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Abuso de menores Por Alejandra Jaliquias


CLINICA EN MALTRATO INFANTIL: FUNCIONES PARENTALES Y CONSTITUCIÓN SUBJETIVA
Lic. Alejandra Jaliquias
Alejandra Jaliquias - Lic.en Psicología U.B.A. Especialización en Clínica Psicoanalítica con Niños y Adolescentes (U.B.A.). Formación en Acompañamiento del Desarrollo, en Terapias Corporales y en Violencia Familiar.


Profesional residente en Villa La Angostura, Pcia del Neuquén
Trabajo presentado en las 1eras Jornadas de Apertura en Salud mental realizadas en 2001 en San Carlos de Bariloche, Río Negro

En el presente trabajo se relata a partir de la experiencia clínica con 96 pacientes atendidos en un servicio hospitalario destinado a maltrato infantil, el funcionamiento psíquico en los adultos parentales que ejercen distintos tipos de violencia hacia los niños y los efectos en la constitución de la subjetividad.
Desde el modelo teórico propuesto por Piera Aulagnier, se postula que existe una triple inscripción en el aparato psíquico: actividad originaria, primaria y secundaria, cada una de las cuales complejiza a las anteriores. En las familias donde la violencia es crónica, la fragilidad de la actividad del pensamiento, impide que el Yo conozca sus sentimientos y los pueda transmitir mediante enunciados que traduzcan las vivencias .
Esta precariedad provoca que en los episodios agudos, el psiquismo de quien maltrata muestre sin velos que conserva el predominio de la actividad primaria poniendo en escena el despojo padecido mediante la omnipotencia ejercida sobre el niño.
En el aparato psíquico de este último, si continúa el camino regrediente hasta el espacio pictogramático, el rechazo será representado de un modo arcaico, a través del agujereamiento de la zona corporal. Lo que en la actividad secundaria consistiría en el enunciado de un sentimiento, se presentará en lo originario mediante el objeto unido con la zona complementaria. Cuando el afecto es de displacer, la información que el niño recibe es que el adulto puede mutilar una zona del sujeto a partir de un acto de odio.
Las perturbaciones que hallamos en la constitución subjetiva de niños sometidos a algún tipo de violencia suelen tomar los caminos de la sobreadaptación y de la acción, ambos intentos de suplir la insuficiencia o inadecuación de recursos para nominar el afecto y diferir la descarga directa del displacer mediante la actividad de pensar.
La vivencia de rechazo inscripta a nivel pictogramático se traduce según lógicas diferentes en la escena de la fantasía y en el espacio del Yo, y si no existieron otras experiencias subjetivantes que remodelen esta organización, instalan las condiciones para que el ciclo se perpetúe en la vida adulta a través de la escasa capacidad de decodificación y empatía con los propios hijos, de quienes se esperará que proveen la gratificación narcisista no encontrada en la propia infancia
Desde la promoción de la salud y la prevención primaria, el abordaje interdisciplinario en la primera infancia puede favorecer una comunicación profunda entre los adultos que ejercen la función materna y los bebés, reforzando mutuamente el sentimiento de eficacia y aportando la integración necesaria para la actividad social posterior.
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS:
Aulagnier, Piera. La violencia de la interpretaciónAmorrortu Ed.1977.(1975)
Barudy, Jorge. El dolor invisible de la infancia. Paidós, 1998.
Bleichmar, Silvia. En los orígenes del sujeto psíquicoAmorrortu Ed. 1984.
Falk, Judith. Cuidados corporales y prevención. Rev. La Hamaca, año 2, N°5, 1993.
Giberti, Eva, y Fernández, Ana María (comp.) La mujer y la violencia invisible. Ed. Sudamericana, 1989.
Hornstein, Luis. Narcisismo. Paidós, 2000.
Liberman, D., Podetti, R. de, Miravent,I. y Waserman, M. Semiótica y psicoanálisis de niñosAmorrortu Ed., 1981.
