El contexto en el que se desarrolla mi práctica
profesional institucional, es la coordinación de un equipo de Psicoterapeutas, que se ocupa de trabajar con
abordajes vinculares de familias con niños
y adolescentes
Se requiere a los terapeutas de
familia, frente a diversas circunstancias, conflictos entre padres e hijos,
trastornos de conducta de niños y adolescentes, síntomas de diverso orden,
enfermedades crónicas, efectos de las
comunicaciones de diagnósticos de enfermedades severas psíquicas u orgánicas, o
aun aquellas que supuestamente podrían desarrollarse en el futuro, efectos de
las desvinculaciones de parejas de padres, entre otras consultas.
Cuando una familia es derivada a
nuestro equipo, consideramos a esa familia en su conjunto, como el paciente
con el que vamos a trabajar.
La pertenencia a relaciones significativas como
suelen ser las familiares, produce nuevas marcas psíquicas y corporales, concientes
e inconcientes, produce subjetividad a lo largo de la vida.
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Esto es difícil actualmente, en una
época en la cual se ha ido produciendo un cierto fanatismo en la realización de
diagnósticos y prescripciones acorde a ellos.
La cuestión no es para nada
desmerecer la importancia de los diagnósticos, sino poder revisar el cómo se les
otorga una convicción de veracidad, aquello que define, marca indefectiblemente un
trayecto, así como una operatoria de
intervención, que impide muchas veces abrir posibles líneas de comprensión de
lo que esta sucediendo como malestar , sufrimiento, conflicto en un sujeto y
grupo familiar.
Algunas familias adquieren a partir de un diagnóstico una identidad, un
nuevo apellido familiar, de tal manera que la enfermedad, se convierte en una marca a través de la
cual, esa familia, se reconoce, y es reconocida. Lo paradójico es que por un lado parece aliviar el adquirir una identidad a partir de una enfermedad y al mismo tiempo esto
produce dificultades para construir una vincularidad, una subjetividad en
devenir, el ir siendo, a diferencia de la constitución de una identidad fija,
cristalizada a la que a veces se apela, frente a la angustia o al temor de no
encontrar otras opciones. La banalización actual de la solicitación del
Certificado de discapacidad como un trámite más, casi como otro documento de
identidad da cuenta de esto.
Las familias llegan con algún
diagnostico de uno o más integrantes, y
usualmente incluye una predicción acerca
de lo que podría suceder en el futuro, ya sea referido a la salud mental o física.
Sin dejar de ver la importancia de los diagnósticos
y de la medicina predictiva, en el espacio psicoterapéutico nos permitimos la
posibilidad de crear un trabajo, en el cual podamos pensar en el hacer vincular
y que no se centre exclusivamente en los efectos de una información y sellado de la misma.
Alain Badiou propone romper con la idea de una sola verdad científica e
incluir la existencia de diferentes prácticas de la verdad y tener en cuenta las multiplicidades de sentidos que se ponen en
juego. Así nos proponemos deconstruir la
idea de diagnóstico.
Deconstruir en el sentido de
descentralizar, desmontarlo como centro,
abrir el campo y pensar que si bien el
diagnostico o la predicción pueden
aclarar una situación, proveer de algún conocimiento, que esto no se convierta
en aquello a pesar de lo cual se vive o a partir de lo cual se vive.
O sea en una sola verdad que impida
pensar en la complejidad e indeterminación
de una situación aún en las enfermedades llamadas crónicas.
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Determinación, indeterminación,
azar, juegan aquí un espectro de
variables en tensión que requiere ser trabajado con el conjunto familiar.
El “tener” un
diagnostico, como una propiedad, es traído por los pacientes desde al menos dos manifestaciones, como un supuesto alivio,
ya que se alude a un saber pensado como certeza y la perplejidad frente al
impacto de la información, aquello no previsto, aquello que irrumpe. J Puget
expresa que “…En su soledad y en sus vínculos el sujeto sostiene ilusoriamente una exigencia de certeza, de verdad y de saber que hace
posible soportar las alternativas de la vida diaria… En distintas circunstancias perder la ilusión
de previsibilidad no produce derivaciones trascendentes, las certezas caen y se
sustituyen por otras. En otras la pérdida de dichas ilusiones produce
sufrimiento que se experimenta como un estado de la mente caracterizado por
desconcierto, vacilación, desorientación y angustia que adquiere diversas
repercusiones”.
En oportunidades actualmente
muy asiduas, esta búsqueda de certeza, evitativa del desconcierto y desorientación,
es rápidamente encubierta con diagnósticos que permiten organizar, estructurar
pero también cerrar el camino que requiere comprender, experienciar un síntoma,
un trastorno, un malestar personal o vincular.
