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Conferencia de Oscar Sotolano*

En primer lugar las gracias son a Uds. Uno protocolarmente puede decir muchas gracias cuando lo invita, ahora cuando después de haber asistido durante todo el día de ayer y de hoy al trabajo que se estado realizando el agradecimiento es absolutamente genuino porque si una Institución se pudiera definir por las Jornadas que realiza estas Jornadas hablarían muy bien de esa Institución. Con lo cual han tenido una muy feliz manera de honrar estos 30 años.
Por otro lado tantos agradecimientos ahora públicos y en muchos momentos privados me crea una situación de franca incomodidad porque entre el ideal de yo y el yo ustedes saben, siempre hay un abismo y me siento como compelido a cumplir lo que es imposible cumplir. Cuando me invitaron y ahí hay un agradecimiento especial a los organizadores y en particular a Aldo y Amanda, me invitaron a partir del libro, el libro les había producido un efecto que justificaba convocarme, pensaban. Y entre otras cosas me dijeron que era una buena oportunidad para presentarlo.
En realidad el tema es que cuando uno presenta un libro, las presentaciones de libros son siempre operaciones de marketing, en realidad uno presenta un libro para que se venda, para eso se organiza. En el universo actual del mundo cultural las posibilidades de circulación de cultura y sobre todo cuando existen, o en editoriales chicas en el mundo literario por ejemplo, y en el campo del psicoanálisis que cada vez tiene góndolas más pequeñas en los espacios de las librerías y Bucai ocupa mucho más lugar; hace que los espacios de presentación sean espacios realmente de venta, de venta de un producto.
Ahora en esta situación yo temo sentirme como un personaje que Uds., que seguramente han disfrutado de Les Luthier, recordarán la balada de Warren Sánchez, aquel personaje que mientras comentaba la llegada de este, esta especie de sabio oracular, se dedicaba a decir “y esto que acabo de decir está en venta en la puerta de la...” esa es una situación un poco incómoda, con lo cual a la invitación de presentar el libro y hablar de cosas que pudieran estar en el libro no me voy a suscribir. Porque entre otras cosas Uds. ya han organizado unas Jornadas sobre un tema particular y si bien voy hacer algunas referencias que tienen que ver con el libro básicamente querría tratar de circular por los problemas que ustedes se han planteado. Problemas que por otro lado son muy caros para mi, tengo muchas cosas escritas sobre estas cuestiones. Mientras pensaba que decir era arrollado por una cantidad de ejes que podían tomarse desde una perspectiva tan amplia como la que implica hablar de sujeto, cultura y psicoanálisis dilemas y encrucijadas, es enorme y bastísima la posibilidad en que uno puede encarar esto. En ese sentido voy a tratar de mantener la modalidad que en general me caracteriza ir planteando un camino de pre ideas, es decir no un conjunto de enunciados taxativos, va haber algunos enunciados taxativos, pero tratando de fomentar pensamiento. Entre otras cosas porque hoy por hoy me parece uno de los desafíos fundamentales que tenemos por delante, en el plano de psicoanálisis pero en el plano de la cultura en general. No me da mucho gusto la perspectiva de que el universo del conocimiento gire alrededor del power point y disculpen los que lo han utilizado, puede ser una herramienta en un momento ilustrativa, pero me parece que en algunos casos se está transformando en una mecánica por la cual se sustituye por la información el proceso de pensar. Con lo cual lo que importa es que queden algunos datos, que están puestos siempre en una pantalla.
Meterse en las relaciones entre sociedad, cultura y psicoanálisis es siempre, a mi parecer, enormemente problemático, y mucho más problemático para los psicoanalistas, porque es hablar de intersecciones de campos que tienen lógicas propias y los psicoanalistas corremos un riesgo. O nos hacemos demasiado psicoanalistas y entonces podemos pecar de reduccioncitas y entonces tratar de hacer lecturas psicológicas del campo social que empobrezcan la dimensión propia que el campo social tiene o hacer lecturas como las que pudo hacer en algún momento un espacio del psicoanálisis que fue el culturalismo por el cual se planteaban relaciones entre lo cultural y lo social en la cual lo especifico del campo de lo inconsciente y de la subjetividad quedaban como relegadas a puros efectos de consecuencia ligadas a fenómenos sociales. Entonces entre esa tensión, entre el reduccionismo psicológico y lo que podría ser un culturalismo que podría ser un modo de reduccionismo sociológico, es muy difícil hallar un punto. En realidad yo siempre voy encontrando puntos de tangencia, nunca puntos de encuentro. Hay un encuentro allí, hay un encuentro acá que sirva para pensar, pero es muy difícil encontrar puntos de articulación rigurosos, entre otras cosas, por las peculiaridades específicas que cada campo tiene.
Yo voy a ser atípico para estas jornadas, aunque no para un comentario que vos (referencia a alguien del público) hiciste en la mesa anterior, y digo que es atípico porque entre los psicoanalistas se habla de lo social pero llamativamente nunca se lo cita a Marx, por lo menos en los últimos años. Se habla de Bourdieu, se habla de Derrida, se puede hablar de Batimor, se puede hablar de Bodrillard, se habla de Castoriadis, pero Marx es un ausente y a mi me parece que hoy por hoy la ausencia de Marx en el pensamiento social es uno de los efectos que ha tenido el triunfo, por lo menos parcial, pero concreto y rotundo, que ha logrado el capitalismo en el mundo. Ha logrado extirpar del pensamiento las ideas de Marx, al punto que en general ni se estudia ni se exploran. Y si se estudian y se exploran es con un grado de dogmatismo francamente preocupantes.
Y digo esto porque ayer vimos unas películas preciosas, realmente yo quedé conmovido por esas obras narrativas que un minuto lograban sintetizar grandes problemas de la época de los que todos hablamos, liquidación del medio ambiente, liquidación subjetiva, la transformación de esa chica en prostituta hecha en una imagen francamente conmovedora, la destrucción de los espacios de hábitat. Todos problemas que forman parte ya de una suerte de naturalización del clima social. Yo se que si lo cito a Marx digan este es un viejito setentista que vino y tiene nostalgias del cordobazo. Viejito no me siento aunque soy un abuelo feliz, setentista soy y del cordobaza rescato la dimensión épica de un momento social particularmente vivo de la historia argentina, pero también de la historia mundial. Y en realidad creo que lo que uno tienen que mantener de aquello es la indignación, porque con la naturalización que se puede hablar académicamente sobre estas tragedias sociales que nos asolan todo el tiempo me parece que es uno de los grandes dramas de nuestra subjetividad, no voy hablar de la subjetividad en general sino de la nuestra. En que medida podemos hablar con comodidad con respecto a la destrucción sistemática del plantea de de su gente.
Entonces voy a citar a “El Capital” de Marx, después de desarrollar ampliamente las tendencias del capitalismo dice: «la producción capitalista solo desarrolla la técnica y la combinación del trabajo social al mismo tiempo que agota las mismas fuentes de la cual brota toda riqueza, la tierra y el trabajador», esto lo dice anticipándose 140 años a los desvelos de los ambientalistas modernos. El capital no solo destruye, y esto lo digo yo, material y psíquicamente al hombre, no solo destruye sus referentes simbólicos pretendiendo, por ejemplo que el trabajo social es prescindible en una sociedad humana, sino más radicalmente la tierra en la que vive y ninguno de sus actores advierte la envergadura del desastre, escisión del yo mediante, los capitalistas, sus administradores y mercenarios ignoraran o desmiente que su acción básicamente explotadora es además de criminal, suicida y arrastrados por la lógica de lucro que mueve al capital como definitivo estímulo ético y posibilitados por la fragmentación del pensamiento que muchas veces se hace pasar por diversidad ignoran los pronósticos que sobre las consecuencias de sus actos se realizan.
Hoy el capital que torna mercancía todo lo que circula por la faz de la tierra ha hecho del hombre y la tierra, una cosa, como tal reducible a puro desecho. Me quiero ubicar allí, y me quiero ubicar allí para que no queden dudas porque en general tenemos una tendencia a utilizar términos en niveles conceptuales tan generales que no sabemos desde donde se está diciendo lo que se dice. Y una de las cuestiones con las ciencias sociales, y en las ciencias sociales incluyo también al psicoanálisis en toda su preocupación humana, es que la objetividad está definida desde el sujeto de la enunciación. Es decir uno dice y define desde donde habla y es desde donde habla que define cual es la objetividad que propone. No es una objetividad del mundo que uno observa, es la objetividad en enunciados que uno hace formulando los términos en que lo dice. Esto entre los psicoanalistas es vital, cuando usamos términos provenientes de distintos campos por ejemplo del psicoanálisis, sin decir desde que campo lo usamos y parece que todos hablamos de la misma negación, pero uno es kleiniano y otro es freudiano con lo cual negación quiere decir cosas absolutamente distintas. Los enunciados tienen que ser dichos desde donde son enunciados. Yo en ese sentido quiero ubicar, porque ubico allí esta dimensión dramática de lo social. Y creo que hay que ponerla dramática, porque además de ser dramática es lo único que al mismo tiempo permite encontrar la vitalidad de esos fenómenos circunstanciales, en red, aleatorios, a veces consistentes que se van produciendo por todos lados. Que estos chicos produzcan estas películas no me habla solo de la época de la insignificancia, me habla que hay lugares de significancia y que los movimientos sociales que existen en toda Latinoamérica, a las luchas que se han desplegado en los últimos años en el mundo entero hablan de intentos de dar sentido a un mundo que tiende a perderlo detrás de la lógica del lucro.
A mi siempre me han importado las cuestiones metodológicas, uds. hablaban de la ciencia del psicoanálisis , yo en el libro, ahora soy Warren Sánchez , en el libro planteo al psicoanálisis no tanto como una ciencia sino lo formulo como un arte con legitima aspiración a la cientificidad y digo que no es una ciencia porque en los cánones tradicionales de lo que hoy se entiende ciencia, en tanto aquello que puede ser demostrable en experiencias que pueden cumplirse con ciertos requisitos de laboratorio o de trabajo de campo. Trabajamos con un objeto tan inefable que estamos siempre condenados a no ser científicos y que siempre puede haber alguien que nos cuestione aquello que estamos diciendo desde el punto de vista de alguna acumulación de datos. Sin embargo es un saber que no es caprichoso. Es decir funciona en el interior de un espacio artististico, en el sentido de la creación constante, en ese espacio donde lo que hay siempre es sorpresa, pero que al mismo tiempo busca leyes, una cierta legalidad. Entre otras cosas con una paradójica relación con la ciencia, tenemos la ciencia que explica la universalidad de lo singular. Es decir es una paradoja brutal con la ciencia, que busca lo universal, nosotros la universalidad que podemos encontrar es como se caracteriza y se produce lo singular, con lo cual estamos en un permanente estado de incomodidad.
Por ese motivo la introducción de Bitácora (en referencia al libro Bitácora de un Psicoanalista), le puse un nombre, a mi me resultaba un poco ostentoso pero me gustaba por lo que significaba, que era el psicoanálisis como práctica odiseica. El nombre viene de un físico que se llama Murria Gelman, especialista en quartz, premio Nóbel, que escribió un libro maravilloso que se llama del “Quartz al Jaguar” el hombre se pregunta como de esas partículas de determinación infinitesimal, manométricas estas que estudian en sus laboratorios se llega ala belleza y la plasticidad de un jaguar en la selva. Ese recorrido se plantea cuestiones relacionadas con la ciencia y en general hay entre los psicoanalistas una suerte de debate en el cual por un lado aparece un universo racional, de pensamiento y otro más emocional, llamémoslo así, intuitivo. Y entonces se produce una suerte de tensión, en el afán de encontrar racionalidades, a veces extremas, se pierde la dimensión de intuición y se tiene vergüenza de que en verdad, algo que nos ocurre cuando trabajamos, es “y me pareció esto”, y esto forma parte de nuestra experiencia. Ahora -¿Por qué te pareció? – Sabes que no sé muy bien. Con que lo explicas y hay una dimensión y llamamos y decimos – Y es contratransferencia. Imagínense esto con un científico riguroso al lado, tarda un segundo y medio en aniquilarnos. Pero lo real es que todos compartimos, que en esos diálogos intersticiales en los cuales hablamos de esto que sentimos, nos pasó esto, estamos hablando de algo que es profundo y real y que después tiene eficacia y se comprueba. Con lo cual hay una extraña relación entre lo que es la capacidad racional, con orden de determinación, y lo inefable.