Ortiz Fischer, Raúl. Vinculaciones entre el síndrome violencia y segregación. Publicación del Colegio Psicólogos de Entre Ríos, mayo 2000.
Romero, Solidario. Segregación y Violencia.Publicación del Colegio Psicólogos de Entre Ríos, mayo 2000.
Winnicott, Donald. La naturaleza humana. Paidós, 1993.
Winnicott, Donald. Deprivación y delincuencia. Paidós,1990.


CLINICA EN MALTRATO INFANTIL: FUNCION MATERNA Y CONSTITUCION SUBJETIVA.
1.- INTRODUCCION
Voy a referirme al maltrato infantil, encuadrándolo entre las diferentes modalidades que reviste la violencia familiar. Contextualizo la misma dentro del marco de un síndrome de violencia, que para su abordaje requiere considerar un paradigma complejo, donde el atravesamiento económico tiene efectos en el campo transubjetivo o sociocultural, inter e intrasubjetivo.
El síndrome de violencia, se caracteriza por el ejercicio de poder y dominio que realiza un sujeto sobre otro, que lo anula en su diferencia y le produce un daño físico y/o psíquico. Se invade al otro en los múltiples espacios que pueda habitar subjetivamente: se invaden sus derechos, su cuerpo, sus modos de pensar.
Desde lo social, hallamos violencia en las consecuencias de la globalización: desempleo, pobreza, desintegración social, exclusión, movimientos migratorios. Esto provoca sentimientos de profundo desamparo a los que cada sujeto responderá con diversas estrategias de supervivencia: formas de adaptación primitivas, reacciones violentas, aislamiento, depresión, adicciones.
Las identidades individuales y el sufrimiento intrapsíquico e intersubjetivo se configuran según esta sociedad y esta cultura. La constitución subjetiva es un proceso largo y complejo. Los sectores en estado de exclusión parcial o total también están excluidos de vivir este proceso de humanización y socialización que lo convertiría en miembros plenos de la sociedad.
Vemos aquí una doble victimización desde lo social: la primera es la condena a no adquirir las capacidades psicosociales provistas por la sociedad. La segunda es juzgarlos o diagnosticarlos –según el ámbito institucional que recepcione a los sujetos- tomando como medida de comparación el comportamiento de quienes sí han recibido la provisión ambiental suficiente para constituirse e integrarse psíquica y socialmente.
La propuesta es no invisibilizar este aspecto del fenómeno “violencia”, ya que sabemos que lo que se invisibiliza tiende a naturalizarse.
2.- LA VIOLENCIA INTRAFAMILIAR:
Pasando ahora del campo sociocultural y económico al ámbito intersubjetivo, definimos la violencia intrafamiliar como toda forma de abuso en las relaciones entre los miembros de la familia, basadas en un desequilibrio de poder donde alguno de los adultos impone a otros integrantes de la familia acciones, ideas y opiniones vinculadas con el cuerpo, con la vida, con el proyecto de aquellos.
Me referiré a las consultas recibidas durante un lapso de veinte meses dentro de un servicio dedicado a maltrato infantil que participa de una red interinstitucional. Fueron atendidas 155 personas entre adultos y niños, de las cuales el 78 % consultaron por violencia familiar con distintos grados de riesgo. De estas consultas por violencia, el 47% se originó en situaciones de maltrato hacia niños y jóvenes entre 0 y 21 años.
De las 98 personas atendidas por violencia familiar crónica, en su totalidad hallamos que existían carencias en las funciones materna y paterna, de una cualidad que provocó efectos negativos en la estructuración subjetiva de los niños.
(VER CUADROS 1, 2, 3 y 4: motivos de consulta – consultas por edades – tipos de violencia - consultas según tipos de violencia).-
Tomando en cuenta lo transgeneracional, en las familias que han consultado encontramos que los adultos parentales también viven o han vivido estas u otras formas de violencia. Existe una interconexión entre las formas de expresión, ya que niños descuidados o que sufrieron abuso sexual luego pueden convertirse en padres o madres maltratadores, incapaces de proteger física y psicológicamente a sus hijos.
