del conocimiento si no es bajo dos formas: la forma de su aplicación y la forma de la intercomunicación. Y en la infancia no hay aplicación posible, lo que hay es intercomunicación.

Entonces, una de las cuestiones es la siguiente: cómo los adultos logramos una mediatización, con estas nuevas formas de subjetividad, para que no estallen en la posibilidad de producción de inteligencia, para que no estallen en la posibilidad de organizaciones que al mismo tiempo sean creativas y, además, racionales.

Esta es la bisagra compleja en la que estamos colocados en este momento del proceso de adquisición y producción de conocimientos.

Y, por otra parte, cómo producimos formas metabólicas ordenadas respecto a la circulación de información sexual sin que esto se convierta en una regresión oscurantista respecto al apartamiento del niño de los conocimientos que la sociedad está obligada a otorgarle para que pueda constituirse como sujeto social.
Termino con una cuestión que me parece muy importante.

Es indudable que el riesgo mayor, en general, en la sociedad occidental, y que muy especialmente nos atañe a nosotros, es un estallido de los procesos de subjetivación. Vale decir, una cosificación de los procesos de inserción social con desaparición del reconocimiento del otro en tanto otro. Esto está dado de múltiples maneras y nuestra sociedad argentina arrastra situaciones terribles. Yo siempre digo que uno de los problemas más serios que tenemos los argentinos es nuestra capacidad de inventiva. En los setenta tuvimos la represión, después tuvimos la hiperinflación y ahora tenemos la recesión.[4] Pero lo más serio de esto es una cierta contigüidad, riesgosa, de la fractura de los procesos de subjetivación. Hay intentos espontáneos extraordinarios. Pero creo que tenemos que plantearnos seriamente espacios como éste para pensar cómo no nos dejamos ganar por las formas de desubjetivación imperantes que tienen que ver con la patologización, por un lado -cuando digo “patologización” me refiero a la etiquetación del niño en hiperkinético, hiperactivo, desatento, dislálico, discalcúlico, dispráxico, dismamítico... lo que quieran-, pero realmente esta desestructuración en la que ha entrado la infancia, en una descomposición sintomática por una parte, que me parece altamente riesgosa, y por otra parte en la transformación de un niño en un sujeto destinado a la cadena productiva, sin posibilidad de producción en términos intelectuales.

Es verdad también que los chicos están en este momento, además de en múltiples tareas, en múltiples tratamientos. ¿Por qué? Porque hay una suerte de perfeccionismo de capacidades, con lo cual tienen exceso de tratamientos de todo tipo: psicológico, fonoaudiológico, psicopedagógico. ¿Ustedes vieron el porcentaje de niños que requieren psicopedagoga y que requieren auxilio escolar? Días atrás me sorprendí mucho; encontré en la facultad de psicología cartelitos de gente que se ofrecía para preparar alumnos para los exámenes de la facultad. Yo no podía creer que la gente necesite de otro para prepararse para los exámenes de la facultad. Por supuesto, tiene que ver con una caída de los hábitos de estudio, tiene que ver con un nivel de irracionalidad importante en los modelos y tiene que ver también con una falta de trabajo personal enorme. Y además con facultades tan multitudinarias, y la enseñanza más personalizada requiere grupos más pequeños, y entonces la gente paga maestro particular para preparar psicopatología II. Después, que nadie se analice con ellos... ¿ustedes se imaginan al tipo que preparó con un profesor particular “Psicopatología” en la facultad? ¿Y al tipo que preparó “Clínica Médica” en Medicina con el maestro particular...?
Diálogo con el público
Intervención: ¿Los nuevos sistemas de fertilidad asistida pueden ser perjudiciales para la idea de concepción de los niños?
S. B.: Bueno, Eva Giberti ha escrito sobre esto. Yo tengo la idea de que estos se incorporan como nuevas fantasmáticas y tienen que ver con los modos con los cuales los niños y los padres procesan estas situaciones. Por ejemplo, un señor a cuya esposa le hicieron una inseminación asistida dice: “Yo comparto la paternidad con el médico”. Esto tiene que ver con su fantasía y no con su realidad, porque este señor ha hecho el amor con su señora y en otra circunstancia han usado un espermatozoide de él. Pero su sensación es que él no es totalmente padre del niño porque no lo ha gestado en el cuerpo de la madre. Estos son fantasmas, de distinto tipo, que se verá qué destino tienen. Estamos viendo aquellos primeros niños de probeta, ya como adolescentes en este momento, en los consultorios. Es muy interesante. Pero yo les diría que esto forma parte del modo en que la sociedad en su conjunto lo procesa. Lo que antes eran situaciones fuera de lo común o anormalidades ahora son formas de engendramiento que van circulando. Ustedes se dan cuenta de que en las capas medias argentinas hay una enorme cantidad de niños adoptivos. El país ha producido una cosa muy impactante; tenemos adopciones de niños del tercer mundo, por infertilidad en el primer mundo. Es extraordinario lo que ha pasado en Argentina. Con lo cual tenemos sectores de las clases altas que no engendran y sectores de las clases bajas que entregan a sus niños. Tenemos simultáneamente problemas del primero y del tercer mundo. Entonces esto está produciendo situaciones totalmente inéditas. Porque no es solamente madres solteras o adolescentes, como las americanas; son mujeres con varios hijos los que entregan periódicamente a los niños. Hace años que han cambiado las pautas de la sexualidad entre los niños y las niñas, ha disminuido la edad de comienzo de la sexualidad, hay una enorme cantidad de embarazos en adolescentes de todos los sectores sociales. Antiguamente, en las escuelas religiosas, cuando una adolescente se embarazaba era un escándalo; ahora la aplauden para que no aborte. Entonces van a la graduación con la panza, viene el obispo, la saluda... es extraordinario. Claro, la Iglesia ha elegido el mal menor...

