Noticias

Editorial de Septiembre

El principio de incertidumbre sólo afecta a (…) partículas muy pequeñas y/o que se muevan a velocidades muy grandes, lo que llamaremos el mundo microscópico . Mientras juguemos con partículas macroscópicas (pelotas, balas, satélites, planetas,...) los efectos del principio de incertidumbre, aunque están presentes, son despreciables...¡menos mal! ¿os imagináis que llegados a este punto hubiera que empezar TODO desde el principio?.
Aunque el asuntillo de Heisenberg no afecta demasiado al mundo macroscópico no deja de ser importante el saber que la naturaleza no es determinista, esto es, a partir de ahora ya existe un principio físico que nos dice que hay cosas que no podremos saber jamás (al menos con total certeza): fue un "pequeñ o gran desastre" para todos los científicos deterministas y una ruptura total con la idelogía científica "oficial" 
Juan Francisco Montiel
El principio implica una cierta “granulación” del universo. Si ampliamos una fotografía de un periódico, llega un momento en que lo único que vemos son pequeños granos o puntos y perdemos todo detalle. Lo mismo ocurre si miramos el universo demasiado cerca.
Hay quienes se sienten decepcionados por esta circunstancia y lo toman como una confesión de eterna ignorancia. Ni mucho menos. Lo que nos interesa saber es cómo funciona el universo, y el principio de incertidumbre es un factor clave de su funcionamiento. La granulación está ahí, y eso es todo. Heisenberg nos lo ha mostrado y los físicos se lo agradecen.
 Patricio Barros



Incertidumbre… es lo contrario de  certeza… El sujeto parece moverse en un tejido constantemente elaborado donde las certezas caen y se sustituyen por otras. Y a veces el no poder reproducir ese movimiento de tejido produce sufrimiento subjetivo.
Ni más ni menos los movimientos en transferencia parecen desarrollarse con esa lógica donde el concepto de verdad ligado a la certeza se encuentra jaqueado. La suposición de verdad deja a las claras que el sujeto no cree en la certeza. Si creyéramos lo contrario lo subestimaríamos ubicándolo en una situación iatrogénica. Por ejemplo, si al sujeto que nos trae un sufrimiento a consulta contraponemos un diagnóstico de verdad, un diagnóstico con peso de ley por ejemplo, me refiero a las leyes por patología que se están impulsando en estos momentos, o un diagnóstico que se sanciona con fuerza de ley, como los trastornos del DSM dados desde posiciones de saber científico, desencadenamos una serie de mecanismos iatrogénicos.
Los niños suelen como siempre, poner de cabezas e imponerse a estos manejos -expertos-, certeros y exigir otro tipo de cuestiones que los adultos tratamos de encausar en suposiciones de verdad y cuando no sancionar el fin de la rebelión. El problema actual es que ese poner de cabezas que implica reclamar cuestiones alocadas como jugar en espacios en los que no se juega y poner a jugar a otros sujetos que poco se encuentran dispuestos a ello, jaquea ciertas instituciones que tienen como objetivo, por ejemplo, educar o curar con toda la seriedad y certezas del saber (científico) que los siglos pasados les imprimieron. Jaquear esas instituciones implica para el adulto caer en las fisuras por donde se desaparecen las “ilusiones de previsibilidad” cito a Sonia Kleinman y con ella a Janine Puget.
Cuando esto se produce se aplica contra el niño una sanción que va de menor a mayor: “si jugás en clase no podés prestar atención y si no prestás atención no podés aprender”. Si este tipo de intentos de convencimiento con razonamientos falsos que conllevan sanciones, no resulta, entonces sobrevendrá la sanción disciplinaria. Si el niño no responde a la sanción se escalará en la búsqueda de un sinfín de razones por las cuales no puede el niño aceptar los límites impuestos. Esta búsqueda terminará, casi seguramente, en la argumentación de un trastorno: etiqueta. Y sobrevendrá la pena de medicación que, con suerte, se mantendrá en suspenso por buena conducta. La concepción teórica que sostiene este mecanismo considerará, posiblemente que esta conducta del niño es un error y se buscará un tratamiento re-educativo que corrija. Este proceso se argumentará en el mayor marco de objetividad posible, es decir en ausencia de las subjetividades puestas en juego: la del niño que resiste, se queja, presenta un malestar y la del diagnosticador que argumenta un circuito punitivo-reeducacional. Este circuito desconocerá la dificultad de la educación y propondrá una re!-educación desconociendo el sujeto que sufre.
Dejamos planteada con esto la iatrogenia que se produce en un acto terapéutico que insiste sobre un circuito re-educativo que desconsidera el padecimiento con el que un niño se presenta a consulta, imponiendo una relación terapéutica que toma en cuenta los actos derivados de ciertos estímulos y la forma de corregirlos (neo-conductismo) y que deriva frecuentemente de tratamientos medicalizadores. La medicalización orienta un acto que no se basa en los criterios adecuados que deben guiar un tratamiento psicofarmacológico si no que deriva de la generalización de criterios estadísticos, clasificatorios, no clínicos. El tratamiento psicofarmacológico siempre conlleva efectos adversos  (iatrogénicos) que son considerados en el marco de un tratamiento que debe circular por la instancia medicamentosa, pero la iatrogenia se vuelve el eje cuando el trastorno es un constructo que tiene por objetivo único y despiadado que las culpas parentales y las molestias institucionales se calmen.
Hace muy poco tiempo alguien refutó en la página de Foro Infancias Trenque Lauquen “Psicopatologías son todas” en referencia a la diferenciación entre las clasificaciones diagnósticas estadísticas del DSM y a los diagnósticos concienzudamente realizadas en el marco de entrevistas diagnósticas clínicas. En términos generales o generalizadores puede ser correcto, pero la diferencia en la clínica de estos diferentes abordajes es bien marcada y lo cierto es que el concepto de “microdiagnósticos” en la entrevista parece resultar ambigüo y tecnicista, la construcción del diagnóstico exige soportar, -para nosotros trabajar con- la incertidumbre –en el sentido de lo opuesto a la certeza y respetar los tiempos en que un diagnóstico va tomando forma, y exige cautela, es decir tomar en cuenta los efectos subjetivos transferenciales y posteriores a la entrevista y aún al tratamiento que pueden derivar de –diagnosticar-.