VIÑETAS: entrevista con una mamá.
“En casa nunca hubo problemas. Yo nunca los vi pelearse. Con mi hermano decíamos que era una familia rara. Papá y mamá vivían en piezas distintas, y cada uno se cocinaba lo suyo. Papá nunca nos pegó, y mi mamá era de gritar, no de pegar. No sé de dónde nos sale a nosotros tener parejas violentas y yo de golpear a mis hijos”.
3.- EFECTOS DE LA VIOLENCIA FAMILIAR EN LA CONSTITUCION SUBJETIVA:
3.1.- Estructuración psíquica: los modos de actividad de la psique según Aulagnier.
Tomaré el modelo teórico de Piera Aulagnier para presentar esquemáticamente los principales momentos en la actividad de representación psíquica, y luego pensar qué características observamos en el maltrato.
(VER CUADRO 5 – MODOS DE REPRESENTACIÓN PSÍQUICA SEGÚN P. AULAGNIER).
En la actividad de representación pueden diferenciarse tres grandes movimientos, donde cada uno complejiza el anterior, sin anularlo.
El primer encuentro que la psíque puede representar es la fusión. El funcionamiento biológico presta su modelo para esta actividad. Puede graficarse con un amamantamiento exitoso, donde las partículas de leche son incorporadas juntamente con el afecto de placer, donde la boca toma el pecho y a su vez el pecho toma la boca, en una banda continua.
En un principio la catectización de la actividad sensorial será condición para la vida psíquica. El placer concomitante a la experiencia de fusión irá dejando su impronta en el psiquismo. Aulagnier hablará de pictograma de fusión, cuando el encuentro es satisfactorio, y de rechazo cuando no existe una adaptación suficiente de la madre a las necesidades del bebé. El espacio pictográfico será uno, aunque para el observador haya dos, el recién nacido y su madre. En este sentido, nos estamos refiriendo al tiempo donde “los bebés no existen”, como planteara Winnicott.
Cuando se produce esta fusión, la mamá puede identificarse emocionalmente con su hijo, "donando" su actividad de pensar al bebé y actuando como reguladora de los estímulos que resultarían intolerables al aparato psíquico.
En un segundo momento lógico – aunque cercano cronológicamente- el reconocimiento de dos espacios corporales, y por lo tanto también dos espacios psíquicos, impondrá a la psique reorganizar su funcionamiento. Se pondrá en escena, en la fantasía, una relación que una lo separado, bajo la intencionalidad del deseo de uno, la madre. Momento de incipiente simbolización que empieza a introducir la diferencia, previo al fort-da. El placer o displacer dependerá del deseo de reunificación o de rechazo por parte del Otro, la madre.
Si lo trasladamos a la relación boca-pecho, diremos que psíquicamente el bebé reconoce que el pecho no es un objeto cuya posesión esté asegurada. La presencia o la ausencia de la madre escenifica su poder de darlo o imponerlo.
Cuando la experiencia es de displacer, será también consecuencia y realización del deseo del Otro. De este modo el displacer puede convertirse en fuente de placer, ya que se tiene la certeza de adecuarse a lo que el Otro desea (fundamento del masoquismo primario).
Si el yo materno pudo otorgarle fuerza y estabilidad al incipiente psiquismo infantil, este andamiaje le permitirá llevar a cabo el trabajo de complejización que gradualmente lo conducirá a superar el estado de fusión, hasta dar lugar al surgimiento de la actividad de pensar por sí mismo, operación que inaugura el Yo. Volviendo a recordar las paradojas de Winnicott, para poder separarse hay que haber estado bien fusionado.