Este M. Gelman plantea que la ciencia trabaja, y el usa las categorías de Niestche, en doble dimensión, en una dimensión apolínea y una dimensión dionisíaca. Como Niestche apolíneo, siguiendo las formas rigurosas y clásicas de la escultura y dionisíacos, las formas pasionales de la música, piensen los que le interesa la música que en la cabeza de el estaba Wagner, esa era la dimensión de la pasión. Este hombre dice, y retoma también ahí a Niestche, que en realidad es la de Odiseo, en realidad la ciencia es odiseica, a mi me encantó la idea, me pareció completa y profundamente psicoanalítica. Porque el psicoanálisis es un viaje en el cual uno no sabe muy bien a que puntos va, tiene una barcaza más o menos segura con algunos elementos muchos agujeros que vamos cubriendo con, a veces, petulancias teóricas, otras veces énfasis teóricos, y otras veces con elementos teóricos sólidos que han tenido su tiempo de corroboración. Pero finalmente es un viaje y una aventura, por eso escribí una “Bitácora”, en honor a este autor.
Ahora en honor a esta mesa, a este espacio y a estas jornadas yo hoy querría aclarar que este psicoanálisis odiseico es fundamentalmente una praxis social. Esto puede sonar en primer lugar a una especie de perogrullada, el fútbol también, el asado de los domingos también es una praxis social. Vamos hacer una ironía en relación a Córdoba el robo de votos y de urnas es una pasión social nacional, con algunas historias en Florida (Estados Unidos) no creamos que el narcisismo nos lleva a ser los únicos, hay otros lugares que se honra esa tradición. Pero sin embargo yo insisto en que el psicoanálisis es una praxis social y aquí voy a poner en dialogo nuevamente a Marx con Freud, un texto en una época muy transitado hoy prácticamente desconocido son las tesis sobre Foyerbach, de Carlos Marx. La tesis seis, son once tesis, dice, Foyebach que era un materialista alemán que hizo una crítica rigurosa al problema de la religión y del idealismo dice: Foyerbach diluye la esencia religiosa en la esencia humana, pero la esencia humana, dice Marx, no es algo abstracto inherente a cada individuo es en su realidad el conjunto de las relaciones sociales. Acá hay dos grandes problemas, el ser humano en tanto esencia y el ser humano en tanto relación. En general estamos invadidos de concepciones ontológicas que buscan la esencia de lo humano y esas van moviéndose. Será un cerebro de mayor tamaño (no se entiende la grabación)
Ayer lo citaban, el Freud que dice toda psicología individual es al mismo tiempo una psicología social y esto plantea un paradigma de cómo concebir al psicoanálisis, esto disuelve las tradicionales relaciones sujeto-objeto de un modo definitivo, ya no se trata de que hay un sujeto que se apropia de un otro que está afuera, sino que el sujeto se constituye en el otro y el sujeto y el otro y el mundo son una unidad que tiene una peculiaridad, es una unidad en la praxis, en la práctica. La tesis 1 de Marx dice: “ el defecto fundamental de todo el materialismo anterior incluyendo al de Foyerbach es que solo concibe el objeto, la realidad, la sensorialidad bajo la forma de la contemplación pero no como actividad sensorial humana, como práctica. Piensen la escala, ya estamos hablando, no de un ser que contempla el mundo y lo entiende, sino un hombre, un ser que se constituye en ese mundo en las propias acciones que realiza. Piensen en Freud y su teoría de la pulsión. Freud no pone a la pulsión y al objeto, aunque en algunos momentos esto se puede confundir, en destinos de la pulsión habla del objeto como parte de la pulsión, no como algo con lo cual la pulsión se conecta sino como un elemento constitutivo junto con la fuente, la presión y el fin de su propia constitución. Es algo muy particular y que en general no es tomado en cuenta, en general no se considera que el objeto es parte de la pulsión. En este sentido cuando hablamos de los vasallajes del yo, o los vasallajes del sujeto como en algún momento se formuló ayer, uno tendría que decir que finalmente el yo y el sujeto no es otra cosa que esos vasallajes. No es que hay un sujeto que se relaciona con un mundo que te avasalla, sino que se va constituyendo en esa praxis que va produciendo. Esto podría ser, a lo mejor lo es, y es un una suerte de deriva personal, pero a mi me parece un problema fundamental cuando se discuten cuestiones que tienen que ver con lo social, porque en general se tiende a pensar de que manera lo social incide en lo psíquico, como si fueran cuestiones separables y no esa profunda interrelación.
Profunda interrelación que no evita las autonomías relativas, porque para analizar el capitalismo hay que hacer análisis económico y, en todo caso, esa dimensión económica tendrá efecto en el psiquismo. Pero desde el punto de vista de la subjetividad, la relación es profunda y hace a esa esencia. Retomo esa discusión porque, por lo menos en los últimos años en los debates en los cuales uno participa, yo participo en los de Buenos Aires, entre otras cosas cuando yo les dije que quería estar desde el comienzo es porque una de las funciones de participar en estas jornadas, entre otras cosas, es ver como se piensan y que problemas abarcan y preocupan en cada lugar que, aunque muchos son muy comunes, es decir compartidos, tienen sus especificidades, tienen sus lugares, tiene sus prisiones como los trabajos de ayer que hablaban de cuestiones muy específicas de la ciudad de Córdoba. Pero este es un problema que tiene mucha importancia porque define que una de las cuestiones que los psicoanalistas, me parece que tenemos que pensar cuando pensamos que somos como psicoanalistas es pensar: cual es nuestra práctica. Es decir, no es pensar cual es nuestra teoría, sino cual es nuestra práctica. Ahí vamos encontrar muchas veces cuantas teorías implícitas ocultamos en nuestra práctica. Cuantas veces podemos llegar a ser psicólogos del yo para nuestra máxima vergüenza, cuantas veces podemos resultar mas o menos lacanianos, más o menos kleinianos a disgusto según el lugar donde uno ande, en que medida alguna vez es un poquito conductista y porqué todos estos problemas forman parte de nuestra práctica. Para mi esto es decisivo. El psicoanálisis, si bien tiene como un objeto, el inconsciente, nuestra práctica no es sobre el inconsciente, lo decían en la mesa, el sujeto es el sujeto psíquico, para mi el concepto de sujeto psíquico es fuerte, entre otras cosas, plantea el conflicto entre sistemas, plantea la tensión entre sistemas y es importante y este es un territorio que en realidad a veces nos debemos los psicoanalistas, es también poder explorar el problema de la conciencia que quedó como un texto desaparecido en la obra y en los textos de Freud, pero que creo que no es un problema menor, porque sino creamos una nueva sustancia, el inconsciente que está allí bajo los fondos y que además es la verdad.
Y honestamente, como dicen los pacientes – No Doctor, yo estoy triste, no estoy asustado. Si a uno se le ocurriera hacer una interpretación de índole fóbica atribuyéndole sentimientos que el nunca expresó. No es que hay ahí algo oculto, nosotros trabajamos con lo prec y si pensamos nuestra práctica hoy por hoy, y voy andar girando entre algunas cuestiones más específicamente psicoanalíticas y algunas cuestiones sociales todo el tiempo. Hoy las prácticas se realizan en las condiciones que impone ese sistema que yo describí al principio. Vean sino la práctica de la medicina pre- paga, no sé cuantos aquí, en Buenos Aires si yo hiciera la pregunta en un encuentro tendría una amplísima mayoría, trabajan para sistemas de medicina pre paga y la medicina pre paga no es otra cosa que una empresa de seguros que se dedica a tener buenas ganancias, con lo cual le importa un comino el paciente. Lo que pasa que no se pueden realizar acciones legales contra una Institución sino es colectiva, siempre tiene que ser un sujeto quien la realice. Pero la verdad hoy por hoy habría que hacerle un juicio a las compañías de pre-paga por mala praxis, no a los médicos que en definitiva son las víctimas, sino a las compañías que realizan cualquier tipo de maniobra. En nuestra esfera esto se ha expresado en la implementación de sistemas de variedad conductista o por lo menos de lógicas conductistas en el mundo de gente que es psicoanalista, entonces treinta sesiones y haga lo que pueda. Si tiene más piense en mandar un informe, después discuta en algunas se ha llegado a pedir informes de calidad, a ver el paciente tiene que decir como lo están tratando, se sienten buenos resultados, está feliz. ¡Es fenómeno para manejar la transferencia negativa!, es una perspectiva que tiene una lógica que define nuestros modos de práctica y lo preocupante es que como al mismo tiempo nuestra práctica está condicionada por los niveles de la supervivencia hace que muchas veces se plantee cuestiones francamente paradojales y complicadas, porque ¿ como hacer para sostener ese espacio conflictivo de la transferencia, en un espacio en el cual la transferencia es inviable desde el punto de vista del poder institucional de el negocio médico? Pero no se necesita ir a la pre-paga, cuanto incide, por ejemplo, en las condiciones de trabajo la necesidad de sostener espacios de transferencia positivas por el miedo de que la aparición de la negativa haga que un paciente se vaya. ¿Cuantas veces hay modelos implícitos de seducción que están generando, entre otras cosas, evitar que un paciente no se transforme en una parte del ingreso que hace que se pague tal o cual cosa?
A mi me parece que estos problemas son necesarios de hablar y discutir porque hacen a la praxis y hacen a la práctica del psicoanálisis y hacen a la inserción que el psicoanálisis tiene como práctica, que corre el riesgo de transformarse en una versión terriblemente perversa, cuando además empiezan a explicarse con justificaciones teóricas las bondades, desde alguna perspectiva psicoanalítica, de por ejemplo las treinta sesiones, en general con un recurso que hoy está muy de moda que es la utilización y la apelación al problema de la castración. Tienen que entender los límites del yo, la vida es así muchachos, así que dediquémonos a aceptar sus condiciones. Y a esto se lo llama teoría de la castración. Esto es uno de los problemas. Pero además el capitalismo produce una destructividad gigantesca, es ecocida y genocida. Y esa dimensión hace que la violencia esté instalada en la vida cotidiana de un modo rotundo, permanente y constante en los lazos que se van generando entre los seres humanos.
No me parece, a veces tengo dudas, y habría que estudiar esto desde el punto de vista de cómo ha sido el sufrimiento a lo largo de los tiempos, el phatos a lo largo de la historia, porque cuando uno lee literatura y lee “El hombre que ríe” de Víctor Hugo la verdad que la vida de los niños era terrible en ciertos periodos de la historia, con lo cual el problema del sufrimiento no me parece que se pueda limitar a la peculiaridades de la explotación capitalista. Ahí me parece que se cae en un reduccionismo de índole sociológico y a demás diría marxistoide. El que le hizo pero daño a la tesis seis que leí sobre Foyerbach, porque en esa tesis Marx dice – el hombre es sus relaciones sociales – bajo el stalinismo esto se transformó, el ser humano está determinado por sus relaciones sociales económicas, se paso de una teoría, de una esencia basada en la relación, a una teoría de la determinación de orden económico. Esto no tiene nada que ver con lo que esta formulado en Marx.
La violencia avanza por todos lados, y ene ese sentido el tema de la seguridad forma parte de la actualidad vital, la gente se alambra, se cubre, se protege, se enreja y hay ciertas modalidades de pensamiento, por ejemplo que le atribuyen, bueno esto tiene que ver con los niveles de pobreza. Lo que es más o menos cierto como más o menos falso, porque Grondona tendría razón si os dijera, hay muchos pobre que no roba. Y la verdad debe ser, casi es una vergüenza darle la razón a Grondona pero, en ese punto concreto es cierto. Otra afirmación es, el tema es la desigualdad no la pobreza, el tema es la desigualdad existente entre un sector apropiador de muchos bienes contra otro que no los tiene. Esta es una hipótesis un poco más rica, no lo plantea desde un punto de vista de una linealidad de la pobreza, sino de una relación entre términos. Sin embargo a mi me sorprende que, por ejemplo, sociedades que tienen particularmente organizada sus sistemas simbólicos, donde hay una naturalización de la desigualdad en términos de una invocación divina, la desigualdad es así, sin embargo los niveles de violencia, incluso internos, son menores. Me sorprendió una médica en una nota de página 12, que mencionaba que en Kabul destruida, arrasada, etc. etc. Ella podía caminar por las casa con las puertas y las ventanas abiertas. Uno se sorprendía, dice, no hay delito, acá en Buenos Aires hay una inundación y todos los pobres están subidos a los techos para defender el misérrimo resto que tiene porque alguien se los puede robar.
