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"Entre la incertidumbre y la búsqueda de certezas" Lic. Sonia Kleiman




El contexto en el que se desarrolla mi práctica profesional institucional, es la coordinación de un equipo de  Psicoterapeutas, que se ocupa de trabajar con abordajes vinculares de  familias con niños y adolescentes
Se requiere a los terapeutas de familia, frente a diversas circunstancias, conflictos entre padres e hijos, trastornos de conducta de niños y adolescentes, síntomas de diverso orden, enfermedades crónicas, efectos de  las comunicaciones de diagnósticos de enfermedades severas psíquicas u orgánicas, o aun aquellas que supuestamente podrían desarrollarse en el futuro, efectos de las desvinculaciones de parejas de padres, entre otras consultas.


Cuando una familia es derivada a nuestro equipo, consideramos  a  esa familia en su conjunto, como el paciente con el que vamos a trabajar.
La  pertenencia a relaciones significativas como suelen ser las familiares, produce nuevas marcas psíquicas y corporales, concientes e inconcientes,  produce  subjetividad a lo largo de la vida.
Si un miembro de la familia enferma, se trabaja en los efectos y afectación  de esta nueva situación en todos los que participan de diferentes maneras, como suceso
familiar. No damos por sentado que ya se sabe que sucede, por contar con una descripción de un cuadro psicopatológico o una enfermedad orgánica , sino que pensamos en la singularidad de cada situación.
Esto es difícil actualmente, en una época en la cual se ha ido produciendo  un cierto fanatismo en la realización de diagnósticos y prescripciones acorde a ellos.
La cuestión no es para nada desmerecer la importancia de los diagnósticos, sino poder revisar el  cómo se les  otorga una convicción de veracidad,  aquello que define, marca indefectiblemente un trayecto, así como  una operatoria de intervención, que impide muchas veces abrir posibles líneas de comprensión de lo que esta sucediendo como malestar , sufrimiento, conflicto en un sujeto y grupo familiar.
Algunas familias adquieren  a partir de un diagnóstico una identidad, un nuevo apellido familiar, de tal manera que  la enfermedad, se convierte en una marca a través de la cual, esa familia, se reconoce, y es reconocida. Lo paradójico es que  por un lado parece aliviar el adquirir  una identidad a  partir de una enfermedad y al mismo tiempo esto produce dificultades para construir una vincularidad, una subjetividad en devenir, el ir siendo, a diferencia de la constitución de una identidad fija, cristalizada a la que a veces se apela, frente a la angustia o al temor de no encontrar otras opciones. La banalización actual de la solicitación del Certificado de discapacidad como un trámite más, casi como otro documento de identidad da cuenta de esto.
Las familias llegan con algún diagnostico de uno o más integrantes,  y usualmente incluye una  predicción acerca de lo que podría suceder en el futuro, ya sea referido a la salud mental o física.  Sin dejar de ver la importancia de los diagnósticos y de la medicina predictiva, en el espacio psicoterapéutico nos permitimos la posibilidad de crear un trabajo, en el cual podamos pensar en el hacer vincular y que no se centre exclusivamente en los efectos de una información y  sellado de la misma.
Alain Badiou propone romper  con la idea de una sola verdad científica e incluir la existencia de diferentes prácticas de la verdad  y tener en cuenta las  multiplicidades de sentidos que se ponen en juego. Así nos proponemos  deconstruir la idea de diagnóstico.
Deconstruir en el sentido de descentralizar, desmontarlo como  centro, abrir el campo y  pensar que si bien el diagnostico o la predicción  pueden aclarar una situación, proveer de   algún conocimiento, que esto no se convierta en aquello a pesar de lo cual se vive o a partir de lo cual se vive.
O sea en una sola verdad que impida pensar en la complejidad e  indeterminación de una situación aún en las enfermedades llamadas crónicas.
En el espacio psicoterapéutico incluimos el trabajo en la singularidad de la posibilidad de producción, que tienen diversas configuraciones vinculares, frente a sucesos que los convocan a generar recursos particulares incluyendo  lo inasignable,  lo azaroso,  aquello por -venir, que como dice Derrida, si está por venir, no podemos saber con certeza como será.
Determinación, indeterminación, azar, juegan aquí un espectro  de variables en tensión que requiere ser trabajado con el conjunto familiar.
El “tener” un diagnostico, como una propiedad, es traído por los pacientes desde al menos  dos manifestaciones, como un supuesto alivio, ya que se alude a un saber pensado como certeza y la perplejidad frente al impacto de la información, aquello no previsto, aquello que irrumpe. J Puget expresa  que “…En su soledad y en sus vínculos el sujeto  sostiene ilusoriamente una exigencia  de certeza, de verdad y de saber que hace posible soportar las alternativas de la vida diaria… En distintas circunstancias perder la ilusión de previsibilidad no produce derivaciones trascendentes, las certezas caen y se sustituyen por otras. En otras la pérdida de dichas ilusiones produce sufrimiento que se experimenta como un estado de la mente caracterizado por desconcierto, vacilación, desorientación y angustia que adquiere diversas repercusiones”.