En un segundo nivel de simbolización, con la separación entre la psique del niño y la de la madre, queda inaugurada la actividad del pensamiento y la aparición del Yo. La actividad de pensar es el primer instrumento de autonomía y la primera producción que puede ser ignorada por la madre.
El niño a través de la representación ideica puede incluso ejercer la oposición a los enunciados maternos sin poner en peligro su supervivencia.
A partir del postulado de lo secundario, la psique reorganiza la representación de su relación con el mundoadecuándola al principio de realidad. Aparece la categoría de la diferencia, hasta entonces ignorada, y el de no contradicción entre el afecto y el enunciado.
3.2.- Las funciones parentales en el maltrato:
Sin profundizar ahora en la problemática identificatoria desde el modelo teórico de Aulagnier, podemos balizar la amplia gama de situaciones presentadas en las consultas, considerando dos amplios conjuntos de temas:
1.- El ejercicio de la función materna: características del proceso de apego y a la capacidad de interpretar en un código diverso del disponible para el bebé las acciones y necesidades que éste va presentando.
2.- La función paterna y los modos de adecuación a la ley simbólica por parte de los padres: las significaciones que el discurso del conjunto le otorga al niño, y qué función en la circulación deseante y en la dinámica operante en su grupo familiar. Incluimos aquí las características de la organización jerárquica de la familia.
En este trabajo nos ceñiremos a las características que hallamos en el ejercicio de la función materna, puntualizando cómo la cualidad de esta función afecta a la constitución psíquica en la infancia.
3.2.1.- Las alteraciones en la función materna: la actividad de representación en los adultos parentales:
En las familias atendidas observamos lo que hemos dado en llamar inversión del "holding": la mamá deprivada en su infancia, espera en el hijo hallar el soporte para sentirse reconocida y segura que no pudo hallar en las primeras fases de su vida.
La capacidad de donación libidinal teniendo en la mira la existencia de un sujeto, que pasa progresivamente de la dependencia absoluta hasta la independencia, está reemplazada por la búsqueda de satisfacción y gratificación de la madre a expensas del bebé.
Considerando los modos de representación conceptualizados por Aulagnier, hallamos que en los adultos que ejercen violencia hacia los hijos existe cierta fragilidad en la estructuración de la actividad de pensar según la lógica del proceso secundario, que impulsa un camino regrediente. De acuerdo a la cualidad del contacto de quien ejerce la función materna, podemos ubicar el predominio de lo originario o de lo primario en su modo de representar la relación:
3.2.1.a) Postulado de lo primario. Representación escénica o fantaseada:
La gratificación narcisista de las mamás depende casi exclusivamente de los hijos, quienes deben responder en un todo sus deseos. Madres de fachada omnipotente que reclaman sumisión y obediencia y que en lo más íntimo experimentan una profunda vulnerabilidad.
Es intolerable la alteridad, que exista deseo diferente al propio. La madre intentará saber qué piensa, o enseñarle a pensar el bien o definir ella misma un bien pensar del hijo.
Viñeta -una mamá: “Quisiera darle vuelta la cabeza, como decirle: adentro de la cabeza tenés que ser... Exigirle que él sea bueno o que haga caso, que me haga caso a mí. No quiero que nadie más que yo le inculque el bien”.
Otra mamá acerca de su hija de 7 años: “No soporto cuando no entiende algo. Me di cuenta que tenía que pedir ayuda porque cuanto más ella se equivocaba con las cuentas, más le pegaba yo. Siento que yo no sirvo si le explico y sigue sin entender. Le daba con la vara. Me dio miedo de lastimarla demasiado, ella me miraba con pánico y yo no podía parar.”
Una mujer adulta relata: “Me acuerdo que mi papá cuando yo tenía 9 años me golpeaba porque me veía saltando. Juntaba mi cabeza con la de mi hermana y las hacia chocar y las dejaba caer.”
Tengo un hermano que es agresivo, que heredó todo lo de mi papá.
Yo soy descariñada. Cuando me enojaba con mi hijo le decía “desgraciado, inútil. Le pegaba con la mano, le tiraba los pelos”.