Sin embargo uno escucha que hay una cultura en la cual esto no es así. A mi me hizo ruido. Uno podría decirlo, que está desde el punto de vista del rigor de las leyes coránicas, del valor simbólico de “el no matarás”, pero finalmente la sociedad capitalista está organizada sobre los valores de la sociedad judeo cristiana y “el no matarás” está absolutamente presente. Bush vive invocando razones de índole judeo cristianas y no preguntemos la cantidad de muertos que tiene en su haber. Con lo cual hay algo que hay que pensar desde otra perspectiva.
El problema es que el capitalismo no es solo un productor de mercancías, sino también un productor de símbolos que al mismo tiempo transforma en mercancías y uno de los valores organizantes del capitalismo, de los valores simbólicos que organizó el capitalismo fueron los que se resumen en esa consigna de la revolución francesa: “libertad, igualdad y fraternidad”. Este es un valor que tiene una trascendencia que va más allá de su verdadero ejercicio, es un valor que organiza los ensueños, los anhelos de la sociedad. Con lo cual la paradoja del capitalismo es que le promete lo que no cumple, ni puede cumplir. Porque las sociedades religiosas prometían un más allá.
Uds. hablaron de la muerte, en las sociedades en donde la muerte está instalada como una trascendencia, en realidad los símbolos y las ceremonias para la muerte son una ceremonia de paso a un mundo en el cual hay un más allá. Lo dramático y por otro lado de la revolución de la ilustración fue que puso y dio vuelta esta idea de que hay un dios. Con lo cual nos quitó el soporte de reaseguro a este especie inerme por estructura. Con lo cual si antes podíamos confiar en un dios que estaba en el más allá, desaparecido esto, solo quedan las promesas terrenales. Y los seres humanos corren, ¿detrás de qué?. Las promesas del día a día, porque la vida termina cuando te morís y después ya no hay más nada. El hedonismo es estructural a esta perspectiva. Se puede vivir porque esa es la condición y lo más dramático es que el capitalismo al mismo tiempo, por su propia lógica de generar todo el tiempo lo nuevo porque esa es su condición de circulación de capital, hay que producir cosas nuevas para que se consuman, va eliminando permanentemente y produciendo señuelos que no se pueden adquirir. Lo cual genera un nivel de violencia subjetiva y pérdida de esperanza permanente.
La pérdida de proyecto inscribe la vida subjetiva de hoy, y la inscribe de un modo muy particular, yo creo que ahí el fenómeno de la identificación es decisivo, porque no lo inscribe en modo directo desde el sistema en el niño, sino a través de las desesperanzas que se tramitan en los propios padres a lo largo de generaciones. Es muy difícil que un joven tenga esperanzas cuando el padre llega a la casa desesperanzado. Yo tuve la suerte de nacer en un hogar donde mi padre había sido canillita, lustra botas, había entrado a trabajar a una empresa a los doce años y tenía una idea de futuro. El mundo iba a ser mejor, la revolución española iba a triunfar, el mundo iba a ser distinto, hoy los jóvenes nacen en un mundo, el mundo en si mismo no les plantea futuro. No se los plantea en sentido general y no se los plantea en sentido práctico cuando tienen que inscribirse en la vida cotidiana, por eso cuando la pobreza se inscribe en varias generaciones se hace terriblemente dramática porque se naturaliza y entonces cuando se dice que tal chico es un vago, y sí porque no tiene ninguna esperanza, con lo cual la única salida es entrar en un territorio identitario paradojal que es el territorio de la droga. Y digo que es identitario y paradojal porque le ofrece una salida de vida, no solo de vida material sino también de vida social, crean esas paradójicas bandas donde reina la violencia y al mismo tiempo reinan espacios de la complicidad, de la solidaridad y de fraternidades aunque sean terriblemente mafiosas.
Hay algo espantoso de la resistencia, hace unos años me contaba un colega que había ido a una villa de Buenos Aires a presentar un proyecto educativo, le dijeron mire, acá si no habla con el capo Narco de la villa no abre ni un kiosquito, no se olvide. Entonces fue, me dice, “este tenía un bulo, que yo querría tenerlo, adentro de la casa de chapa”. Lo recibió y le dijo: “no, Doctor, nosotros queremos educación para nuestro chicos, así que tiene todo mi apoyo”. Esta situación que plantea una cosa muy paradojal y que no se puede leer con linealidades de los buenos y los malos. Plantea un problema muy complejo con relación a las modalidades identitarias que a las cuales muchas veces la resistencia se encuentra en modos, al mismo tiempo autovictimizantes.
Uds. hablaron de la muerte. Uds. hablaron de la muerte en una perspectiva podría decir heidegueriana, ser para la muerte, pero es una condición del ser. Yo hace unos años escribí un texto que se llamaba “Chicos chorros, el delito como identidad suicida”, en el cual justamente me planteaba esta cuestión, ya no el ser para la muerte sino el ser alguien en la muerte. Los chicos quieren ser aunque sea un efímero instante en el televisor, aunque sepan que van a morir, les importa un comino, porque hay una identidad que se va a producir en ser ese que murió. Lo cual genera una lógica absolutamente siniestra pero que uno no la puede desdeñar limitándose a decir que ahí hay destrucción de la subjetividad. Yo particularmente creo que ahí hay otras maneras de la construcción de subjetividad en un universo barbarizado. No diría que hay falta de subjetividad, si podría pensar si hay constitución mayor o menor de aparato. Y en esto las cuestiones que, en realidad, siempre hemos compartido ese punto muy fuertemente con Silvia, la diferencia entre constitución de aparato y subjetividad es decisiva. Alguien puede tener el aparato perfectamente constituido y ser subjetivamente un imbecil. No nos garantiza, porque sino hablamos de la subjetividad y creemos que construcción de subjetividad y somos todos poetas, no. Construcción de aparato implica algo que tiene que ver con la construcción de una tópica y ciertas relaciones, construcción de aparato. Ahora construcción de subjetividad es otra cosa y se inserta en los lazos y en esas relaciones. Entonces la destructividad que hoy se plantea reina, registra, dinamiza la vida cotidiana mortífera que nos aqueja. A mi en ese sentido decir que hay una nueva patología siempre me trajo una leve incomodidad, sobre todo después de haber leído, uno cuando viene de afuera, no viene con el arsenal de textos que pueblan la biblioteca , pero hay un texto maravilloso que se llama, muy antiguo de Eric Fromm, que se llama “Psicoanálisis de la sociedad contemporánea”, ese texto plantea un análisis de la alienación en la sociedad americana en los años 50/60 y el habla de las nuevas patologías, hace cuarenta y siete años, casi cincuenta años atrás ¿ y que define como las nuevas patologías? Todas las patologías que hoy tendemos a encontrar, tendencia a la acción, impulsividad, vacío, etc., etc.
Claro, él se encuentra con el capitalismo que hoy tenemos en Estados Unidos de los cincuenta. Es decir el tiene en aquel momento en vivo lo que hoy se ha transformado en el sistema global universal, porque el capitalismo, ojo, es eso, un sistema universal. Cuando se discute el capitalismo en la Argentina y el capitalismo en los Estados Unidos y se los compara es un ridículo, porque se puede comparar a condición de saber que hay una intersección y un imbricación profunda porque el capitalismo es global, no es la globalización generada por la tecnología, es global porque el capitalismo es global, es la tendencia permanente al crecimiento y a la acumulación que hace que la tendencia a la baja de ganancia que puede tener por si mismo la resulta buscando nuevos lugares de tasa de ganancia en otros lados del mundo.
Entonces este sistema profundamente global nos atraviesa a todos. Hoy nos encontramos con lo que llamamos nuevas patologías, yo tengo mis dudas de que son tan nuevas, en todo caso podemos decir, nos llegaron. Y eso es bueno recuperarlo en su dimensión. Yo ayer hice un comentario en relación a, con las películas, dije, me parecía importante recuperar la dimensión de capitalismo porque hoy por hoy se habla mucho de capitalismo pero siempre en perspectiva heideggeriano, se habla del capitalismo tecnológico, y se preocupa sobre el problema de la técnica. El problema es que si uno piensa que el problema es la técnica lo que hace es perder una fuente de acumulación de riqueza material y simbólica de la humanidad extraordinaria porque la técnica, vamos a ser claros, ha permitido que haya, por ejemplo detalles como que se haya duplicado la perspectiva de vida en el mundo. Independientemente de que, los otros días leí que en los últimos tres años se ha detectado por primera vez el descenso de la perspectiva de vida en el mundo en los países desarrollados. Eso en un mundo donde por primera vez desde el año 1995 logró algo que nunca antes había tenido que es que existe una producción alimentaria mundial que podría alimentar a al conjunto del planeta. Esto antes no existía, antes se podría hacer algún tipo de planteo relacionado con la teoría clásica del liberalismo de distribución de la escasez. No, ahora hay recursos para el mundo entero. Eso se podría resolver, pero cuando se trata de insistir que es la tecnología y se pierde de vista que es capitalismo se produce un debate que ha sido todo el debate de la pos modernidad en sus distintas formas. Que analiza la sociología desde una perspectiva filosófica en el peor sentido del término, en el sentido de una cosmovisión. Esa que odiaba Freud y también odiaba Marx , porque el pensar los problemas es pensarlos en sus tensiones específicas y no tanto en crear categorías universales que parece que nos crean una especie de consenso simpático sobre ciertas cosas pero que desde el punto de vista del rigor de la experiencia concreta nos dicen muy poquito.
En este sentido la perspectiva de una práctica, de entender una experiencia desde la práctica es decisivo para los psicoanalistas, porque los psicoanalistas tenemos que rescatar la dimensión de experiencia, eso es lo que hacemos constantemente en la experiencia de la sesión. Hay algo que se juega experiencialmente permanentemente, no hay una racionalidad, aunque las interpretaciones puedan tener los visos y formatos de una dimensión más o menos lógica. Existe algo que transita por el formateo de lo experiencial y sino entendemos que lo experiencial nos atraviesa en una red social perdemos de vista verdaderamente quien es el otro. En una dimensión que yo creo que es el hallazgo antropológico central de Freud, y ahí sí Freud y Marx tienen una discrepancia muy fuerte porque Marx pertenencia a una especie de perspectiva russoniana, el hombre bueno que es pervertido por el mundo, en lugar de esto el capitalismo impuso más la lógica del hombre habido de ganancia ¿no? y tiene prestigio, de Hobbes, pero Freud planteó otro sujeto, otra antropología , ese sujeto desvalido constitutivamente que paradójicamente es el que se describe cuando es social, ese que ustedes han trabajado hasta el hartazgo cuando han leído los textos de Silvia o cuando han leído los textos de Laplanche. Este ser humano desvalido que somos, tenemos la paradoja de que construimos nuestra propia biología en el interior de un espacio social. Tenemos esta paradójica biología incompleta, que nos hace completos en función de nuestro lazo social con lo cual lo social no es solo un ejercicio para estar a la moda en función de los intereses de la época. A mi parecer lo social es central en tanto y en cuanto atraviesa profundamente, no solo las dimensiones de lo precc., sino permite y define incluso modalidades de inscripciones en los Inc. Piensen ustedes de que manera las formas en que desde el punto de vista social, en el cual en un momento impere la lactancia por pecho a la lactancia por mamadera puede producir distintos modos de inscripción de la relación con el pecho en una relación con un bebé. Piensen de que manera los modos de la cultura van generando espacios de inscripción que no son nunca directos, porque en realidad lo que se inscribe es otra cosa totalmente distinta, no es que se inscribe hay que amamantar así, se inscribe un conflicto, esto que algún punto Laplanche llamó mensaje enigmático.
Entonces si lo social para mi tienen ese lugar absolutamente central y voy a terminar, creo que hay que hacerle en ese sentido honor a Freud cuando en “el porvenir de una ilusión” dice: “Una cultura que deja insatisfecho a un número tan grande de sus miembros y los empuja a la revuelta no tienen perspectivas de conservarse de manera duradera ni lo merece”. Yo particularmente creo que acuerdo profundamente con esta frase. Nada más.
Preguntas del público.