Otro punto a trabajar con las familias ,
es la exposición a lo
"distinto", aquello que rompe con lo pensado como semejante en tanto
familiar. Cuando un miembro enferma, en muchas familias, o bien se intenta
expulsar o marginar lo distinto, personificado por el que padece la enfermedad,
o bien se ponen en juego diferentes formas de violencia. Pueden surgir sentimientos de malestar e irritación, de
esta manera, el miembro enfermo se transforma progresivamente en el
centro de la afectividad familiar , un precipitado de la familia
alrededor del cual gira el estado emocional familiar.
La enunciación de un diagnostico,
no garantiza ni delimita necesariamente un único posible desenlace. Es necesario dejar un margen , hacer
lugar a un trabajo que puede promover angustia, pero también alivio y curiosidad, por descubrir modalidades
acerca de cómo enfrentar aquello que es vivido como una intrusión, ya sea un
conflicto psíquico o una enfermedad orgánica.
Trabajamos con la familia, la
posibilidad de producir múltiples sentidos acerca de lo que esta ocurriendo. En
los bordes, en las operaciones vinculares que se ponen en juego frente a una situación
que requiere hacerle lugar a una novedad radical, que no tiene antecedentes
para esa vincularidad, aunque pueda tenerlos hasta genéticamente. Nueva en el
sentido de que el trabajo vincular que los requiere es inédito , es algo a realizar.
Hay una diferencia entre pensar
desde el diagnostico y sucesos que nos convocan pensar un problema. Un problema
planteado como aquello que se presenta, cuando entramos en contacto con algo,
que ha excedido los pensamientos que teníamos para otras situaciones. O sea cuando el pensamiento se ve forzado, como dice
Deleuze, ya que todavía no hay recursos
para encarar una situación novedosa. Planteado así no se busca, encontrar una
rápida supuesta solución que muchas veces enmascara la situación planteada.
En el trabajo psicoterapéutico con familias, intentamos no aplicar pensamientos preexistentes basados en
descripciones generales : Por Ej. creer que todas las familias a las que se les
anuncia una enfermedad, van a pasar necesariamente por una serie de etapas ya
descriptas, o bien que siempre hay algo traumático a elaborar. O que
determinadas acciones van a producir indefectiblemente ciertas consecuencias.
Partimos de la posibilidad de
pensar que es necesario crear herramientas para hacer una experiencia, incluir una potencia del
hacer entre otros, otros en la familia, otros con el terapeuta, o con los que
intervengan, aquello que propicie movimientos impensados previamente.
La idea de déficit a reparar o
tratar a una familia para contenerla o para acompañar al paciente
designado , generan intervenciones pre-configuradas; pensamos desde la creación de un otro espacio vincular. Desde una discontinuidad. Pensamos que en ese
espacio terapéutico, no se trata de que se acomoden a la nueva situación, sino
que la protagonicen, en la búsqueda una manera singular de encararla, de habitarla.
En algunas familias que acuden a la
consulta si se construye un espacio para pensar, se producen maniobras heterogéneas a sus modos
usuales de funcionamiento, una perturbación en el sentido de la conmoción que los afecta y el efecto de esto puede ser un
acontecimiento, o sea la posibilidad de una
novedad radical, algo que produce bifurcaciones, se promueven otras condiciones
de existencia.
Los
sufrimientos psíquicos y físicos de las familias consultantes, tienen mucho
para interrogarse e interrogarnos. Los síntomas que se presentan en los niños y adolescentes en las consultas, nos interpelan
en un modo que requiere suspender un saber completamente cerrado y a partir de ese saber, sellar con
un diagnóstico la modalidad de expresión de un conflicto. Muchos de estas modalidades de
expresión dan cuenta de situaciones tanto personales,
como vinculares en distintos ámbitos, como de los efectos de los discursos
socio-culturales. La expectativa
es crear estrategias y no aplicar programas. E Morin hace
una diferencia, entre programa y estrategia, siendo el primero, una
secuencia de actos decididos a priori y
que se dan en relación de continuidad. En cambio plantea las estrategias
como escenarios en las que la acción contempla modificaciones dadas por
informaciones de sucesos, por lo azaroso que pueda sobrevenir en el curso de la acción. La estrategia de acción dice Morin es “ el
arte de trabajar con la incertidumbre”. La estrategia de pensar es “el arte de
pensar con la incertidumbre”. Diagnósticos e incertidumbre parecería que se
contraponen, pero lo que hace borde separa y une al mismo tiempo. La idea de
multiplicidad nos permite incluir un diagnostico, pero también la incertidumbre
acerca de su devenir.
Es un gran desafío en esta época del auge
expansivo de la tecnología, de la vertiginosidad de los maravillosos hallazgos de todo tipo,
del hipercontrol de los cuerpos, época en la que reina una lógica de mercado
desgarradora, darle un espacio a la capacidad
de elección, reflexión, y especialmente a la no aplicación de modos de tratamiento generalizables
y riesgosos en el aplacamiento de los conflictos, que son el motor de la vida en
todas sus dimensiones