Yo no creo que sea perjudicial. Yo creo que habrá que ver cómo se procesa. De todos modos los hijos de los matrimonios heterosexuales que nacían en el lecho con los camisones que decían: “No es por vicio ni por fornicio, sino por dar un hijo a tu servicio”, también eran psicóticos.

Y como dicen los homosexuales: “los gays son hijos de parejas heterosexuales”.

Yo soy muy poco moralista sobre los modos en que los seres humanos resuelven sus pasiones y angustias siempre que no sea lesionando a otro, o dañándolo. Quiero decir que mi función es hacerme cargo de los efectos sufrientes en los seres humanos, de las transformaciones en las pautas de cultura y no de pautar, por eso soy psicoanalista y no monja o cura.
Intervención: Si el complejo de Edipo no tiene un valor simbólico en la estructuración subjetiva, ¿qué viene a ocupar su lugar?
S. B.: El complejo de Edipo tiene una función estructurante. Lo que está cuestionado es el complejo de Edipo entendido en los términos en que fue concebido en la época de Freud... Bueno, sigue vigente, pero en poca gente ya. Porque inevitablemente los descubrimientos psicoanalíticos, en la medida en que son trabajados con la subjetividad histórica, van produciendo avances en el conocimiento. Con lo cual el descubrimiento freudiano del Edipo es extraordinario, siempre y cuando hoy se dé cuenta uno de que ya no pasa por el cuentito, sino que pasa por los modos en los cuales tiene que producirse una interceptación de la apropiación del cuerpo del niño como lugar de goce del adulto. El segundo elemento que hay que descartar, en mi opinión, es la concepción de que esta función instituyente terciaria que tiene la cultura en la relación adulto–niño, hay que llamarla “nombre del padre”, como la llamó Lacan o metáfora paterna. Porque allí hay algo extraordinario: Lacan hace un descubrimiento magistral ligado a Levy Strauss, que es el descubrimiento de que hay una universalidad, en este aspecto, constituyente. Pero lo llama “nombre del padre o metáfora paterna”, porque en el fondo conserva el hegelianismo de la sociedad europea, de creer que se ha llegado al fin de la historia, con lo cual la forma más acabada de todo esto es el nombre del padre o la metáfora paterna. Hay que conservar esta idea de Lacan respecto a la función terciaria en la interceptación del goce, que es un avance importantísimo respecto a Freud, pero yo no puedo decir sin ruborizarme que esto es la metáfora paterna o el nombre del padre. Mucha gente acá que trabaja con situaciones de abuso, sabe perfectamente de los horrores que han hecho mis colegas cuando han pensado que una madre que sustrae el hijo del padre es porque es una madre fálica que no deja entrar al padre, cuando el padre en ese momento está funcionando como seductor, como abusador o como apropiador del cuerpo del hijo en una relación perversa y lo que hace, en ese caso la madre, es tratar de evitarlo.
Intervención: ¿Cómo podemos, como docentes, impartir pautas de conducta en estos chicos, cuando desde la familia no somos apoyados?
S. B.: Bueno, esto es una situación compleja de la relación entre familia y escuela. Ustedes saben que acá ha habido, desde el siglo XIX, una tensión fuerte entre la función de la escuela y la función de los padres en la educación, donde la Iglesia sostuvo durante años que era la familia quien debía hacerse cargo y dar las pautas de la educación, mientras que el Estado -fundamentalmente en sus pensadores más avanzados y dentro de la misma institución educativa- se planteaba la construcción del Estado–Nación, a partir de que fuera precisamente el Estado el que se hiciera cargo. Y es también muy claro que acá ha habido dos grandes proyectos educativos que tienen que ver con la construcción del Estado–Nación: el proyecto de Sarmiento a mediados del siglo XIX y el proyecto de Perón a mediados del siglo XX. Más allá de mi distancia con el peronismo, no puedo dejar de reconocer que hubo un proyecto de Nación en Perón. Y además, hubo un proyecto educacional que está plasmado en cosas que comparto y cosas que no comparto. Entre otras cosas, no comparto que nos enseñaran, con La razón de mi vida, que la razón de la vida de una mujer es un general. Más allá de mi respeto por Eva Perón. Quiero decir con esto, que tal vez Evita no hubiera dicho “la razón de mi vida es el general”, porque se hubiera muerto de vergüenza. Pero lo que quiero decir, entonces, es que el problema es que la escuela tiene que hacerse cargo hoy del nivel de desintegración de la sociedad civil. La escuela es una de las pocas instituciones estatales que está en contacto con la gente. No quedan prácticamente instituciones... Lo que, cuando éramos estudiantes en los setenta, llamábamos “aparatos ideológicos del Estado”, ahora lloramos para que vuelvan porque los desintegraron todos. Yo quiero hospitales, quiero escuelas, quiero todos los aparatos ideológicos del Estado, que me los devuelvan. Pero la escuela sigue existiendo. Con lo cual, yo creo que la escuela, -es mi opinión y no soy una pedagoga- tendría que replantearse las formas de recomposición de ciertos nexos sociales con los padres. Es indudable que algunas acciones, en algún momento del sindicalismo