Lic. Teresa Rubin: Es un poco apabullante todo el material ¿no? Yo pensando en lo social me surgen preguntas en función de nuestra práctica desde el psicoanálisis, de las nuevas cosas que pasan y de cómo integrar, porque por ahí siendo deseos de volver a los rituales antiguos que nos permiten hacer mejores duelos, vivir un poco mejor, pero a la vez uno tiene que integrar todo lo que está pasando y todo lo nuevo y se lo pregunto desde un lugar, yo trabajo con personas que hacen tratamientos para tener hijos, con toda la parafernalia que nos ha traído la ciencia no?, los in Vitro, la ovo donación y a mi me resulta muy difícil. Porque me pregunto todos los días cuando atiendo a estos pacientes, si estoy haciendo bien o sino lo tengo que hacer, si estoy de acuerdo. Y lo único que me ayuda, o lo que más me ayuda, es escucharlos e ir viendo como integro un pedido, una necesidad con y como enlazarlo con lo que la ciencia da, porque me parece que la ciencia avanza mucho más rápido que nuestra capacidad de poder integrarlo. Y a mi se me hace un lío bárbaro. Y entonces, esto como también lo integramos en nuestra práctica y en nuestra responsabilidad en el trabajo social.
Oscar Sotolano:¿ Porque te preguntas si estas haciendo bien o estas haciendo mal? ¿En que sentido?
Lic. Teresa Rubín: Porque me parece que muchas veces los médicos necesitan corroborar que esa persona se va embarazar y cuando uno escucha al paciente. A veces termino pensando que quien trabaja mucho tiempo todo esto decide no hacer el tratamiento, no? Porque a veces hay personas que no pueden poner límite a lo que piden. Yo escucho gente que quiere hijos con tal color, con ojos de tal manera, con la nariz, es decir me apabulla a veces el pedido de la gente porque es como si la demanda fuera infinita.
Oscar Sotolano: A mi me parece que planteas un problema que es importante y además denso, digamos. Yo lo primero que diría es que desde el momento en que vos lo que te planteaste es escucharlos ya no estas haciendo mal, porque eso es lo que tenés que hacer, esta es nuestra tarea, es escuchar. Escuchar que le pasa a ese otro con eso que le viene como posibilidad para resolver una imposibilidad, piensen que el tema de las dificultades para tener hijos plantea muchísimas dificultades de distinto índole. Justamente anoche en una mesa hablábamos del tema de adopción, la adopción es una institución de la época, de la moral pacata y de la sociedad pobre, porque si una sociedad está más o menos acomodada y lo que hay es contenciones para los vínculos familiares inmediatamente baja de modo gigantesco el tema de cantidad de chicos que puede haber en adopción, no en vano los países europeos vienen a comprarlos aquí. Con lo cual aquí hay un problema, de que manera asumen estas personas algo que tiene una doble lógica, uno lo que puede ser los legítimos deseos del ser humano, legítimos deseos que al mismo tiempo que estar acompañados con las legitimas e inevitables frustraciones que la vida tiene, porque Freud no definía la felicidad o la salud como el acto de la felicidad, sino en todo caso como la capacidad de tolerar el dolor de la vida. Digamos, el sufrimiento corriente en el modelo de psicoterapia de la histeria. De eso se trata. Ahora ahí el problema es cuando uno choca con el interés tecnológico y corporativo de un grupo médico. Ahí si se plantea una cuestión dilemática que hay que ver en que medida es dilemática para las propias personas que están siendo asistidas. Porque si una persona, un caso concreto, de 53 años no se resigna al paso del tiempo y es fomentada desde el punto de vista de las posibilidades tecnológicas para que lleve adelante este proceso, bueno algo uno va a tener que hacer con esta fantasía omnipotente. El problema no es la técnica, insisto no le atribuyamos a la técnica, si puede haber ciertos valores que tienen que ver, entre otras cosas que hoy por hoy, lo que se decía hoy en un momento determinado, la vida tiene una fantasía de eternidad maníaca en proporción directa a su finitud inevitable y despojada. Por eso es que ha aumentado la religiosidad por otro lado en el mundo. A mi me parece que en ese sentido tu tarea es escuchar y escuchar esa dimensión dramática y digo dramática y conflictiva. opinar con los pacientes, uno no habla con ellos acerca de cuales son los efectos de la tecnología aunque honestamente, y esto a veces yo creo que uno no es siempre psicoanalista , es decir ser psicoanalista es ser en los momentos en que la transferencia se produce y hay algo que surge, hay muchos momentos en que uno en realidad va tejiendo una red, hay momentos en que lo mejor uno ve que ahí se esta produciendo algo que podríamos poner del orden de la mala praxis y uno algo puede llegar a decir, de acuerdo a que lugar tenga esa palabra de uno. Lo que pasa es que eso va a ser muy singular, habrá momentos en que uno deberá callar y habrá momentos en que uno deberá hablar. Lo que es importante es ser conscientes de la tensión. Es decir es ser conciente de la contradicción que tiene el problema. A mi me parece que esto es algo que los psicoanalistas nos tenemos que habituar a sostener los espacios de tensión en su problematicidad y no tratar de resolverlos con algún tipo de aplicación técnica, técnica nuestra, o de una teoría que nos tranquilice este es el punto en el cual a mi me parece que el psicoanálisis esta condenado a ser una tecnología que en el pero sentido hoy es, porque la división social del trabajo es también la división intelectual del trabajo, la ciencia se desarrolla en el interior de una división tan profunda, en la cual todo el mundo es especialista en nada, hay un viejo chiste de Bernard Shaw definiendo a los filósofos ya los especialistas y diciendo “ los filósofos no saben nada de todo y los especialistas saben todo de nada” porque esa es su particularidad lo que pasa es que cuando uno trabaja con esas unidades de tan pequeña escala ahí se pierde la dimensión de la subjetividad, entonces justamente por eso me parece imprescindible que un psicoanalista no lea solamente psicoanálisis . Un psicoanalista tiene que formarse en un espacio que es el espacio de la cultura. Si un psicoanalista todo lo que ha leído es todas las obras de Lacan, Klein y Freud y restringiéndose a leerlas yo particularmente tengo mis dudas de cuanta formación psicoanalista pueda tener. Porque hay algo particular de este tránsito nuestro que implica sostener estos espacios de contradicción que son singulares. Yo lo que si creo es que lo que uno tienen que respetar es el respeto del método y respetar que uno ofrece un espacio de escucha a ese sufrimiento tratando de no estar imponiéndole sus propias ideologías a respecto. Del mismo modos que uno en psicoanálisis, y yo creo que en el pensamiento en general uno piensa contra uno mismo, es decir la tarea de pensar es la tarea de pensar contra uno mismo, es decir, dije esto, estoy seguro de lo que dije, no al modo de un obsesivo porque ya puede ser fatal, pero si poner en contradicción los problemas y yo creo que mantener ese espacio de tensión sabiendo que en todo caso tu pregunta tiene que ser que haces vos como analista con ella o el y que plantean, como lo ven, como lo viven, que tramitan, que universo interno es el que está en juego. Ahora si uno está frente a una consulta con un canalla, yo particularmente no me callo la boca, del mismo modo que si un paciente es un canalla uno no tiene porque callarse la boca y después vera el canalla si quiere asociar o no, con eso que uno considera una canallés. Digamos, si un paciente se dedica a robar uno no le puede decir, usted tiene la sensación de que roba, no, no, no hay ninguna sensación. Porque la subjetividad aunque sea sensación remite a un objeto real del mundo. La relación entre materialidad y objeto de conocimiento es algo que muchas veces se pierde entonces dice, y bueno el mundo es discursos y relatos, no y todas son ficciones, si está bien, todas son ficciones, pero está la ficción de que Auschwitz no existió y esta la ficción que dice que Auschwitz existió, y yo particularmente estoy convencido que Auschwitz existió. Entonces eso define algo que tiene que ver con los relatos, a mi me parece que en ese sentido uno está siempre en una tensión ética complicada, que en realidad lo que tiene que hacer es lidiar con la problematicidad.
Lic. Eugenia Fisore: Bueno, yo le quiero agradecer su análisis porqué me parece que es altamente esclarecedor, esto de centrar lo que estamos viviendo en esta época actual en función del capitalismo, me parece que es altamente esclarecedor y particularmente me parece que nos ayuda a poder pensar porque da justo en esto de la encrucijada ¿no?. Como que estamos viviendo en un tiempo de encrucijada y que tenemos que ver como rescatarnos como sujetos y como rescatar a los sujetos pacientes que tenemos en condición de tal en medio de una época absolutamente mercantilista.Quiero agradecerle y seguramente que en su bitácora podremos encontrar cosas de mucha utilidad para orientar el rumbo, seguramente que si.
Lic. Amanda Cueto: Quiero agradecerle a Oscar su compromiso y su entusiasmo y pasión y trasmitirlo y transmitirnos cosas con las que coincidimos, con las que acordamos y con algo que también conversamos ayer acerca de cual es el compromiso y la responsabilidad que tenemos como terapeutas y voy a tomar dos imágenes que me quedaron de ayer . Una fue la última escena de Cabaret donde el coro, que ahí estaba simbolizado, representado por el nazismo, pero que siempre encarna todo discurso de poder, que existe de una u otra forma y ¿Cuál es nuestra actitud ante eso? Como terapeutas, como analistas podríamos tomar la actitud de la huída, no se puede nada contra eso e irnos a otro lado. En contraposición con la que planteó el profesor Borio de a pesar de no entender los nuevos modos de expresión, estar ahí, quedarse, escuchar, interrogar, como un intento de ponerle palabras a lo modo como lo hizo Ivana Alochis ayer y hoy lo hiciste vos, Oscar, a todo ese malestar que puede posibilitar que la ligaduras vayan dando cuenta del trabajo de Eros sabiendo del insistente y persistente trabajo de Tanatos que fue de lo que nos ocupamos esta mañana en gran parte y ayer. Creo que tenemos que agradecerte este compromiso y esta responsabilidad frente al sufrimiento individual y social, que es lo que compartimos.
Oscar Sotolano. Creo que hay un punto de esto que vos trajiste, el coro, yo creo que uno de los grandes problemas que tenemos los psicoanalistas es pensar en nuestra dimensión de implicación. Es decir de qué manera estamos implicados en las propias lógicas que el propio sistema tiene. No pensar que hay un sistema y nosotros afuera, nosotros somos parte, hay infinitas formas y modalidades en las cuales nosotros quedamos implicados en fenómenos, incluso de aquellos que objetamos. Entonces a mi particularmente me parece que si hay algo que es aliciente para la lógica del sistema se es winner o loser, por eso es que se producen esas debacles narcisistas en la cuales se gana o se pierde en el darwinismo social que reina. Y en realidad la apuesta es, ni ganar ni perder, jugar, eso, ese juego es el vivir así que ese es el homenaje a demás de Silvia que yo postreramente quería hacerlo desde la mañana.
Lic. Aldo Galarza: En nombre del CEP queremos agradecerle al Lic.Sotolano su participación, su tiempo y por supuesto muchas gracias a todos Uds.
Aplausos

*Oscar Sotolano, es psicoanalista y escritor, autor, entre otros, de los libros "Bitacora de un Psicoanalista" y "Tiempos de Vispera"

Indicadores de riesgo Por Hugo Luis Perrone

Indicadores de riesgo 
Concepto
Los indicadores de riesgo constituyen puntos ligados a la clínica en los que puede ponerse énfasis y que sirven para guiar el trabajo de la entrevista clínica de diagnóstico y evaluación. 
Los indicadores de riesgo van a orientarnos así en la exploración clínica y diagnóstica de diferentes prácticas y van a brindar puntos de contacto transdisciplinarios que faciliten una evaluación de la situación de riesgo a la que sujetos y familias se encuentran expuestos. 
Existe una suposición teórico clínica que subyace a los indicadores, por ejemplo en discapacidad y familia:  
La situación de aparición de la discapacidad en un miembro de la familia, en el sujeto, provoca una crisis que se refiere al sujeto y a lo vincular 
• La situación de crisis refiere a una situación de duelo y como tal a una pérdida a nivel de los ideales y los vínculos.

 • Los sujetos y las familias buscarán diferentes herramientas para enfrentar la crisis y esta búsqueda se encontrará ligada al posicionamiento subjetivo y familiar, a la historia familiar y de los vínculos, a las relaciones transgeneracionales y a situaciones de duelos anteriores que hayan sido tramitadas o se encuentren pendientes de tramitación. 