No se reconocen las diferencias entre modos de pensar y deseos de los hijos con respecto a los propios. Se trata de la existencia de dos espacios psíquicos, el del adulto y el del hijo, pero bajo el dominio de uno solo, el del adulto. Observamos la necesidad de los padres y de las madres de borrar las diferencias entre ellos y sus hijos, intento que fracasa cada vez que el hijo con sus acciones muestra esta falta de coincidencia con lo esperado narcisísticamente.
VIÑETA: Una mamá en la primera entrevista: “Siento bronca, no contra él, como si no fuera él. Le tengo cierta bronca a algo que está dentro de él. Se repite que él es como yo.(...)La misma bronca que yo le doy me vuelve a mí sola. Me agarra la bronca cuando él me dice no. Como una llave de luz que se prende.
No puedo romper nada, si yo le rompo esto después lo tengo que reponer.”
Desde el punto de vista económico, pensamos el episodio violento tiene por finalidades tanto la descarga de la angustia ante lo siniestro de este doble especular, como también obturar los sentimientos de ineficacia en el ejercicio de su función de portavoz de las leyes del discurso exterior.
Otra mamá refiere: “Frente a mi hijo, quedo fracasada. Nunca voy a tener una familia como la que yo quiero.”
3.2.1.b) Postulado de lo originario: representación pictográfica:
La psique regresa al modelo sensorial donde se pone en primer plano una relación corporal sin mediación simbólica.
La información que el adulto hace llegar al niño es a través de una experiencia sensorial: golpes, gritos, quemaduras, empujones, basados no en el principio de realidad sino en el de placer/displacer. En esta última representación, las madres refieren no poder poner distancia entre el hijo y ellas, quedan literalmente imantadas por los golpes o los gritos que profieren. “una vez que empiezo, no puedo parar”, relatan.
(...)”El me pide que le dé todo y yo no puedo. Me da bronca y le pego o le grito.”
Estas manifestaciones aluden a un espacio subjetivo indiscriminado, donde la descarga masiva nos recuerda la manera en que el psiquismo se organiza al comienzo de la vida.
La angustia que se moviliza no halla vía elaborativa y la mamá experimenta rechazo ante la posible fusión con aquello que ella vive como extraño y peligroso.
3.3.- CONSTITUCIÓN SUBJETIVA DE LOS NIÑOS:
3.3.1.- Modos de representación del maltrato para el sujeto en constitución:
La violencia intrafamiliar, cuando involucra a los niños, afecta la estructuración de ellos. Cuando el maltrato tiene lugar en el primer tiempo de vida, la inscripción psíquica del displacer tomará en préstamo los modelos somáticos, y la representación pictográfica será de agujereamiento: al perder el objeto (pecho) también pierde su zona (boca). Si a través de esa representación originaria no se obtiene una satisfacción corporal real, con la puesta en funcionamiento de la actividad primaria la experiencia se significará desde el placer que proporciona al Otro el displacer del niño, y el cuerpo se volverá objeto privilegiado de un deseo de destrucción.
Sin embargo, si la vida prosigue, la actividad sensorial ha permitido catectizar algunos fragmentos del cuerpo. El modo en que la libido narcisista se apropie de esta actividad, se convertirá en el “bien”, y decidirá el lugar y la función que ocupará en la psique la instancia llamada Yo.
3.3.2..-Los rasgos de carácter: el comportamiento escindido.
¿Cuáles son las “salidas” que encuentran los niños ante el fracaso del Otro en aportar significaciones que permitan complejizar su funcionamiento psíquico?
Generalmente hallamos distintos grados de organización del Yo, que ante la irrupción de un exceso no dispone de recursos suficientemente adecuados para simbolizar y nominar el afecto transformándolo en sentimiento, transformación que permitiría diferir la descarga directa a través de la actividad de pensar.