docente, cumplió esa función en la medida en que aglutinó detrás de las preocupaciones de los docentes las problemáticas de la familia, en la defensa de la escuela pública. Pero también es cierto que las formas se agotaron en la medida en que no hubo una respuesta retributiva sino que era una propuesta centrada en las necesidades de los docentes, con lo cual creo que una de las cuestiones que se plantean en este enfrentamiento es de qué manera la escuela puede abrir un nuevo horizonte respecto a esta cuestión de las pautas. Creo que no se puede plantear la recomposición de pautas y valores para los niños, sino se rediscuten los modelos de circulación de esas pautas y valores, en la sociedad en su conjunto desde la escuela misma. Tal vez hay que discutir hoy el rol de la escuela en el interior de toda la sociedad argentina como instancia educativa reconstituyente de los nexos sociales. Tal vez hay que volver a replantear una propuesta del orden de las propuestas de los siglos XIX y XX, pero no me compete a mi; no soy yo quien tiene que hacerlo y ni se cómo se hace.
Intervención: ¿Qué pautas o conductas serían para el niño de hoy?
S. B.: Ustedes saben la diferencia que hay entre lo sano y lo normal. Si yo digo “formemos niños normales”, tengo que formar cretinos y vivillos. En cada época histórica de crisis severa y de retroceso social la normalidad pasa por la cretinez y la avivada. Si yo tengo confianza en el futuro tengo que formar sujetos que, aunque sean un poco disarmónicos con los intereses inmediatos, puedan pautarse en relación a ciertas propuestas de recomposición de lazos sociales futuros. Es indudable que esta es una pregunta que apunta a la ideología. Entonces no la voy a responder como profesional y no sé si me corresponde responderla ideológicamente. Si sé que hay algo que compartimos y por eso hoy estamos acá, que es la preocupación por la recomposición de las relaciones intersubjetivas en el interior de la infancia y de los derechos del niño. Creo que es alrededor de ese eje estructurante que hay que rediscutir la cuestión de impartición de pautas. Los modelos de aprendizaje, los modelos de sexualidad, los modelos de la pautación del ocio. El ocio está en este momento subvertido en su función; en los niños pobres el ocio se ha convertido en formas marginales de intercambio atravesados por microculturas que claramente no se plantean la menor posibilidad de recomposición en el interior de la sociedad. Y en los niños más ricos, el ocio ha perdido todo lugar y lo lúdico ha quedado capturado totalmente por el trabajo. El fin de semana es un fin de semana de trabajo. Así como Levy Strauss contaba que un tobriandés decía que no se casaría con la hermana porque no tendría un cuñado para ir a pescar, los niños de la clase media argentina no se casarían con la hermana porque no tendrían un cuñado para jugar al tenis y para que le consiga trabajo algún día. Pero estamos hablando de que están totalmente determinados por intereses de constitución de microgrupos con fantasía de poder económico y social los modos con los cuales hoy se juega el ocio de los niños, que ya no es ocio.
Intervención: ¿“Articular proyectos sobre los sueños”? Los sueños también cambian. Quisiera que hablara un poco más sobre esto.
S. B.: Yo creo que uno de los problemas más serios que tenemos en este momento es la imposibilidad de articular sueños. Fíjense que lo que está pasando con el tema del voto en blanco y el voto anulado está relacionado con eso, claramente. Está relacionado con la imposibilidad de soñar, de confiar. Con la imposibilidad de que alguien “nos haga el bocho”. Yo diría que esto es un debate que tenemos que tener todos. ¿Qué quiere decir recomponer los sueños? Quiere decir recomponer las posibilidades que tenemos de una sociedad en la cual no caminemos de manera inerme hacia el deterioro y la pobreza.
Intervención: Usted afirmó que la esperanza de un país puede verse en sus políticas de infancia. ¿En qué situación ve a la Argentina con respecto a esto?
S. B.: Yo agregaría algo. La situación de un país se ve no sólo en sus políticas para la infancia, sino en cómo piensa a sus niños. En cómo la gente piensa a los niños. Yo siempre recuerdo con nostalgia que cuando volví del exilio en México, a la Argentina, en el 86, pasé y vi en una frutería de Boedo un cartel que decía “Señora, ¿quiere que su hijo cante como Plácido Domingo?, llévele nuestro melón Rocío de Miel. ¿Quiere que su marido gane el Premio Nóbel, llévele nuestros duraznos priscos?” Esos eran carteles de una verdulería de Boedo. Ahí había una esperanza de país que no pasa por las políticas. Pasa por algo que se define a posteriori en las políticas y se realimenta con las políticas. La consigna de que en la nueva Argentina “los únicos privilegiados son los niños” no se le ocurrió a la genialidad de Perón. Era un país de inmigrantes que confiaba plenamente en que los hijos vivieran mejor que los padres y se regalaban pelotas y triciclos; y no solamente porque había excedente para comprarlos, sino porque había espacios lúdicos con los cuales soñar, a partir de que a eso venían las generaciones que llegaban tanto del Chaco como de Europa.