La experiencia clínica nos brinda la posibilidad de resumir estos indicadores que surgen de ella y la orientan en situaciones de nuevas entrevistas guiando nuestro trabajo. Los indicadores no resumen la clínica ni la remplazan. Tampoco la acotan. Por eso es importante enmarcar los indicadores y referirlos a la situación de entrevista clínica, sin tratar de resumirla. Deberán estos instrumentos brindarnos mayores recursos para la exploración clínica, desarrollarla, proponernos nuevos caminos que amplíen la información orientándonos a la intervención clínica conducida por el profesional o a la derivación a un profesional en el caso de que los indicadores sean utilizados por docentes o profesionales de otras áreas que la de salud. 
Así se derivarán tres posicionamientos posibles de los profesionales y docentes que dirijan este tipo de entrevista: 
Exploración para la identificación de la problemática y derivación 
Exploración clínica aplicada al objetivo profesional 
Exploración diagnóstica e intervención clínica terapéutica 

Los posicionamientos, en todos los casos, tendrán como marco los desarrollos teóricos que fuimos trabajando a lo largo del curso y como sustento una relación profesional -sujeto o familia que contenga la situación de entrevista y pueda hacerse cargo de la transferencia. 
Lic Hugo Perrone

Abogado del niño Conferencia de Adriana Granica

EL ROL DEL ABOGADO DEL NIÑO EN LA NUEVA NORMATIVA VIGENTE ARGENTINA. UNA PERSPECTIVA JURÍDICA Y PSICOANALÍTICA ACERCA DEL DERECHO A SER OÍDO.

Introducción.
La inclusión del problema del abogado del niño en la normativa vigente argentina es un aspecto particular de las luchas que durante décadas se han librado y aun se libran por modificar las concepciones que sobre la mujer y sobre el niño han regido durante siglos en casi todas las sociedades humanas. En ese sentido, la sociedad patriarcal que se encuentra instalada usualmente en el modo de entender tanto las relaciones de género como las relaciones con los niños hace de la cuestión que trataremos no un problema estrictamente jurídico sino un problema que abarca todas las esferas de la práctica social cotidiana. Mientras las mujeres y los niños fueron tratados como ciudadanos de segunda o tercera categoría éste resultaba un problema evidente aunque lejos se estuviera todavía de tomarlo como un problema. Recordemos que basta irse apenas un siglo y medio atrás para encontrar a científicos de enorme prestigio en su época decir cosas como, por ejemplo, “ En las razas más inteligentes, como sucede entre los parisienses, hay gran cantidad de mujeres cuyo cerebro presenta un tamaño más parecido al del gorila que al del hombre, [que está] más desarrollado. Esta inferioridad es tan obvia que nadie puede dudar ni un momento de ella; sólo tiene sentido discutir el grado de la misma. Todos los psicólogos que han estudiado la inteligencia de la mujer, así como los poetas y novelistas, reconocen hoy que [la mujer] representa la forma más baja de la evolución humana, y que está más cerca del niño y del salvaje que del hombre adulto y civilizado. Se destaca por su veleidad, inconstancia, carencia de ideas y de lógicas, así como por su incapacidad para razonar. Sin duda hay algunas mujeres destacadas, muy superiores al hombre medio, pero son tan excepcionales como la aparición de cualquier monstruosidad, como un gorila de dos cabezas por ejemplo; por tanto, podemos dejarlas totalmente de lado”[1] Aclarar que este escrito saliera en 1879 de la pluma de Gustave Le Bon, principal misógino de la escuela de Broca, autor de un libro famoso sobre la psicología de las multitudes, posteriormente admirado por Mussolini, no atenúa su impacto pues ésta es una idea que aunque no de maneras tan brutales sigue latiendo en la subjetividad contemporánea de hombres y mujeres de todo el mundo. Si las mujeres podían ser consideradas inferiores apelando a recursos tan poco consistentes como hoy consideraríamos medir el tamaño del cráneo, cómo no atribuirle esa inferioridad incapacitante a los niños quienes por la dependencia estructural que caracteriza su formación subjetiva (cognitiva y emocional) parecen hacerse pasibles a simple vista de una inferioridad evidente. Es quizás esta dependencia fundante que tiene la cria humana en su constitución la que muy probablemente favorezca que la lucha por el reconocimiento de los derechos del niño en tanto sujeto de derecho tienen un atraso mucho mayor en la conciencia social. La convención de Derechos del niño que fue votada en 1989 por todos los países, Argentina y Cuba entre ellos, y no, por supuesto, por los EEUU aunque algunos de  sus intelectuales y juristas hayan sido promotores de la idea, plantea lo que se ha llamado un cambio de paradigma con respecto al modo de entender al niño. Instala una perspectiva, si bien, jurídica, también psicológica y ética de cómo concebir la subjetividad infantil. Si hasta la aprobación de la Convención el niño era concebido como un objeto de cuidados por parte de un adulto, sin otros derechos que aquellos que debiera suministrarle un adulto o una instancia estatal superior y responsable de acuerdo a la discrecionalidad que le otorgaba su mayor “madurez”, desde la firma de la Convención el niño se transforma en sujeto de derecho, es decir en una persona con derechos a peticionar, reclamar u opinar de acuerdo a su desarrollo, pero desde el punto de vista jurídico en las mismas condiciones que un adulto. Por eso es que el derecho del niño a ser oído deviene un problema central a comprender del nuevo paradigma y que tendrá en la instrumentación de la figura del abogado del niño una forma concreta para hacerlo viable. Es desde esta perspectiva general que ubicamos las cuestiones que se tratarán en este artículo. Es que el derecho del niño a ser oído no implica solamente la institución puramente legal de un cambio de paradigma (entendiendo paradigma en el sentido que Thomas Khun ha definido provisoriamente como: “modelo o patrón aceptado” para entender un campo científico o enigmático[2].) sino también el reconocimiento de una necesidad fundamental para nuestro desarrollo en tanto humanos. Ser oído (o ser escuchado; luego veremos la diferencia) es vital para la constitución, desarrollo y expansión de la subjetividad humana.
En segundo lugar, nos interesa enfatizar, aunque esto puede parecer una afirmación obvia, que el tema a tratar es un problema. Obviedad que, sin embargo, será central para todo lo que pretendemos trasmitir. En efecto, remarcamos que se trata de un problema porque la cuestión no tiene ninguna respuesta única posible. No es una cuestión matemática con un resultado fijo. Sino justamente lo contrario, una cuestión humana que abarca toda la complejidad que lo humano implica y que, en ese sentido, no puede ser abordado con respuestas estandarizadas. El artículo tal, el inciso cual, el informe del perito “x”, la afirmación del trabajador social “y” nunca podrán ser tomadas aisladas. Lo que abordaremos será un problema que hay que mantener en toda su dimensión estructuralmente problemática, dilemática. Cualquier expectativa sencilla, lineal, taxativa, llevará a la decepción. Y hará olvidar que involucra una dimensión interpretativa, en ese sentido también ética y, por supuesto, inevitablemente política.
Hacemos esta segunda afirmación aparentemente obvia porque será el eje metodológico sobre el que girará nuestra exposición.
Es a partir de estas condiciones de partida que iremos orientando esta exposición.
Para ello empezaremos encarando las modificaciones jurídicas que involucran la cuestión del abogado del niño en relación con la cuestión inseparable del Derecho a ser oído, en la Argentina.
I. a. Del derecho a ser oído a la garantía y efectividad del mismo[3]. El artículo 27 de la ley 26.061.
A partir de la vigencia de la Convención, el niño es titular de una plena autonomía en función de la evolución de sus facultades (edad y desarrollo, tema que en el punto II retomaremos). Sin embargo, hasta la sanción de la ley 26061 que comentamos, la legislación de fondo de nuestro país, Argentina, es decir: el Código Civil, no preveía  los medios necesarios para llevar a la práctica tal cuestión[4]. Es entonces a partir de su promulgación que se empieza a hacer posible. Y a pesar de que, en particular, el derecho a ser oído de las niñas, niños y adolescentes ya se encuentre expresamente contemplado en el artículo 12 de la Convención, varios enunciados de la ley 26.061 lo vuelven a reiterar en por lo menos cuatro oportunidades, una de las cuales involucra el tema  del abogado del niño que nos ocupa en este artículo. Es de destacar que de este modo la ley constituye un avance respecto del estándar de la Convención  por el mayor alcance con que toma este derecho.
Recordemos el art. 12 de la Convención. Allí dice: “Los Estado Partes garantizarán al niño que esté en condiciones de formarse un juicio propio el derecho de expresar su opinión libremente en todos los asuntos que afectan al niño, teniéndose debidamente en cuenta las opiniones  del niño, en función de la edad y madurez del niño”. Agregando en su párrafo segundo que: “Con tal fin, se dará en particular al niño oportunidad de ser escuchado en todo procedimiento judicial o administrativo que afecte al niño, ya sea directamente o por medio de un representante o de un órgano apropiado, en consonancia con las normas de procedimiento de la ley nacional”.
En cambio, la ley 26.061 toma el derecho de las niñas, niños o adolescentes a ser oídos con un alcance mayor, al agregar elementos de garantía muy importantes para su efectiva  implementación, que básicamente pueden resumirse en: Derecho a ser oído –sin limitación alguna- y atendido, en cualquier forma que se manifiesten, en todos los ámbitos.
Ello aparece consagrado de manera muy clara en el artículo 2 de la ley por el cual se establece que: “Las niñas, niños o adolescentes tienen derecho a ser oídos y atendidos cualquiera sea la forma en que se manifiesten, en todos los ámbitos”, siendo  particularmente importante destacar el hecho planteado por ese mismo articulo en el sentido de que los derechos y garantías  de los sujetos de esta ley son de orden público, irrenunciables, interdependientes, indivisibles  e  intransigibles
Asimismo, el artículo 3, referido al principio del interés superior, el cual se define como “la máxima satisfacción, integral y simultánea de los derechos y garantías reconocidos en la ley”, enumera determinadas pautas a respetar para su efectivización entre las que se encuentra, “el  derecho de las niñas, niños y adolescentes a ser oídos y que su opinión sea tenida en cuenta”. De este modo, interés superior del niño y derecho a ser oído se complementan toda vez que el segundo constituye la guía o sendero para alcanzar el interés superior del niño en el caso concreto.
También, en el artículo 24 de la ley relativo al derecho a la participación, se manifiesta que: “Las niñas, niños y adolescentes tienen derecho a: a) Participar y expresar libremente su opinión en los asuntos que les conciernan y en aquellos que tengan interés; b) Que sus opiniones sean tenidas en cuenta conforme a su madurez y desarrollo”. Agregándose que “Este derecho se extiende a todos los ámbitos en que se desenvuelven las niñas, niños y adolescentes entre ellos, al ámbito estatal, familiar, comunitario, social, escolar, científico, cultural, deportivo y recreativo”.
Pero finalmente, el artículo 27, refiriéndose específicamente en lo que nos ocupa,  consagra las garantías mínimas en los procedimientos administrativos y judiciales. En sus dos primeros incisos garantiza el derecho de las niñas, niños y adolescentes a: “a ser oído ante la autoridad competente cada vez que así lo solicite la niña, niño o adolescente; y a que su opinión sea tomada primordialmente en cuenta al momento de arribar a una decisión que lo afecte”. Y en el tercero instrumenta esta garantía dando lugar  al abogado del niño: “ c) a ser asistido por un letrado preferentemente especializado en niñez y adolescencia desde el inicio del procedimiento judicial o administrativo que lo incluya. En caso de carecer de recursos económicos el Estado deberá asignarle de oficio un letrado que lo patrocine;
d) A participar activamente en todo el procedimiento;
e) A recurrir ante el superior frente a cualquier decisión que lo afecte.
¿Qué implica esto?
Primero, que  se trata de  un  derecho (y no de un deber) para el niño/a o adolescente. Insistimos, no es  una obligación para los niños, sino que proporciona un derecho, les garantiza a los niños el poder hacerlo y le impone al Estado la obligación de hacer viable  dicha posibilidad. Siendo importante aclarar que, como veremos más adelante, permitir participar a los niños, que ellos expresen sus opiniones, no significa que se promueva que los mismos actúen como si no necesitaran la orientación y ayuda de los adultos, aunque nunca en reemplazo de la opinión del niño.
Segundo. Implica el derecho a ser escuchado personalmente (no basta hacerlo a través de sus representantes u otro órgano).
Tercero. Impone el deber por parte del Estado, la sociedad y la familia, de escuchar la opinión del niño, cualquiera sea la forma en que se manifieste[5].
Cuarto. Impone también el deber de tomar en cuenta sus opiniones, de acuerdo al desarrollo y madurez del niño, cuestión relacionada con el reconocimiento del principio de capacidad progresiva (tema que abordaremos cuando nos refiramos al problema de la subjetividad).