En los casos más severos, el Yo no encuentra en el discurso parental un pensamiento del que pueda apropiarse como postulado inicial para su propia historización de los orígenes ligada al placer, y renunciará a preservar el funcionamiento secundario. De esta forma, el psiquismo retornará cada vez más fácilmente al predominio de modos de funcionamiento arcaicos o primarios.
Ante el maltrato, situación real, se actualiza la vivencia fantaseada de rechazo bajo la forma de un displacer que la psique atribuye a un deseo impuesto por el Otro. Si permanece en esa dialéctica, como objeto agredido experimentará un mismo deseo de agresión, dirigida hacia sí mismo o hacia otros. El niño confirma que el adulto desea su displacer y la psique recurre a la escisión como modalidad defensiva predominante, que organizará el síntoma primario, egosintónico.
Hay habitualmente dos caminos, que en muchos casos se ensamblan entre sí.
Son ellos la adaptación y la acción.
a) El funcionamiento sobreadaptado: En muchos niños, encontramos rasgos correspondientes a la descripción del falso self. Se construye una estructura hueca, que puede responder en forma satisfactoria a las expectativas sociales.
La sobreadaptación cobra el precio de escindir las emociones. Según la actividad de representación, nos hallamos ante el funcionamiento primario, donde el fantaseante reconoce la existencia de dos espacios bajo un solo deseo. Espacio y tiempo son reversibles. El discurso materno es repetido sin cuestionamiento, ni matices subjetivos.
b) El funcionamiento de la acción: Otros niños, o los mismos que se relacionaban al comienzo en forma pasiva o muy adultificada, pueden empezar a alarmar a otros – los propios padres o representantes del discurso del conjunto- mediante reacciones impulsivas o agresivas que ponen de manifiesto la inadecuación previa.
El lenguaje de la acción sustenta los “actings out", donde la angustia vivenciada no se simboliza y se proyecta al exterior. En los niños con esta organización de la impulsividad, encontramos una tendencia hacia la maduración neuromuscular precoz. Resuelven todas las situaciones con la fuerza física, eximiéndolos del desarrollo del aparato para pensar.
Esta hipertrofia, unida a un contexto de experiencias de falta de empatía materna, y donde no hay función paterna que enseñe y limite, impide discriminar entre daño y no daño. La actividad muscular es siempre significada como una acción que lo va a aliviar. En estos casos la adaptación es una fachada. El desenlace es la inversión de la relación insatisfactoria con la madre, asumiendo el rol de madre sin empatía a través de conductas psicopáticas.
4.- PREVENCIÓN: ALGUNAS PROPUESTAS.
Nos parece que el trabajo interdisciplinario puede aportar significativamente a la prevención. En primer lugar, porque la detección precoz suele hacerse en ámbitos en los que el psicólogo puede participar, pero no es a él a quien se dirige –al menos en principio- el motivo de consulta: el centro de salud y el jardín maternal son los primeros lugares donde se recibe al bebé con su familia, luego serán el jardín de infantes y la escuela primaria las instituciones que entrarán en escena.
Si pensamos en los distintos grados de riesgo, la escala creciente que va desde promoción de la salud hasta prevención terciaria puede ordenar algunas estrategias que permitan acotar la violencia intrafamiliar y el maltrato infantil.
4.1.- El hospital y la escuela: ámbitos para la prevención primaria
Los programas provinciales de salud –que suelen tener establecidas normas de atención durante el embarazo y durante los primeros 5 años de vida- pueden constituir un valioso marco no sólo para escuchar las primeras alteraciones en el vínculo entre padres e hijos, sino para encarar una tarea de promoción de la salud, al igual que los controles escolares de primero y séptimo grado.
Las instituciones educativas (jardines maternales, de infantes y primarias) también cuentan con la herramienta de la entrevista a padres y la posibilidad de organizar talleres sobre temas que aporten a mejorar el contacto emocional entre padres e hijos, brindando información sobre las capacidades y necesidades en cada etapa del desarrollo y -fundamentalmente – facilitar ver al hijo como persona singular, desplazando el eje de la gratificación de los padres desde el “quiero que sea como yo quiero” a “que sea él mismo”.
