El principio de incertidumbre sólo afecta a (…) partículas
muy pequeñas y/o que se muevan a velocidades muy grandes, lo que
llamaremos el mundo microscópico . Mientras juguemos con partículas
macroscópicas (pelotas, balas, satélites, planetas,...) los efectos del
principio de incertidumbre, aunque están presentes, son despreciables...¡menos
mal! ¿os imagináis que llegados a este punto hubiera que empezar TODO
desde el principio?.
Aunque el asuntillo de Heisenberg no
afecta demasiado al mundo macroscópico no deja de ser importante el saber que
la naturaleza no es determinista, esto es, a partir de ahora ya existe un
principio físico que nos dice que hay cosas que no podremos saber
jamás (al menos con total certeza): fue un "pequeñ o gran
desastre" para todos los científicos deterministas y una ruptura total con
la idelogía científica "oficial"
Juan Francisco
Montiel
El principio implica una cierta
“granulación” del universo. Si ampliamos una fotografía de un periódico, llega
un momento en que lo único que vemos son pequeños granos o puntos y perdemos
todo detalle. Lo mismo ocurre si miramos el universo demasiado cerca.
Hay quienes se
sienten decepcionados por esta circunstancia y lo toman como una confesión de
eterna ignorancia. Ni mucho menos. Lo que nos interesa saber es cómo funciona
el universo, y el principio de incertidumbre es un factor clave de su
funcionamiento. La granulación está ahí, y eso es todo. Heisenberg nos lo ha
mostrado y los físicos se lo agradecen.
Patricio Barros
Incertidumbre… es lo contrario de
certeza… El sujeto parece moverse en un tejido constantemente elaborado
donde las certezas caen y se sustituyen por otras. Y a veces el no poder
reproducir ese movimiento de tejido produce sufrimiento subjetivo.
Ni más ni menos
los movimientos en transferencia parecen desarrollarse con esa lógica donde el
concepto de verdad ligado a la certeza se encuentra jaqueado. La suposición de
verdad deja a las claras que el sujeto no cree en la certeza. Si creyéramos lo
contrario lo subestimaríamos ubicándolo en una situación iatrogénica. Por
ejemplo, si al sujeto que nos trae un sufrimiento a consulta contraponemos un
diagnóstico de verdad, un diagnóstico con peso de ley por ejemplo, me refiero a
las leyes por patología que se están impulsando en estos momentos, o un diagnóstico
que se sanciona con fuerza de ley, como los trastornos del DSM dados desde
posiciones de saber científico, desencadenamos una serie de mecanismos
iatrogénicos.
Los niños suelen
como siempre, poner de cabezas e imponerse a estos manejos -expertos-, certeros
y exigir otro tipo de cuestiones que los adultos tratamos de encausar en
suposiciones de verdad y cuando no sancionar el fin de la rebelión. El problema
actual es que ese poner de cabezas que implica reclamar cuestiones alocadas
como jugar en espacios en los que no se juega y poner a jugar a otros sujetos
que poco se encuentran dispuestos a ello, jaquea ciertas instituciones que
tienen como objetivo, por ejemplo, educar o curar con toda la seriedad y
certezas del saber (científico) que los siglos pasados les imprimieron. Jaquear
esas instituciones implica para el adulto caer en las fisuras por donde se
desaparecen las “ilusiones de previsibilidad” cito a Sonia Kleinman y con ella
a Janine Puget.
Cuando esto se
produce se aplica contra el niño una sanción que va de menor a mayor: “si jugás
en clase no podés prestar atención y si no prestás atención no podés aprender”.
Si este tipo de intentos de convencimiento con razonamientos falsos que
conllevan sanciones, no resulta, entonces sobrevendrá la sanción disciplinaria.
Si el niño no responde a la sanción se escalará en la búsqueda de un sinfín de
razones por las cuales no puede el niño aceptar los límites impuestos. Esta
búsqueda terminará, casi seguramente, en la argumentación de un trastorno:
etiqueta. Y sobrevendrá la pena de medicación que, con suerte, se mantendrá en
suspenso por buena conducta. La concepción teórica que sostiene este mecanismo
considerará, posiblemente que esta conducta del niño es un error y se buscará
un tratamiento re-educativo que corrija. Este proceso se argumentará en el
mayor marco de objetividad posible, es decir en ausencia de las subjetividades
puestas en juego: la del niño que resiste, se queja, presenta un malestar y la
del diagnosticador que argumenta un circuito punitivo-reeducacional. Este
circuito desconocerá la dificultad de la educación y propondrá una
re!-educación desconociendo el sujeto que sufre.
Dejamos
planteada con esto la iatrogenia que se produce en un acto terapéutico que insiste sobre un circuito re-educativo que
desconsidera el padecimiento con el que un niño se presenta a consulta,
imponiendo una relación terapéutica que toma en cuenta los actos derivados de
ciertos estímulos y la forma de corregirlos (neo-conductismo) y que deriva
frecuentemente de tratamientos medicalizadores. La medicalización orienta un
acto que no se basa en los criterios adecuados que deben guiar un tratamiento
psicofarmacológico si no que deriva de la generalización de criterios
estadísticos, clasificatorios, no clínicos. El tratamiento psicofarmacológico
siempre conlleva efectos adversos
(iatrogénicos) que son considerados en el marco de un tratamiento que
debe circular por la instancia medicamentosa, pero la iatrogenia se vuelve el
eje cuando el trastorno es un constructo que tiene por objetivo único y
despiadado que las culpas parentales y las molestias institucionales se calmen.
Hace muy poco
tiempo alguien refutó en la página de Foro Infancias Trenque Lauquen
“Psicopatologías son todas” en referencia a la diferenciación entre las
clasificaciones diagnósticas estadísticas del DSM y a los diagnósticos
concienzudamente realizadas en el marco de entrevistas diagnósticas clínicas.
En términos generales o generalizadores puede ser correcto, pero la diferencia
en la clínica de estos diferentes abordajes es bien marcada y lo cierto es que
el concepto de “microdiagnósticos” en la entrevista parece resultar ambigüo y
tecnicista, la construcción del diagnóstico exige soportar, -para nosotros
trabajar con- la incertidumbre –en el sentido de lo opuesto a la certeza y
respetar los tiempos en que un diagnóstico va tomando forma, y exige cautela,
es decir tomar en cuenta los efectos subjetivos transferenciales y posteriores
a la entrevista y aún al tratamiento que pueden derivar de –diagnosticar-.