Quinto. Escuchar a un niño no implica conceder ante caprichos. Es decir, la ley no les concede a los niños el derecho absoluto de tomar decisiones por cuenta propia en todos los casos y bajo todas las circunstancias, ni tampoco dice que a la opinión del niño se la debe aprobar automáticamente.
Sexto. En la medida que nuestra práctica se desarrolla en un campo siempre hermenéutico (es decir de interpretación) es usual que los operadores judiciales utilicen de un modo arbitrario y discrecional el concepto de interés superior del niño. En este punto la convergencia sinérgica del derecho a ser oído y la presencia del abogado del niño aumenta las posibilidades de acotar esa discrecionalidad.
Séptimo. El derecho de los niños a ser oídos y a que sus opiniones se tengan en cuenta, repercute de manera directa en las responsabilidades de los adultos, toda vez que supone el deber de ellos de crear las oportunidades para alentar a los niños a expresar sus opiniones, fundamental para el desarrollo subjetivo.
 Hasta aquí los conceptos jurídicos que legitiman la figura del abogado del niño. Pero en virtud del carácter dilemático que desde un principio atribuimos al problema nos detendremos a continuación en algunas dificultades que en el seno de una ley tan aparentemente taxativa surgen al llevarla a la práctica. Por supuesto, no podremos – por los límites inevitables de un texto en una revista – abarcar alguna imaginaria totalidad representativa de la discusión actual.
I.b. Obstáculos y resistencias a la asistencia letrada del niño
Superposición de funciones.
No son pocas las voces en Argentina que se alzan desde distintos sectores de la doctrina y la práctica para deslegitimar la función del abogado de niños sosteniendo que puede haber  superposición de roles y funciones entre, por un lado, el abogado patrocinante del niño/a o adolescente, por otro, el Defensor (Asesor de Menores) del artículo 59 del Código Civil[6], y por último, la representación necesaria por los padres del niño/niña. Todo esto producto de las rémoras que ha dejado el Patronato Tutelar, vigente en la mayoría de las legislaciones iberoamericanas de principio de siglo, consecuencia de las cuales se crea la figura de la representación promiscua del Ministerio Público, con un rol ambiguo de defensa de los niños,  pero fundamentalmente del sistema.
En cuanto a la posibilidad de superposición de roles entre el abogado patrocinante del niño y el defensor o asesor de menores previsto en el artículo 59 del Código Civil Argentino al que ya nos referimos, la reglamentación viene a despejar toda duda al respecto al expresar en el anexo I del decreto N° 415/06 con relación al art. 27 que: “El derecho a la asistencia letrada previsto en el inciso c) incluye el de designar un abogado que represente los intereses personales e individuales de la niña, niño o adolescente en el proceso administrativo o judicial, todo ello sin perjuicio de la representación promiscua que ejerce el Ministerio Pupilar”.
Es decir, a partir de los distintos roles y funciones que cumplen el abogado patrocinante del niño/a o adolescente y el Defensor o Asesor de menores, de la reglamentación surge que sus intervenciones no resultan incompatibles.
Las funciones del defensor público de menores –por lo menos las desarrolladas hasta la actualidad- no coinciden y por tanto no deben confundirse con las funciones ejercidas en el marco del proceso por la asistencia técnica propia del abogado, a quien se le asigna la defensa de los intereses particulares en un conflicto, ya que este último defiende el interés  particular de la persona que patrocina, es decir, representa el punto de vista exclusivo de su patrocinado (en este caso, el niño), a diferencia del asesor de menores cuya función consiste en defender aquellos intereses  que él considera más convenientes para el niño y la sociedad.
Insistimos. El abogado del niño defiende el interés personal y particular del niño que patrocina, representa sus puntos de vistas ante el juez, presta su conocimiento técnico para que se dicte una decisión favorable a su patrocinado[7].
En cambio, doctrinariamente, se ha establecido que de acuerdo a la regulación constitucional del Ministerio Público (recuerde el lector que en este caso al hablar de Ministerio Público estamos hablando de los asesores de menores) en la promoción de la actuación de la justicia en defensa de la legalidad y de los intereses generales de la sociedad[8] el criterio de actuación de dicho Ministerio Público consiste en pronunciarse conforme a derecho, no debiendo necesariamente plegarse a la posición más favorable a los intereses del niño[9].
La distinción en la que insistimos se hace más clara si tenemos presente que tanto la doctrina como la jurisprudencia estableció que el Ministerio Público de Menores – aunque se refiere al interés particular de los individuos- comprende en definitiva la suma de los intereses de la colectividad[10], siendo innecesaria la intervención de dos asesores de menores cuando median intereses contrapuestos de dos menores de edad[11], sosteniéndose que en tal supuesto, el funcionario interviniente velará por ambos, apoyando a aquel cuyos intereses tenga amparo legal[12].
I.c. El problema de la edad
Tal como venimos desarrollando, si escuchar a los niños es un tema difícil de incorporar a nuestros hábitos de pensamiento, qué decir acerca de la edad en que pueden presentarse por sí mismos.
Resaltemos que en el artículo 27 antes mencionado no se estipula ninguna edad precisa. A partir de este dato corresponde entonces interpretar que el ejercicio del derecho a la participación del niño en el proceso, no debe atarse a una edad fija predeterminada, debiéndose presumir que, desde que el niño lo solicita, para lo cual obviamente debe ser informado, tiene capacidad para ejercer directa y personalmente tal derecho y por tanto debe reconocérsele legitimación procesal[13]. (Por el momento dejamos pendiente el problema que luego retomaremos de los niños que aún no tienen edad para hacer una solicitud por su propia iniciativa)  Así algunos tribunales han admitido este criterio, considerando parte a los niños que se presentan y otros (por ahora una lamentable mayoría), han escrito largas disquisiciones acerca de la incapacidad de los niños volviendo a poner en la eufemística protección del bienestar de los niños  todas las dificultades que los adultos tenemos para cambiar prácticas y dar lugar a la palabra de los mismos.
Este tema de incipiente desarrollo se va a dilucidar a medida que la jurisprudencia y la doctrina vayan dando su aporte sobre todo a medida que más situaciones  planteadas desde esta nueva concepción den lugar a más y mejores fundamentos. Pero también en la medida que la sociedad misma sea capaz de hacer propios estos nuevos modos de pensar. Insistimos, no se trata de un problema estrictamente jurídico sino de concepciones reinantes entre los ciudadanos.
Aunque luego lo encararemos con más detalle sólo anticipemos que en aquellos niños que estarían desde el punto de vista de su madurez y desarrollo incapacitados para formular explícitamente sus deseos, habrá momentos en que un adulto deberá hacerse vocero de ese reclamo y el abogado tomarlo como del niño, pero nunca como el del vocero.
I.e. ¿Cómo se enteran los niños que tienen este derecho?
Se ha destacado la importancia del compromiso que deben asumir todos los operadores sociales y jurídicos a los fines de que la posibilidad de ejercicio de este derecho llegue a conocimiento de los principales interesados (por ejemplo, mediante una buena campaña de difusión en el ámbito escolar, difusión en medios masivos de comunicación a los que acceden los chicos, etc)
También se ha destacado como importante el diseño y la implementación de propuestas de capacitación a profesionales que  se dediquen a representar jurídicamente los intereses de los  niños en los procesos. Y por último, son las políticas públicas las que deben prever un fácil acceso (desde el aspecto territorial –cercanía- como institucional –sin trabas burocráticas-)[14].
I.f. A modo de primer resumen.
Hemos intentado trasmitir cómo la ley 26.061 introduce instrumentos de fundamental importancia para traducir en la práctica la noción del niño como sujeto de derechos. Esto a través de una visión amplia del derecho a ser oído, a que sus opiniones sean tomadas en cuenta, al derecho a la defensa en sus dos aspectos, material y técnico, y al reconocimiento de un ejercicio de ellos “en primera persona”, en tanto herramientas concretas para llevar a la práctica, la participación personal, directa y autónoma[15] del niño, niña o adolescente en los ámbitos donde se toman decisiones que afectan sus derechos e intereses.
En tal sentido, podemos concluir esta primera parte resaltando que la ley 26.061 reafirma que el niño, niña o adolescente es una persona en el sentido genuino de la palabra, permitiendo superar la idea del niño como un “incapaz” que no sabe o que no puede. Ese niño al que su en comentario sobre la mujer también hacía referencia Le Bon en la cita a la que hicimos alusión. Esto se logra habilitando espacios y medios como  protagonista de su propia vida y no como un mero espectador que se beneficiaría, en el mejor de los casos, con las decisiones “acertadas” que podrían tomar los adultos. Es la dimensión subjetiva de esta cuestión la que desarrollaremos a continuación.
II. La cuestión de la subjetividad.
Hechas estas precisiones jurídicas nos interesa enfatizar las dimensiones psicológicas  del problema, sobre todo porque, como hemos dicho desde el principio, ser oído es vital para la constitución, desarrollo y expansión de la subjetividad humana.
En efecto, para demostrarlo bastaría confrontar al lector con su propia experiencia personal: ¿qué siente cualquier persona cuando su esposa o su esposo, su novia o novio no escuchan lo que dice?, bastaría que piense en sus sensaciones cuando algún otro, un ser querido o una persona estimada o respetada, una persona en quien el lector  deposita su confianza no lo escucha?  Usualmente somos invadidos por una enorme diversidad de sensaciones emocionales. Desasosiego, impotencia, angustia, bronca, desesperanza. Seguramente alguna de estas sensaciones cuando no todas al mismo tiempo. Es que ser escuchado resulta esencial para cualquier ser humano, no sólo porque si se lo escucha habrá (tal vez sí tal vez no) posibilidades de que lo que le preocupa se resuelva, sino porque cuando se lo escucha, se lo está reconociendo como otro humano. El que escucha le devuelve al otro en su acto de escuchar un estatuto humano que de no hacerlo le quita. La jerga popular en la argentina lo dice de un modo contundente: “vos no existís”. Es uno de los mayores ataques que se le puede hacer a otro. Se le niega existencia. No escuchar implica ese acto destructivo de la subjetividad del otro que se realiza al declararlo inexistente. Por eso resulta tan importante para la consistencia de un sistema social que sus ciudadanos se sientan escuchados en sus reclamos básicos y se sientan partícipes de las decisiones que se toman. Si Cuba ha podido soportar en las tan difíciles condiciones que le ha tocado vivir un ataque tan permanente y desigual en fuerzas y recursos, es probable que haya sido por, aún con todas las limitaciones que seguramente se podrán enumerar, la capacidad de respetar al otro como semejante, la capacidad de escuchar los reclamos humanos de un modo que en el mundo capitalista, invadido por la prevalente lógica del lucro, resulta inaudito.
Tratemos  ahora de trasladarnos a otra situación más estrictamente involucrada con lo que nos ocupa. Por ejemplo, intentemos imaginar qué puede sentir un niño atrapado en la querella matrimonial de sus padres que no atienden a sus intereses y emociones y sólo se preocupan por lo que obtengan en la lucha con su ex. O, en otra perspectiva, el niño víctima de abuso o maltrato que, o no es escuchado o, sólo lo es a través de una serie de pericias que suelen correr el riesgo de revictimazarlo una vez tras otra. O lo que puede sentir cuando el juez que tiene que fallar sobre alguna cuestión que involucra su destino más o menos próximo no atiende sus razones. Cuanto más pequeño el niño, la acción será potencialmente más destructiva para su subjetividad en formación, aunque el niño pueda no tener conciencia de ello todavía.
Esto no es casual, responde a las características de la construcción de la mente humana.