El segundo aspecto en que se ve la esperanza de un país es en qué hace con los viejos. Porque, cuando uno piensa en qué se le está dando a los viejos, piensa que, además, le está dando un modelo a las generaciones futuras. Quiero decir con esto que una de las cosas graves que pasa con el tema de los viejos, es que acá se les empezó a llamar “abuelos” en lugar de “jubilados”. La categoría de “jubilados” es una categoría social y política y tiene que ver con la deuda que la sociedad tiene con los viejos que han trabajado y aportado toda su vida, no con la caridad que tenemos que hacer. Entonces, la categoría “abuelo” ha suprimido de un golpe a un estamento con derechos en el interior de la sociedad, y lo ha transformado en los viejitos de los que tenemos que ocuparnos. No es así. No son nuestros abuelitos. “Adopte un abuelo”, ¿vieron todo esos mensajes que aparecieron hace un tiempo? No, yo entiendo que el Estado está en crisis. Pero aún estando en crisis, tenemos la obligación de decir: “Nosotros tenemos una deuda brutal con las generaciones anteriores, y no podemos aceptar que se repita con las próximas”.

Y esto es lo mismo que pasa con los niños. Nosotros necesitamos proyectar en los niños, no solamente políticas de infancia, no asistencialismo, sino nuevos modelos en relación al futuro. Y que se plasme, a partir de ello, una ida y vuelta entre las políticas de infancia y los nuevos modelos para pensar el futuro de los niños. Por eso yo estoy profundamente consternada por la ausencia de propuestas cotidianas para los niños. Si bien hay bolsones dignos en todo esto. Ustedes saben que es impactante cómo en ciudades de provincia, inclusive muy alejadas, siguen dando teatro trashumante para los niños... Siguen existiendo propuestas. Indudablemente hay en la ciudad de Buenos Aires una militancia recreativa que es impactante, una enorme cantidad de gente movilizándose para llevar a los niños a ver espectáculos, a veces con las últimas monedas que tienen. Y hablo de los sectores más empobrecidos, que sigue llevando a los niños a ver teatro callejero, los sigue llevando a ver cosas en las plazas. Esto es absolutamente conmovedor; estamos viviendo los restos de un país que tenemos que reconstruir. Y no nos podemos permitir jugar esta historia por más de una generación. No podemos seguir viviendo del recuerdo de lo que fuimos.
También se dice que hoy los niños no leen; no leyeron nunca. En mi época no leía nadie; no había televisión y tampoco leían; estaban diez horas con el balero. No mistifiquemos. Estaban los que leían y estaban los que no leían. Los que leían seguimos leyendo y los que no leían no leyeron nunca. La televisión no le quita la lectura a nadie. Es un cuento eso.

Los presentes acá de más de cuarenta años debían leer, por eso están acá ¿cuántos de sus compañeritos leían? Además a uno lo cargaban, le decían cosas... Antes les decían “tragas”, hoy les dicen “nerds”. No es verdad que antes se leía más. Es más, la televisión y el cine han acercado grandes procesos culturales a la gente. Han difundido y popularizado a los clásicos; todos los niños hoy conocen Hamlet a través de El rey León. Se han producido fenómenos muy interesantes.