4.1.1.- Actividades durante el embarazo:
Durante el embarazo hay un tiempo para comenzar a recibir las primeras significaciones que tendrá ese hijo por nacer dentro del mito familiar, y también será un momento apto para revisar las experiencias de crianza vividas por la madre con sus hijos mayores y sus propias vivencias de cuando ella era niña.
Además del control médico, los espacios de trabajo corporal para embarazadas y parejas gestantes, pueden instrumentarse como grupos dentro de los cuales puede abordarse la simbolización esté dada en la integración entre el registro perceptivo, el emocional y el cognitivo desde consignas lúdicas.
La inscripción de vivencias subjetivantes, junto con la revisión de mitos acerca de la crianza y de roles de género, tendrá efectos en la plasticidad con que esa mujer o esa pareja podrá construir el vínculo con el hijo real y tolerar las diferencias que encontrará frente al hijo imaginado.
Si el ámbito de trabajo permite la intimidad grupal y desde ahí construir el borde que separa el adentro y el afuera: del propio cuerpo, de la propia identidad, del grupo, de los niños diferenciados de las madres y ellas discriminándose de sus propias madres..
4.1.2.- Nacimiento y primer año de vida:
Sabemos que el apego y el interés del adulto estructuran la personalidad del niño, creando las condiciones de equilibrio del desarrollo emocional, base necesaria para los otros aprendizajes psicosociales e intelectuales.
Cuando existe un vínculo estable y continuo, con un intercambio real con el adulto, el niño podrá alcanzar la integración necesaria para apropiarse del sistema de valores de la sociedad, sus normas y prohibiciones.
En las consultas durante el puerperio y primer año, desde un acompañamiento activo que respete las necesidades de la madre y el niño puede evitarse que los obstáculos iniciales ante la lactancia, y los ritmos de sueño y vigilia se estereotipen como modelo de la relación, y permiten promover actitudes de apego.
La capacitación a educadoras de jardines maternales, que diariamente toman contacto con el niño y algún familiar, también puede actuar como multiplicador de saberes que facilitarán el crecimiento y el desarrollo del niño.
El eje de la propuesta de promoción y prevención será facilitarle a los adultos que ejercen la función materna identificarse con el bebé y no introducir complicaciones más grandes que las que el niño puede admitir en cada etapa del desarrollo.
La actitud ante los cuidados corporales serán los momentos privilegiados para establecer lazos mutuos, donde el adulto pueda hablarle íntimamente y propicie que el bebé llegue a conocerse y a conocer al adulto. Cuando el adulto trata al bebé como un ser que siente, observa, registra y comprende o comprenderá si se lo permite, se entabla un diálogo desde la primera edad. De esta manera el bebé aprende a percibir la necesidad y también comienza a registrar que eso forma parte de sí mismo.
Cuando el bebé puede influir sobre los acontecimientos que le sobrevienen, porque el adulto toma en cuenta sus señales, (por ej. acerca del ritmo, la cantidad y temperatura del alimento, al ritmo de los movimientos de vestido o desvestido, cantidad y temperatura del agua del baño, etc,) se refuerza su sentimiento de eficacia, lo que constituye la base de su integración social activa.
Asimismo, el adulto recibe cada vez más instrumentos para adaptar su actividad a las necesidades del niño, con lo que también apuntala su propio sentimiento de eficacia.
Prevención de situaciones de maltrato:
Si bien la prevención es esencialmente inespecífica, hallamos con frecuencia en las familias donde se presentan situaciones de violencia familiar crónica, dificultades de la madre para adaptarse a los ritmos del bebé en relación a la alimentación y al sueño. Las mamás suelen presentar un tono muscular rígido que lleva a tener en brazos al niño o brindarle cuidados corporales en forma mecánica o abrupta. No existe suficiente flexibilidad para que los adultos puedan adaptarse a las necesidades del bebé y no a la inversa. Desde esa relación tónica no se establece un verdadero contacto comunicativo, donde la mamá catectice libidinalmente al bebé con el plus de placer que permita comenzar a cimentar su existencia como sujeto.