Así es, el ser humano, esa especie animal tan particular que somos, nos caracterizamos por un hecho que nos hace por completo diferentes a las demás especies: mientras las otras vienen instintivamente (biológicamente) provistas básicamente de la información necesaria para acceder a la supervivencia y a la procreación, nuestra biología por cierto más sofisticada, sin embargo, carece de ese recurso. Un bebé se desarrolla en una relación profunda con otros significativos (madres, padres o quienes estas funciones cumplan) con quienes van construyendo su espacio mental. Sin ellos sucumbe tanto psíquicamente como, a veces, incluso físicamente. Un psicoanalista llamado Spitz lo estudió con chicos tempranamente hospitalizados[16]. Su destino oscila entre el marasmo (digamos así, un absoluto derrumbe psíquico) y la muerte física. En ese sentido, la biología humana tan sofisticada como para permitirnos creaciones tan bellas como aterradoras que nos hace únicos, sin embargo sólo se sostiene en relación a otros humanos. Desde esa perspectiva, nuestra posibilidad biológica será, en definitiva, siempre social. Tan social que el modo de castigar con la muerte civil en antiguas culturas perduró a través de una institución conocida como el ostracismo. Recordémoslo, el ostracismo significaba que un miembro de la comunidad era castigado a la peor “muerte”: no ser reconocido como miembro de su comunidad. Esto a través de su expulsión real o simbólica. Por ejemplo, dejarlo vagando solo y con la única ayuda de algún alimento diario, por los bosques aledaños al poblado o incluso permitiendo que permaneciese en él pero sin que nadie reconociese su existencia. Sin que nadie le hablase, le contestase, siquiera lo viese. Se le podía dejar una vasija con algún alimento en algún lugar preestablecido del poblado pero permaneciendo por completo ignorado. Se transformaba en un ser invisible. Probablemente muriese, no por hambre, sino melancolizado como un ente ignorado. Que nuestras posibilidades biológicas se reordenan y organizan desde nuestros más tempranos vínculos con los otros, que seamos un ser estructuralmente social (recordemos la tesis VI de Marx sobre Feuerbach: “la esencia humana […] es, en realidad, el conjunto de las relaciones sociales”), pone a la necesidad de ser escuchado en un orden vital tan imprescindible como el de alimentarse o respirar. Para los psicoanalistas éste es un factor central para pensar la constitución de la mente humana. Freud lo ha dicho así en uno de sus primeros textos: “El organismo humano es al comienzo incapaz de llevar a cabo la acción específica (la que permite la provisión de sus necesidades básicas) Esta sobreviene mediante auxilio ajeno: por la descarga sobre el camino de la alteración interior (aclaremos, el llanto, por ejemplo), un individuo experimentado advierte el estado del niño. Esta vía de descarga cobra así la función secundaria, importante en extremo, del entendimiento (o comunicación) y el inicial desvalimiento del ser humano es la fuente primordial de todos los motivos morales”[17] Sin entrar a desmenuzar una frase llena de matices, digamos, simplificándola, que en tanto humanos somos seres desvalidos que requerimos del otro para nuestra supervivencia y también para nuestro desarrollo. Somos animales con una dependencia extrauterina muy prolongada que requerimos de otro para vivir y sobrevivir. Un otro que, entre otras condiciones, pero ésta es imprescindible, escuche (polo imprescindible de la comunicación). El refrán dice: El que no llora no mama. Habría que agregar: y si la madre es sorda de entendederas es posible que tampoco. Nuestro afán comunicante se reorganiza desde la escucha de otro. No ser escuchado nos sume en una progresiva desazón que seguramente pasará por la violencia desesperada, como a diario se comprueba en tantos fenómenos sociales.
Ahora bien, hasta aquí hemos hablado del derecho a ser oído, sin embargo en los últimos párrafos hablamos de ser escuchado: ¿es relevante la diferencia? Si bien desde el punto de vista jurídico no lo parece, desde el punto de vista psicoanalítico y práctico tiene mucha. Si oír remite al simple ejercicio de un sentido, escuchar exige un acto de atención y de involucramiento subjetivo mucho mayor. Podemos oír el ruido de la calle mientras escribimos, pero no le damos importancia o tratamos de que no nos distraiga, sin embargo, si lo escuchamos agregamos un aspecto de atención que puede hacer que incluyamos el ruido como un aspecto de aquello que estamos escribiendo. Nuestro novio o novia oye la queja, pero no la escucha (no escucha ni a la queja ni a nosotros que la hacemos). Registra el sonido de nuestras palabras pero no escucha la densidad humana que en ellas hay. En este sentido, escuchar es una acción subjetivamente más densa que oír. La convención de derechos del niño suele hablar de escuchar, la legislación argentina suele hablar de oír. Sin embargo, aunque  los usos y costumbres no suelen hacer diferencia sobre estos términos, nos parece importante recalcar la diferencia porque tendrá consecuencias en los modos en que nos ubiquemos frente a los problemas de los niños y en particular en relación con el tema del abogado del niño. Trataremos de justificarlo enseguida.
Por el momento, retengamos lo dicho: si ser escuchado es vital para el desarrollo y la supervivencia mental humana, el modo en que escuchemos favorecerá o no ese desarrollo. No sólo se tratará de ser escuchado sino del modo de serlo. Este punto es el que justifica que el derecho a ser oído deba ser pensado desde el interior del cambio de paradigma de niño objeto a niño sujeto.
Supongamos, la siguiente situación, típica en nuestras sociedades capitalistas: un juez que debe dar un fallo sobre un niño (por ejemplo, sobre si debe vivir con su madre o con su padre, pobres y carentes de recursos ellos, o con otros que se proponen adoptantes pero que tienen muchas mejores condiciones de vida para ofrecerle) El juez puede alegar que escucha, en función del desvalimiento que un niño trae, cuáles son sus necesidades. El dirá que escucha las necesidades del niño, no al niño, sobretodo si aún es muy pequeño para hablar. La ley Agote que es la ley que en la Argentina ha encarnado el pensamiento del patronato desde su promulgación en 1919 hasta sus modificaciones actuales, justificaba este modo de escuchar aunque el derecho a ser oído no formara parte de su cuerpo legal. En tanto el juez era dueño del poder discrecional de decisión su escucha era la de un sujeto discrecional. El se arrogaba el saber lo que es bueno para un niño. A lo sumo, apelaría a otros expertos para legitimar su saber en el saber también discrecional de otro. Su escucha y su decisión se sostenían en las prerrogativas cuasi omnímodas que la ley le otorgaba. El juez alegaría que escuchaba en función del bienestar social y material del niño. El niño sería objeto de su “sabiduría”. Es preciso aclarar que aunque la ley Agote haya sido derogada, sigue vigente en muchos aspectos del Código Civil (en lo que atañe a la cuestión del derecho a ser oído, sobre todo en los 264 ter y 321 inciso b, relacionados  con adopción y patria potestad ) y sobre todo en la mentalidad de quienes tenemos a nuestro cargo el tratar de dirimir estas cuestiones con niños.
Dicho esto: nos preguntamos ¿hay acaso una sola manera de escuchar? Para tratar de respondernos, volvamos a las tres modalidades jurídicas que hemos indicado: La ley Agote con sus correspondencias en el Código Civil, la Convención Internacional de Derechos del Niño y la Ley nacional 26.061. En las tres se habla de escuchar u oír, pero en cada una  supone maneras diferentes de hacerlo. En el Código Civil se escuchará al niño (tal como lo acabamos de explicar) si el juez lo dispone. El juez es dueño de la decisión. Su omnímodo poder dispondrá discrecionalmente sobre el derecho del niño. Incluso si lo escucha lo podrá hacer desde el poder otorgado. Esta es una escucha que llamaremos de amo, escucha patriarcal y totalitaria que se sostiene en el poder de quien escucha y no en el derecho de quien habla.
La ley nacional, por razones que no consideraremos, pone el derecho del niño a ser escuchado en relación con el pedido expreso del niño para serlo. Esto al menos en el artículo 27. (La apelación a otros artículos puede atenuar este efecto de escritura). Allí dice, lo repetimos: “a) A ser oído ante la autoridad competente cada vez que así lo solicite la niña, niño o adolescente” (El subrayado es nuestro). Si el derecho depende de su solicitud queda en el niño reclamar su derecho. Pero en ese caso, ¿cuántos niños no serán escuchados simplemente por razones que muchas veces tendrán que ver con el temor que les genera su propio desvalimiento, porque su propia dependencia de aquellos con quienes tienen el conflicto los inhibirá para atreverse a demandar ante la autoridad competente ser oídos? En este caso, la escucha devendrá caritativa. Te escucho porque me lo pides, no porque piense que es mi deber escucharte.
La Convención, en cambio, es taxativa, no deja lugar a interpretaciones que exigen apelar a otros artículos para legitimar el derecho como la ley 26.061. En la Convención, incuestionablemente, el niño debe ser escuchado, aunque como hemos explicado antes carece de los instrumentos para garantizarlo. En todo caso el niño podrá demandar no serlo. Él podrá decir: “gracias señor juez, pero no quiero que me escuche. Mi derecho en tanto niño a ser escuchado se sostiene en la posibilidad de que yo pueda no querer hablar”. El niño como sujeto de derecho tiene la prerrogativa de no desear utilizar el derecho que la ley le otorga. Del mismo modo que tiene que ser informado, porque la escucha exige de información para materializarse con mayor densidad. Es un camino de doble vía. La escucha no es una acción puramente pasiva y receptora. Escuchar impone también informar al niño de aquello que lo involucra.
Esta tercera manera de escucha es en la que en nuestra opinión se sostiene la posibilidad práctica de desplegar una defensa consecuente y sólida de los derechos de un niño. Y es por ello que desde un principio entendemos que el derecho a ser oído (escuchado) es inseparable del conjunto del plexo legal y necesariamente ético que la Convención y la ley nacional 26.061 imponen. Es allí donde el derecho de cualquier sujeto a su abogado se impone como exigencia lógica y práctica. Trataremos de llegar a ello.
Ahora bien, que las remarquemos como modos de escucha distintos no quiere decir que estas formas de escucha estén indisolublemente soldadas a una forma determinada de cuerpo legal. En tanto la Convención y sus prácticas distan de haberse encarnado en la subjetividad de quienes tenemos la tarea de garantizarla, muchas veces somos nosotros mismos, defensores de la Convención quienes adoptamos actitudes próximas a la escucha del amo o a la escucha caritativa, al igual que muchos de los que sólo son capaces de escuchar desde su poder discrecional, invocan la Convención en cuanta oportunidad tienen. Estos diversos modos de escucha pueden adueñarse de nosotros cualquiera sea la actitud ideológica que sobre la nueva legislación tengamos. Por eso es que es tan importante estar atento a los matices. Por ejemplo, puede ocurrir que un juez defensor de la ley Agote y aún nostálgico de sus épocas de esplendor, a pesar de basar su escucha en el poder discrecional, sin embargo, escuche profundamente a un niño. En todo caso, allí habrá una contradicción entre la ley que él añora y las prácticas reales de su escucha. Tal vez, jamás se haya puesto a pensar en las consecuencias y en las bases de la ley Agote y sólo lo mueva la profunda preocupación humanista (en el mejor sentido del término) por el interés del niño. Del mismo modo, podrá ocurrir que un juez consustanciado con la nueva legislación, sin embargo, se identifique con algunas de las partes del conflicto y escuche al niño sesgado por esa identificación. Luego le bastará encontrarse con el niño en una sala, decir que lo escuchó, y hacer salir el conejo que previamente había puesto en la galera. Lo mismo puede pasar con los psicólogos que en la Argentina suelen ser psicoanalistas (en definitiva, especializados en la escucha). A veces, cuando son consultados como peritos de parte, contestan desde la parte y no desde su lugar de peritos. Entonces buscan escuchar que el niño dice lo que ellos (identificados con la parte) quieren que diga.
Planteamos estos matices (y llevaría mucho más que lo que exige la extensión de este texto detenerse en la infinidad de situaciones tan diversas) porque nos interesa trasmitir aquello que desde el comienzo orienta esta exposición: la dimensión dilemática del tema.
Ahora bien, ¿cómo nos acerca toda esta exposición al tema del abogado del niño que nos ocupa?, podrá preguntarse el lector. Es una pregunta legítima. Apelamos a su paciencia, para hacerlo con rigor debemos abrir un último camino lateral pero imprescindible para nuestra marcha.
En efecto, tanto la ley Agote, como la Convención, como la ley 26.061 hacen en relación con el tema de ser oído una cuestión que exige que nos detengamos. En efecto, por el carácter de indefensión relativo que un niño porta, en todos los casos se hace referencia al desarrollo y la madurez del niño. El derecho a ser oído se correlaciona con su desarrollo y madurez. A primera vista parece sencillo: qué puede decir un bebito más que sus laleos guturales y sus movimientos de manitos. Sería difícil registrar en el sumario: “Francisquito dijo: La, la, ugh, mm, mm”. Peor aún: “Al estar Francisquito frente a su señoría simplemente se orinó en los pañales”. Puede resultar simpático pero poco orientador. Esto podría llevar a decir que el derecho a ser oído sólo está vigente para quien esté en condiciones de expresarse con una lógica relativamente conceptual. Con lo cual la línea de los menores e incapaces (o de los menores como incapaces) simplemente se habría adelantado unos cuantos años, nada más que eso. Sin embargo, la Convención va mucho más lejos (eso es en lo que se insiste cuando se habla de cambio de paradigma): declara al niño (todo niño, no importa la edad o la capacidad) sujeto de derecho. Si el ser oído es uno de esos derechos (insistimos, los de cualquier niño, no importa la edad) habrá  que buscar la manera de que ese niño sea escuchado aunque sólo balbucee sonidos inarticulados.