De manera que yo no soy pesimista en ese sentido. Estoy altamente preocupada y lo que acaba de ocurrir en los últimos meses me preocupa profundamente más porque, además de todo lo que ocurre en el mundo, se ha sumado el terror por un lado y la recesión por el otro. Con lo cual todos estamos preocupados. Pero si uno hubiera vivido en la Europa del treinta y pico, en la Roma del siglo V, A.C., siempre hubiera encontrado la idea de que el mundo se va al demonio y hasta ahora permanecemos...
Intervención: Uno lee o escucha: “Adolescente mata a otro”; “Violentos en el recreo”. ¿Qué hacer con ellos en las escuelas?
S. B.: Todos estamos muy impactados por la violencia escolar, no solamente entre pares sino con los maestros. Y esto tiene que ver con la caída de los sistemas de referencia hacia los maestros. Los maestros han dejado de ser respetables e intocables, y es muy brutal la posibilidad de que se instalen situaciones de terror con los adolescentes. Pero creo que tenemos que discutir en primer lugar de qué es efecto la violencia. Hay un exceso de respuesta fácil. No es efecto de la desintegración familiar y tampoco es efecto de la televisión. No se puede definir tan simplemente eso.

Ahora, además, con lo de Suiza que les liquidaron catorce tipos, se acabaron los paraísos.[5] Porque, quién hubiera pensado que a los suizos les iba a pasar eso, tan mesurados ellos... Entonces, estamos en situaciones sintomáticas en el mundo. Y en nosotros aparece en las escuelas. Es curioso que aparezca todavía poco en las situaciones laborales. Hay otra violencia allí. ¿Cómo resolverla? No sé. Sí sé cómo no se debe resolver. No se puede resolver con palpación de armas. Esta no es la forma de resolver la violencia adolescente ni infantil, claramente. No se puede resolver poniendo máquina de detectar metales como en los aeropuertos. Eso no se debe hacer. No se puede convertir las escuelas en un panóptico. Habrá que buscar formas de redefinición de los enlaces.

Tampoco se va a resolver bajando la edad de punibilidad, que es el otro punto al que apuntan algunos. El mandato constitucional establece que el sentido de la privación de la libertad no debe ser el castigo, sino la adecuada preparación para la vida en libertad. Bajar las edades de penalización incrementa el despojo de derechos de la infancia como lugar de protección por parte del Estado. Pero quiero decir una cosa; todas las armas que llevan los niños vienen de las casas. Con lo cual, empecemos a discutir no sólo cómo controlar la violencia en las escuelas, sino qué está pasando con la Justicia como entidad y con la impunidad. Empecemos por debatir eso y por ver qué hacemos con el tema de las armas en la sociedad civil que están siendo aplaudidas, por algunos sectores, como forma de autodefensa. Con lo cual si los adultos hablan de autodefensa, los niños llevan armas a las escuelas. Estamos viviendo situaciones muy graves.

De todos modos yo insisto en no ser alarmistas sino sujetos preocupados, porque tengo la impresión de que, pese a la gravedad de esta recesión económica y social que tenemos, tengo la convicción de que el nuestro es un país con reservas mayores a las que suponíamos. Y creo que hay que trabajar con eso, recomponiéndolas.