En oportunidades actualmente muy asiduas, esta búsqueda de certeza, evitativa del desconcierto y desorientación, es rápidamente encubierta con diagnósticos que permiten organizar, estructurar pero también cerrar el camino que requiere comprender, experienciar un síntoma, un trastorno, un malestar personal o vincular.
Otro punto a trabajar con las familias , es la exposición a lo "distinto", aquello que rompe con lo pensado como semejante en tanto familiar. Cuando un miembro enferma, en muchas familias, o bien se intenta expulsar o marginar lo distinto, personificado por el que padece la enfermedad, o bien se ponen en juego diferentes  formas de violencia. Pueden surgir   sentimientos de malestar e irritación, de esta manera, el miembro enfermo se transforma progresivamente  en el  centro de la afectividad familiar , un precipitado de la familia alrededor del cual gira el estado emocional familiar.
La enunciación de un diagnostico, no garantiza ni delimita necesariamente un único posible  desenlace. Es necesario dejar un margen , hacer lugar a un trabajo que puede promover angustia, pero también alivio  y curiosidad, por descubrir modalidades acerca de cómo enfrentar aquello que es vivido como una intrusión, ya sea un conflicto psíquico o una enfermedad orgánica.
Trabajamos con la familia, la posibilidad de producir múltiples sentidos acerca de lo que esta ocurriendo. En los bordes, en las operaciones vinculares  que se ponen en juego frente a una situación que requiere hacerle lugar a una novedad radical, que no tiene antecedentes para esa vincularidad, aunque pueda tenerlos hasta genéticamente. Nueva en el sentido  de que el trabajo vincular que  los requiere es inédito , es algo a realizar.
Hay una diferencia entre pensar desde  el diagnostico y  sucesos que  nos convocan pensar un problema. Un problema planteado como aquello que se presenta, cuando entramos en contacto con algo, que ha excedido los pensamientos que teníamos para otras situaciones. O sea  cuando el pensamiento se ve forzado, como dice Deleuze,  ya que todavía no hay recursos para encarar una situación novedosa. Planteado así no se busca, encontrar una rápida supuesta solución que muchas veces enmascara la situación planteada.
En el trabajo psicoterapéutico con  familias, intentamos no  aplicar pensamientos preexistentes basados en descripciones generales : Por Ej. creer que todas las familias a las que se les anuncia una enfermedad, van a pasar necesariamente por una serie de etapas ya descriptas, o bien que siempre hay algo traumático a elaborar. O que determinadas acciones van a producir indefectiblemente ciertas consecuencias.
Partimos de la posibilidad de pensar que es necesario crear herramientas para hacer  una experiencia, incluir una potencia del hacer entre otros, otros en la familia, otros con el terapeuta, o con los que intervengan, aquello que propicie movimientos impensados previamente.
La idea de déficit a reparar o tratar a  una familia   para contenerla o para acompañar al paciente designado , generan intervenciones pre-configuradas; pensamos desde la  creación de un otro espacio vincular.  Desde una discontinuidad. Pensamos que en ese espacio terapéutico, no se trata de que se acomoden a la nueva situación, sino que la protagonicen, en la búsqueda una manera singular  de encararla, de habitarla.
En algunas familias que acuden a la consulta si se construye un espacio para pensar, se  producen maniobras heterogéneas a sus modos usuales de funcionamiento, una perturbación en el sentido de la  conmoción que los afecta  y el efecto de esto puede ser un acontecimiento, o sea  la posibilidad de una novedad radical, algo que produce bifurcaciones, se promueven otras condiciones de existencia.  
Los sufrimientos psíquicos y físicos de las familias consultantes, tienen mucho para  interrogarse e interrogarnos.  Los  síntomas que se presentan en los niños y  adolescentes en las consultas, nos interpelan en un modo que requiere suspender un saber completamente  cerrado y a partir de ese saber, sellar con un diagnóstico la modalidad de expresión de un  conflicto. Muchos de estas modalidades de expresión   dan cuenta de situaciones tanto personales, como vinculares en distintos ámbitos, como de los efectos de los discursos socio-culturales. La expectativa es crear estrategias y no aplicar programas. E Morin hace una diferencia,  entre programa y  estrategia, siendo el primero, una secuencia  de actos decididos a priori y que se dan en relación de continuidad. En cambio plantea las estrategias  como escenarios en las que la acción contempla modificaciones dadas por informaciones de sucesos, por lo azaroso que pueda sobrevenir  en el curso de la acción. La estrategia  de acción dice Morin es “ el arte de trabajar con la incertidumbre”. La estrategia de pensar es “el arte de pensar con la incertidumbre”.  Diagnósticos e incertidumbre parecería que se contraponen, pero lo que hace borde separa y une al mismo tiempo. La idea de multiplicidad nos permite incluir un diagnostico, pero también la incertidumbre acerca de su devenir.
Es un gran desafío en esta época del auge expansivo de la tecnología, de la vertiginosidad  de los maravillosos hallazgos de todo tipo, del hipercontrol de los cuerpos, época en la que reina una lógica de mercado desgarradora,  darle un espacio a la capacidad de elección, reflexión, y especialmente a la no  aplicación de modos de tratamiento generalizables y riesgosos en el aplacamiento de los conflictos, que son el motor de la vida en todas sus dimensiones