En este punto uno podría pretender hacer una aproximación idealizadamente psicoanalítica a la cuestión y creer que con eso resuelve la cuestión práctica. Podría decir que un niño, aún muy pequeño, siempre trata de hacerse entender, porque el ser humano vive en un mundo de comunicación y lenguaje (incluso lenguaje preverbal). Aquella expresión popular: “el que no llora no mama”, alude a cómo ese llanto es un modo del niño de convocar a la madre como fuente de alimentación y protección. La madre debe aprender a escuchar a su hijo, debe deslindar llantos. Así aprenderá a no ponerle la teta en la boca cuando el niño está irritado por sus pañales húmedos, ni a cambiarle una y otra vez los pañales mientras el niño se muere de hambre. Estas son cuestiones que las madres van aprendiendo en el curso de su propia experiencia que además siempre tendrán como referencia inconsciente su propia experiencia como niñas. Esa referencia psicoanalítica es hoy por hoy una obviedad incorporada a la puericultura más elemental. Porque los niños manifiestan de más de una manera lo que “quieren decir” (las comillas son porque evidentemente no se puede pensar ese “querer decir” como si fuera un acto consciente y razonado). Gestos, movimientos, posiciones en una entrevista, dibujos, son indicios de eso que el niño comunica aunque no se lo proponga. Son indicios de su necesidad humana de que se lo escuche. Ahora bien, esta referencia al psicoanálisis, aunque válida para justificar porqué cualquier niño debe ser escuchado, no deja de abrir otros problemas. ¿Entonces los jueces de niños deberán devenir psicoanalistas y cambiar su mayor ceremoniosidad por cajas de juegos, papeles y crayones? ¿Los jueces deberán devenir psicoanalistas? ¿Los psicoanalistas deberán siempre estar al lado del juez para ayudarlo a escuchar aquellas cosas para las que no está entrenado? ¿El ámbito de la justicia deberá devenir un ámbito psi.? Para el psicoanalista que entre nosotros escribe este artículo cualquier respuesta afirmativa a estas preguntas resulta un definitivo absurdo. No se trata de cambiar el juez discrecional de la ley Agote, por el psicólogo discrecional de una legislación moderna. Justamente se trata de lo contrario. Y aquí empezará a encontrar su lógica de ser el abogado del niño.
En efecto, si oír no es escuchar, y escuchar implica un espacio de compromiso y comprensión del otro y con el otro, escuchar será básicamente crear un lugar. Es decir, instaurar en la mente de los actores que participan en los procesos que involucran a la infancia, la idea de que escuchar es una necesidad, una obligación y además la asunción de un problema de consecuencias humanas por lo general impredecibles. Crear un lugar no significa un lugar físico (por supuesto), sino un lugar mental que albergue lo problemático y angustiante de la situación para el niño y también para sus padres o quienes estas funciones puedan cumplir. Crear un lugar significa que el juez debe hacerse cargo de que debe escuchar, que debe darle un lugar al niño para que exprese o se exprese, de modo tal que el niño mismo pueda decir que él no acepta ese lugar si no lo desea. Crear el lugar y no dejarlo supeditado al pedido expreso del niño, implica darle contención a vivencias que el niño pueda tener pero que por la propia dependencia estructural que todo niño tiene con sus padres (se entiende que usamos padres en un sentido genérico para no extendernos en las diversas formas que esas funciones adoptan) nunca tomaría la iniciativa de plantear. Decir que es un lugar implica poner la función de la escucha no del lado de un sujeto individual superior dotado de particulares dotes, sino del de una tarea en equipo donde las informaciones de cada cual nunca podrán ser rotundas, sino indicios a poner en relación. En este sentido, el informe psicológico, el informe asistencial, las palabras de los padres y de quienes participen en el conflicto que se busca resolver, las del propio niño, las del asesor de menores, los argumentos de los abogados, serán sólo indicios a poner en relación unos con otros. Jamás factores autónomos. Ni siquiera la palabra del niño, aunque es indudable que debe tener una relevancia esencial puede ser tomada por fuera del contexto.
Planteada la cuestión con este nivel de complejidad. ¿Por qué el abogado sería una necesidad lógica y práctica? En primer lugar porque alguien debe estar allí para defender al niño sin ningún involucramiento ni con las partes en conflicto, ni con el Estado. El niño debe sentir que alguien está para habilitar su palabra. Que tenga abogado instituye al sujeto de derecho con todos los derechos que un sujeto tiene, entre ellos, el de tener un abogado que lo represente. Quitarle ese derecho es quitarle un derecho que le corresponde a cualquier sujeto. De hacerlo así terminaríamos teniendo que afirmar que el derecho de los niños es un derecho igual pero … con menos derechos. El abogado corresponde por lógica jurídica (es el que puede tratar de garantizar que ese lugar al que antes hicimos referencia sea garantizado), por lógica subjetiva (le da consistencia de otro humano pleno a ese niño en una situación de conflicto) y además facilita en lo práctico que muchas situaciones que a veces por la propia lógica querellante del mundo legal puedan entrar en laberintos sin salida, encuentren en la palabra del niño patrocinado una solución.
Consideraciones finales
Es indudable que las cuestiones que aquí consideramos se basan en la experiencia en nuestro país donde la situación de la infancia se recuerda principalmente en los discursos de las campañas electorales. Nosotros pensamos estos problemas en el interior de una sociedad donde miles de niños mueren literalmente de hambre, miles carecen de toda posibilidad de acceso a la educación o a la salud, donde muchos de esos miles pasan sus días destruyendo sus mentes tomando drogas cada vez más nocivas, donde la violencia se enseñorea entre nuestros jóvenes a edades cada vez más tempranas, donde el poder del dinero encierra constantemente la práctica social. En ese sentido, somos conscientes de que mucho de lo que podemos trasmitir en este artículo se haya ampliamente superado por la experiencia  concreta de la revolución cubana en relación con su infancia y por los modos en que una justicia práctica busca resolver día a día sus dificultades, sin embargo, como las relaciones de asimetría entre los niños y los adultos y las concepciones que sobre esas asimetrías se formulan tienen orígenes muy antiguos que se encuentran instalados profundamente en la subjetividad colectiva y suelen ser fuente de resistencias conservadoras incluso en el seno de los procesos de cambio, nos parece que trasmitir nuestra experiencia y nuestro modo de pensarla puede ser útil para cualquier sociedad.
Adriana Granica                 
Oscar Sotolano
[1] Stephen Jay Gould, La falsa medida del hombre, Crítica (Grijalbo-Mondadori), pág. 121, Barcelona, 1997.
[2] T.S.Kuhn, La estructura de las revoluciones científicas. Breviarios. Fondo de Cultura económica. Pag. 51. México. 2001
[3] Este recorrido se hará tomando en cuenta los aportes de Marisol B. Burgués, “El derecho a la participación en la construcción jurídica de la infancia. El derecho a ser oído y a la defensa en la ley 26.061”Lexis-Nexis.
[4] Para el nuestro vetusto Código Civil, la mayoría de edad, y con ella la plena capacidad civil, se adquiere a los 21 años (Art. 126, C. Civ.). Así, las personas menores de edad son incapaces de hecho absolutos si no alcanzaron los 14 años de edad (menores impúberes, en la terminología del art. 54, C. Civ.) e incapaces de hecho relativos si traspasaron ese límite etario (menores adultos, según art. 55, C.Civ.). Consecuentemente, se instaura un sistema-acorde con el régimen precedentemente enunciado- con el fin de suplir la incapacidad de los “menores” y posibilitar que los mismos puedan desenvolverse en su vida de relación, tanto en la esfera personal como patrimonial, proponiendo para ello la figura de la representación legal (arts. 56 y 57, inc. 2°, C. Civ.) por parte de sus padres, a través del instituto de la patria potestad (art. 264, C. Civ.) o, en su defecto, por un tercero, a través de la tutela (art. 377, C.Civ.). Mecanismo que se completa con la representación promiscua en cabeza del Ministerio de Menores (art. 59, C. Civ. y art. 54, ley 24.946). Los aspectos más controvertidos en la regulación de este mecanismo de representación se encuentran en el carácter universal y en su origen legal, en tanto se produce una sustitución –desplazamiento de la voluntad de la persona menor de edad en la toma de decisiones respecto de conductas autoreferentes hacia terceros (padres, tutores, encargados), impidiéndosele ejercer por sí sus derechos.
[5] En tal sentido no resulta cierto que la palabra escrita u oral constituya el único modo de comunicación entre las personas, no pudiendo dejar de reconocer que existe una capacidad de expresión que no tiene relación con los límites de la edad (Ver parte II).
[6]“A más de los representantes necesarios, los incapaces son promiscuamente representados por el ministerio de menores, que será parte legítima y esencial en todo asunto judicial o extrajudicial, de jurisdicción voluntaria o contenciosa, en que los incapaces demanden o sean demandados, o que se trate de las personas o bienes de ellos, so pena de nulidad de todo acto y de todo juicio de que hubiere lugar sin su participación” (Art. 59).
[7] Garrido de Paula, Paulo Alfonso, “El Ministerio Público y los derechos del niño y del adolescente en el Brasil”, Revista Justicia y Derechos del Niño N°2, UNICEF, Buenos Aires, 2000.
[8]  Art. 120 CN.
[9] Llambías, Jorge J., Tratado de Derecho civil. Parte General, 3° ed., Abeledo-Perrot, 1967, T. I, p. 157; Justo, Alberto M., Intervención judicial y extrajudicial de los asesores de menores, en L.L. 96-860; Fassi, Santiago C., Código procesal Civil y Comercial de la Nación, 2° ed., Astrea, Buenos Aires, 1980, t. I., N° 321 cit por D’Antonio, Daniel H. En Actividad jurídica de los menores de edad, tercera edición actualizada, ed. Rubinzal-Culzoni, 2004,  pág. 48.
[10]  SCJBA, 93-605; CNCiv., Sala D, L.L. 66-643 cit. por D’ Antonio, Daniel H., en Op..cit., p. 48.
[11] Fassi, Santiago C., Código procesal Civil y Comercial de la Nación, 2° Ed., Astrea, Buenos Aires, 1980, t. I., p. 149, N° 321 cit por D’ Antonio Daniel H., en Op. cit., p. 48.
[12] Fassi, Santiago C., Código procesal Civil y Comercial de la Nación, 2° ed., Astrea, Buenos Aires, 1980, t. I., cit por D’ Antonio Daniel H., en Op. cit., p. 48.  Asimismo, desde la doctrina se ha expresado que el Defensor de Menores, en tanto ejerce una representación promiscua, representa los “intereses” del menor pero, a la vez, cumple con la función tutelar propia del Patronato del estado. De ahí que sus intervenciones se identifican con las del juez, en el sentido de contribuir a la “tutela” del menor. Son los del Estado en su función tutelar y no los intereses del niño o joven tutelado en cuanto titular de derechos y garantías.  Cf.  Beloff, Mary y Mestres, Jose Luis…Op. cit.
[13] Interpretación que cabe extender al ejercicio de todos aquellos derechos personalísimos.
[14] MINYERSKY, Nelly y Herrera, Marisa,  “Autonomía, capacidad y participación a la luz de la ley 26.061”, García Méndez, Emilio –compilador-, Protección integral de Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes. Análisis de la ley 26.061, Fundación Sur y Editores del Puerto, Buenos Aires, 2006
[15] La participación autónoma es aquella en la que los niños, niñas y adolescentes son informados y consultados, pueden proveer información ellos mismos, adquirir compromisos y tomar decisiones. Lo cual no implica que ellos estén solos, pueden buscar apoyo y acompañamiento de los adultos cuando lo requieren, sin que ello implique el desconocimiento de la capacidad que tienen de pensar por sí mismos.
[16] R. Spitz, El primer año de vida del niño. Ed. Aguilar. Madrid. 2003
[17] S. Freud,  “Proyecto de psicología para neurólogos”, O.C., T.1, pág. 362, Amorrortu editores, Bs.As., 1986.