En este sentido, trabajar permitiendo el despliegue de acciones de empatía que retroalimenten las representaciones positivas en torno al niño y a la función que la madre ejerce, es una tarea que puede salir del consultorio general o pediátrico para ocupar la sala de espera en una actividad grupal, donde de las dificultades planteadas por alguna de las mamás otras puedan también compartir sus necesidades y saberes. Esto, que a veces se produce en forma espontánea, se profundiza con el acompañamiento de algún operador del sistema de salud o de la comunidad. Existen experiencias en centros donde esta actividad se reafirma desde el pediatra que apuntala con su mirada la iniciativa autónoma del bebé y transmite a la mamá la gratificación y seguridad por todo lo que el pequeño puede, ayudándola a observar esos pequeños gestos de comunicación y habilitando otro aspecto de ser “buena madre”, que circula transversalmente entre los cuidados: establecer un diálogo de sujeto a sujeto.
En términos de Aulagnier, podríamos decir que la psique materna modelará los materiales con los que el bebé podrá poner en marcha la representación pictogramática y fantaseada. La madre debe haber podido nominar un fragmento de la experiencia para que esta metabolización sea posible.
En todos los niveles de prevención, considero que se trata de ofrecer experiencias humanizantes, que favorezcan tanto la fusión en el primer tiempo de estructuración como también permitan luego que el sujeto pueda afirmarse y pueda complejizar su psiquismo para vivir en forma integrada.
4.2.- Prevención secundaria y terciaria:
En todas las consultas, el docente, el trabajador social, el médico o quien tome contacto con la situación familiar, podrá estar atento a las etapas evolutivas dentro del grupo, teniendo en cuenta que los momentos críticos pueden provocar regresiones a modos de funcionamiento psíquico más primitivos, y que quienes reciben el mayor impacto de la violencia intrafamiliar son los miembros más vulnerables del grupo, los que detentan menos poder. En casos donde se puede confirmar la existencia de violencia crónica, y a pesar del riesgo – por las propias características de la problemática- no hay un pedido de ayuda expreso, la propuesta es trabajar desde el mismo ámbito que recepciona a la familia, integrando conjuntamente al psicólogo en la entrevista e indagar en qué fase se encuentra el consultante y desde ese punto comenzar a construir el problema y la demanda.
El prerrequisito para llevar adelante propuestas de prevención es, aún, jerarquización de estas actividades, generalmente consideradas accesorias de la actividad asistencial dedicada a paliar los daños o a interrumpirlos. Dialogar con otras disciplinas, para desarrollar prácticas conjuntas debe dejar de ser una expresión de buenas intenciones si en verdad pretendemos encarar los nuevos problemas. Serán los ámbitos institucionales o comunitarios los que puedan brindar el espacio para inscribir o reconstruir experiencias subjetivantes, que permitan historizar el pasado y construir un futuro que no sea pura repetición.
Para terminar, este texto evoca desde la poética algunas temáticas que hemos presentado en este trabajo:
“Cuando el niño era niño
era el tiempo de preguntar cómo
porqué yo soy yo y por qué no tu
por qué estoy aquí
por qué no allí.
Cuándo empezó el tiempo
y dónde termina el espacio.”
El mundo parece ahogarse en el crepúsculo, pero yo narro, como al principio, en mi cantinela que me sostiene a salvo, por el relato, de las revueltas del presente y protegido para el futuro.
Si alguna vez la humanidad pierde su narrador, al mismo tiempo habrá perdido para siempre su infancia.
Wim Wenders y Peter Handke.
“Las alas del deseo”.